"En San Juan me drogaron, me metieron algo en la bebida". Con estas palabras relata Andrea Horcasitas lo que vivió en la madrugada del pasado 24 de junio. Una noche para festejar al calor de las hogueras que debía quedar ahí, pero se zanjó de la peor manera. "Cuento esto para despertar, porque está pasando cada dos por tres", advierte en TikTok.
La joven, más conocida en redes como Andrea Snowy (@andrea.snowyy), describe en un vídeo la amenaza de la sumisión química a la que se enfrentan especialmente las mujeres año tras año. Un fenómeno que tiende a aumentar en contextos de ocio y cuyo impacto es difícil de cuantificar, teniendo en cuenta que muchos casos no trascienden la sospecha.
"Tuve suerte, me di cuenta casi de inmediato de que algo no iba bien. Estaba perfectamente, apenas había tomado un par de tragos de mi copa y de repente pasé de cero a cien", cuenta la creadora de contenido. "No podía mantenerme en pie, salivaba abundantemente, no conseguía enfocar la vista... No recuerdo lo que pasó, tengo lagunas".
Andrea consiguió prevenir lo que podría haber sido una situación aún más dramática al ir acompañada de sus amigas, que se encargaron de llamar al 112 y la protegieron. "Gracias a eso, y a que había ingerido muy poca cantidad, estoy bien", agradece en su vídeo. Aun así, no olvidará el susto de aquella noche: "Me afectó a nivel mental y emocional".
La sumisión química —la práctica de manipular bebidas o emplear jeringuillas para tratar de reducir el grado de consciencia de una persona— no es nueva, pero la alarma provocada por la misma ha ido in crescendo en esta década. Las últimas afectadas de las que se tiene constancia más allá de este caso viralizado en redes son dos menores de edad de La Puebla de Montalbán (Toledo).
Así se combate en Cantabria
A 500 kilómetros al norte, en Torrelavega (Cantabria), cuatro alumnos del instituto Miguel Herrero decidieron transformar la indignación en acción. Marta Pelayo, Pablo Haya, Aroa Carmona y Sergio Carpintero, guiados por sus profesores Roberto Castilla, Óscar Rojo y Diego Agudo, han dado forma a AlertStrip, un dispositivo portátil que permite detectar la presencia de drogas.
El invento, todavía en fase de prototipo, es muy sencillo: un soporte que se adhiere a la carcasa del móvil y guarda una tira reactiva. Si en algún momento quien lo usa sospecha que su copa ha sido alterada, basta con extraer el material y sumergirlo en ella. En segundos, sabrá si hay algo que no debería estar ahí.
Para Marta Pelayo, participar en su concepción "ha sido una experiencia increíble" que le ha permitido convertir una idea en algo material que aporta seguridad a toda la sociedad, especialmente a las mujeres. La hazaña de la alumna y sus compañeros ha sido reconocida con el segundo puesto de los Premios Transferencia de Conocimiento de la FP, que celebran su cuarta edición este año.
“Queríamos ofrecer una solución innovadora y accesible de detención temprana” —explica Roberto Castilla, docente y coordinador del proyecto— "con el objetivo de contribuir a la prevención del delito de sumisión química y a la protección de quienes se encuentran en entornos de riesgo".
AlertStrip, asegura el estudiante Sergio Carpintero, "protegerá la salud y el bienestar, combatirá la violencia de género y brindará a las mujeres una herramienta para su seguridad. Además, facilitará el acceso a la prevención, reduciendo las desigualdades y garantizando que todos puedan disfrutar de espacios seguros".
El proyecto se ha gestado desde el propio instituto de Torrelavega "con la colaboración de una asociación local con fines inclusivos que nos suministraba la materia prima", explican. El dispositivo se fabrica a dos niveles —industrial y doméstico— a partir de un ágil proceso de impresión 3D con materiales reciclados, "lo que fomenta una producción sostenible", destaca Pablo Haya.
Aroa Carmona asegura que el proyecto va más allá de velar por la seguridad de las chicas: ha contado con ellas desde el principio, impulsando su incorporación a los sectores STEAM "al fomentar su participación activa en el diseño, el desarrollo y la aplicación de soluciones tecnológicas orientadas a su propia protección y bienestar".
Una amenaza invisible
La sumisión química consiste en administrar sustancias psicoactivas que reducen la capacidad de respuesta de la víctima, a menudo sin que esta se percate. El atacante se aprovecha de la situación de vulnerabilidad en la que esta se encuentra con fines que pueden ser múltiples, aunque los que con mayor frecuencia se denuncian son las agresiones sexuales o los robos.
