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Cuando una mujer sufre un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), se tiende a pensar que sus mayores enemigos son la báscula y el espejo. Sin embargo, puede que su lista de adversarios también incluya la cama.

La anorexia, la bulimia y los atracones no solo destrozan cuerpos, sino que también pueden silenciar deseos. El sexo, el gran tabú de la salud femenina, se convierte en una preocupación para muchas de las que sufren un TCA.

Recientemente, se ha constatado que existe una mayor incidencia de disfunción sexual en las mujeres que sufren trastornos alimentarios, especialmente la anorexia nerviosa.

El dato proviene de un estudio publicado en la revista International European Eating Disorders Review fruto de una colaboración entre la Universidad de Comenius en Bratislava (Eslovaquia) y la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP). Pero, ¿qué síntomas se consideran disfunción sexual?

En palabras de Tatiana Hess, doctoranda en el departamento de Psicología clínica de la Universidad Comenius y partícipe en el informe, "la anorgasmia —dificultad o imposibilidad para alcanzar el orgasmo—, la disminución o pérdida del libido, obstáculos para experimentar placer durante las relaciones, la insatisfacción sexual general, y dispareunia —dolor durante el coito—, entre otros".

"Suele aparecer como una comorbilidad, es decir, como un problema secundario derivado de los propios síntomas del TCA, como la malnutrición, los cambios hormonales, la alteración de la imagen corporal y el estrés psicológico", continúa.

Según explica, la disfunción sexual puede generar dificultades en otros aspectos de la vida de las mujeres. En primer lugar, "desde un punto de vista psicológico", menciona la probabilidad de padecer ansiedad sexual.

Igualmente, es posible desarrollar miedo al contacto íntimo o a mantener relaciones, e incluso sufrir síntomas depresivos relacionados con la percepción de fracaso o insatisfacción en el ámbito sexual.

Estas manifestaciones suelen estar estrechamente vinculadas con una baja autoestima, una imagen corporal negativa y sentimientos de culpa o vergüenza sobre el propio cuerpo.

En el "plano relacional" también puede provocar conflictos dentro de la pareja, como la falta de comunicación, frustración, malentendidos o distanciamiento emocional.

La experta aclara: "Muchas veces, la persona con disfunción sexual tiende a evitar la intimidad física, lo que puede ser interpretado por la pareja como rechazo, debilitando el vínculo e incluso, si es prolongado, puede ser causa de ruptura".

Muestra estadística

Zuzana Špacírová, economista de la salud e investigadora postdoctoral en la EASP, fue la encargada de manejar el software especializado debido a su experiencia en el análisis estadístico.

Cuenta que hicieron una revisión sistemática de unos 1.700 artículos, pero debido a sus "exigentes criterios para obtener datos lo más puros y específicos", solo se quedaron con la información de cinco.

De esta forma, la muestra del meta-análisis incluyó a 549 mujeres de diversas nacionalidades —alemana, estadounidense, griega, italiana, checa y eslovaca—, de las cuales 243 padecían trastornos de la conducta alimentaria y 306 eran controles sanos.

Los TCA que se incluyeron en el análisis fueron la anorexia, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. El primero suele aparecer en mujeres de edades tempranas, entre los 11 y 12 años e incluso menores de ocho años.

Se caracteriza por una restricción alimentaria extrema, peso corporal significativamente inferior al normal y conductas compensatorias como vómitos autoinducidos o ejercicio excesivo.

Estas también suceden en el caso de la bulimia nerviosa, con la diferencia de que suelen ser motivadas por episodios de ingesta excesiva en un corto periodo de tiempo; así como las mujeres que la padecen suelen ser ligeramente mayores, entre los 15 y los 25 años.

El trastorno por atracón también se manifiesta en mujeres de ese rango de edad, aunque igualmente es común que lo haga en la adultez.

Sin embargo, la principal diferencia radica en que, a pesar de tener momentos de ingesta excesiva —a menudo de alimentos poco nutritivos—, no realizan conductas compensatorias posteriores.