Las drogas —generalmente el GHB (éxtasis líquido), la escopolamina (burundanga) y algunos medicamentos— se caracterizan por ser insípidas, inodoras e incoloras, lo que las hace imperceptibles a ojos de aquellas que padecen la situación. Estas se presentan o bien disueltas en otras bebidas (drink spiking) o bien en inyecciones (needle spiking), siendo esto más frecuente en aglomeraciones.
A finales del pasado junio, París notificó 145 casos de mujeres que alegaban haber sufrido pinchazos con agujas durante la celebración de la Fiesta de la Música que acogía ese fin de semana la ciudad. Ante tal cifra, el propio Ministerio del Interior publicó una nota advirtiendo de los riesgos de los ataques.
En su otro formato, el de las sustancias añadidas a las copas, el gran problema reside en la dificultad para identificarlas. Por ello, la Guardia Civil, en el marco de la Operación Verano y el Plan Turismo Seguro, ha puesto a disposición de la población una guía orientada a prevenir delitos sexuales y fomentar su denuncia.
Los síntomas de la sumisión química, alertan, aparecen rápido: confusión y desorientación, flashbacks, mareos, vómitos o náuseas. En ocasiones, la víctima llega a despertarse en un lugar extraño, sin ropa o con ella descolocada, e incluso con el recuerdo o la sensación de haber mantenido relaciones, notando lesiones en la zona genital o fluidos desconocidos en el cuerpo.
Su efecto, unido a la dificultad de detección pasadas unas horas, complica la obtención de pruebas si la puesta en conocimiento de las autoridades pertinentes se retrasa. Por ello, insisten en la importancia de no cambiarse las prendas ni lavarse ante la sospecha de haber ingerido una bebida alterada. En esos casos, hay que llamar al 062 y acudir al servicio de emergencias más cercano.
Imagen de archivo del RBF, que este año además pone a disposición de los asistentes dispositivos de detección de drogas.
También señalan que la colaboración ciudadana es clave y que, incluso ante la duda, acudir a la policía es la mejor forma de activar la protección y la investigación. En España, la sumisión química está tipificada como delito en la Ley Orgánica 10/1995 del Código Penal y en la Ley Orgánica 10/2022 de Garantía Integral de la Libertad Sexual.
Pese a la creciente alarma, lo cierto es que existen pocos datos sobre la incidencia de esta práctica en España. Las últimas cifras se remontan a 2022 —cuando el número de denuncias pasó de 950 a 2.699— y, aunque desde entonces no se han publicado nuevas, los casos no han dejado de proliferar en medios locales y nacionales, lo que sugiere que el problema no ha remitido.
"Es violencia de género"
En junio, un estudio pionero realizado desde la Universidad de Santiago reveló que el 16% de las universitarias gallegas de entre 18 y 35 años ha sufrido agresiones sexuales bajo la influencia de drogas, un porcentaje que triplica el de los hombres. Además, la gran parte de estas habían sido cometidas por varones mayores de edad, a menudo con algún vínculo previo con la víctima.
El documento subraya que este tipo de delito constituye una forma clara de violencia de género que sigue oculta y silenciada. "Hay muchos datos que no conocíamos hasta ahora y es fundamental seguir monitorizando para tener cifras reales y actuar con eficacia", recalca la doctora en Enfermería Nuria García Couceiro, al frente del equipo investigador.
Imagen de archivo de una mujer en una fiesta.
Los especialistas advierten que las estadísticas disponibles son solo la punta del iceberg y que la educación afectivo-sexual así como la prevención del consumo de sustancias son claves para paliar esta práctica penada por la ley.
Innovación contra la SQ
AlertStrip no es el único proyecto que trata de poner freno a este fenómeno. En 2024, la Universitat de València (UV) y la Universitat Politècnica de València (UPV) se aliaron para crear la primera empresa dirigida a vender detectores de drogas de sumisión en España. Se trata de la spin-off Optical Sens —impulsada por la catedrática Margarita Parra y un equipo mixto de investigadores—.
Estos dispositivos son refuerzos de los que se valen desde festivales —como el Reggaeton Beach Festival de Alicante— hasta administraciones locales. Pinto, en Madrid, también los entregará durante sus fiestas patronales. "Este año queremos que las celebraciones sean seguras, sobre todo para los jóvenes", insistía hace unos días el alcalde de la localidad, Salomón Aguado.
Fuera de nuestras fronteras, también cabe destacar el hito del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología de Ulsan, en Corea del Sur: un tatuaje capaz de detectar GHB. Su funcionamiento es sumamente simple: basta con que la persona moje un dedo en su bebida y lo deslice sobre la piel; si esta suerte de calcomanía cambia de color, ahí estará la prueba fehaciente de la presencia de la sustancia.