Se estima que en España, aproximadamente entre el 4,1% y el 6,4% de las mujeres desarrollan anualmente alguno de los cuadros incluidos en los trastornos alimentarios, según la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia.

De hecho, internacionalmente, un estudio de revisión ha constatado que el número de casos se ha duplicado en los últimos 18 años, pasando del 3,4% al 7,8%. Sin embargo, estas cifras son aproximadas porque los casos están infradiagnosticados.

El profesor Francisco J. Vaz Leal, catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Extremadura expresa: "Una gran parte de las personas que padecen un trastorno alimentario lo ocultan y, en consecuencia, no acceden a los dispositivos asistenciales ni son detectados por los estudios epidemiológicos".

Resultados del estudio

Tatiana afirma: "Teniendo en cuenta la gravedad tanto fisiológica como psicológica de estos trastornos, se podría hipotetizar que el mayor impacto en la disfunción sexual se presentaría en mujeres con anorexia nerviosa".

Esto se debe a que en este trastorno los efectos de la malnutrición severa se manifiestan con "mayor rapidez y agresividad" en el organismo que los efectos del sobrepeso que pueden tener ciertas mujeres que presentan bulimia o que realizan atracones.

Explica que la falta de nutrientes impide la liberación de hormonas sexuales, lo cual reduce o elimina el deseo sexual y el interés por la intimidad.

Es más, si el cuerpo pierde grasa, que es esencial para el funcionamiento del sistema reproductivo femenino, se puede llegar a la amenorrea o pérdida de la menstruación.

Imagen de archivo de una mujer midiéndose la cintura. iStock

"Cuando ya no queda grasa que quemar, el cuerpo comienza a degradar masa muscular, lo que desencadena en una cascada de alteraciones hormonales y neurológicas que afecta al estado psíquico", añade.

Esta afección aumenta los síntomas depresivos, aparece la apatía, irritabilidad, somnolencia, se reduce la energía y disminuye las capacidades cognitivas. "El cuerpo entra en un modo de ahorro energético, lo que deteriora la concentración y la motivación", apostilla Hess.

Además, dado que el inicio de la anorexia ocurre con frecuencia en edades muy tempranas, entre los 11 o 12 años, "se interrumpe el desarrollo psicosexual natural".

Esto puede provocar un retraso o incluso una ausencia en la adquisición de experiencias sexuales propias de la adolescencia, como los primeros besos y relaciones íntimas, la masturbación o las fantasías sexuales.

Realmente sucede porque "el foco de atención de estas jóvenes suele centrarse exclusivamente en la comida, el control del peso y las calorías y manifiestan desinterés por el sexo".

La psicóloga revela: "Incluso durante el coito, muchas mujeres con anorexia nerviosa experimentan pensamientos intrusivos relacionados con su imagen corporal, sienten vergüenza de mostrarse desnudas y no logran concentrarse en el placer sexual".

Necesidad de cambios

El tema de la sexualidad está profundamente influenciado por la cultura. En muchos países, sigue siendo un tema tabú, lo que hace que no se incorpore con frecuencia en las intervenciones psicoterapéuticas.

Principalmente porque muchas personas no están acostumbradas a hablar abiertamente sobre sus problemas íntimos, lo que dificulta su abordaje en terapia.

Por eso, es fundamental trabajar en la concienciación y normalización de la sexualidad para que las personas no sientan miedo ni vergüenza de hablar sobre sus dificultades sexuales con profesionales de la salud mental.

Tanto Špacírová como Hess consideran recomendable introducir gradualmente en terapia aspectos de la vida íntima, las relaciones amorosas y las experiencias sexuales, pero siempre respetando la voluntad de la paciente.

Es decir, esta cuestión debería abordarse solo si la propia persona siente que la sexualidad ocupa un lugar importante en su vida y desea trabajar en ello.

Para mejorar la situación, los profesionales de la salud mental deberían contar con una formación adecuada y especializada en disfunción sexual y su tratamiento para estar preparados para abordar este tema con sus pacientes.