Cuando parece que hemos ganado la batalla de las axilas y el pubis velludos, una película ambientada en la Francia de 1875 llega para recordarnos que la revolución de los pelos sigue más viva que nunca, y más cuando se trata del vello facial.

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Rosalie, escrita y dirigida por Stéphanie Di Giusto, cuenta la vida de una joven mujer que ha nacido con una condición hormonal que hace que le crezca con abundancia vello en el rostro y en el cuerpo, lo que actualmente se conoce como hirsutismo

Para evitar el rechazo del pueblo, y más de parte de su reciente esposo, Rosalie (interpretada por Nadia Tereszkiewicz) hace todo lo posible para esconder su secreto, hasta que un día deja de afeitarse.

Directora y actriz protagonista en el Festival de San Sebastián. Gari Garaialde

 

Cuenta la directora francesa que en una foto de una mujer barbuda fechada a principios del siglo XX, se encuentra la génesis de esta película. La que posaba era Clémentine Delait, quien antes de hacerse célebre en Thaon-les-Vosges regentando su Cafe de la Femme á Barbe, se rasuraba a diario. 

Una mujer barbuda

El cambio de Clémentine se produjo a causa de una apuesta. Cuando asistió a una feria, por pura curiosidad, entró a ver una de las atracciones prometidas: una mujer barbuda.

Cuenta la leyenda que al ver los pocos pelos que ostentaba aquella dama, de vuelta a su negocio y en vista de los comentarios de sus clientes ante aquella mujer, Clémentine apostó que frente a su barba, no había comparación ni competidora posible. Los incrédulos perdieron la apuesta.

Fotograma de la película 'Rosalie'.

"Cuando descubrí a Clémentine, me interesó mucho el hecho de que a pesar de sentirse rara al principio, estaba anclada en la vida", comenta la cineasta en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, "quise hablar del destino de alguien que se libera asumiendo su propia barba, de una mujer que rechazó convertirse en una atracción de feria, y lo que hizo fue aceptarse y con ello liberarse".

Una vida con barba

Clémentine Delait, que vivió entre 1865 y 1936, no es un caso aislado. A lo largo de la historia y en otros países se han detectado casos de mujeres barbudas, la gran mayoría de ellas fueron atracciones circenses, otras llevaron una vida discreta, pocas se sintieron a sus anchas con sus pelos en el rostro, y hasta existe una santa de origen portugués que nunca fue canonizada y que ostenta una frondosa barba: Santa Wilgefortis o Santa Librada. 

Fotograma de la película 'Rosalie'.

Con este, su segundo largometraje, Stéphanie Di Giusto se ha llevado una gran sorpresa, ya que no imaginaba que esa historia que se desarrolla en el pasado, en un contexto significativo para Francia (cinco años después de la guerra franco-prusiana y en pleno auge del capitalismo y de la revolución industrial), podría conectar con un aspecto tan candente en el feminismo como lo es el tema del vello femenino.

"Cuando vi a mujeres que empezaron a colgar en redes sociales fotos de ellas con barba, bigote o con pelo en partes del cuerpo que por lo general nos rasuramos, me di cuenta de la resonancia de Rosalie con la actualidad", se sinceraba la directora francesa.

El feminismo y los pelos

No es una novedad afirmar que en las sociedades occidentales y a lo largo de la historia, el vello corporal ha sido demonizado y usado como un insulto dependiendo del contexto social, político y económico.

Ni hablar de la calificación ‘mujer peluda’ para referirse a las mujeres que engrosaban las filas del movimiento feminista. Ha habido de todo, y lo más notable es la permanencia en el presente de muchos argumentos añejos. 

De cómo hemos llegado hasta aquí, tiene sus precedentes. Un hito histórico se puede fijar hacia 1915. Aprovechando los cambios en la moda femenina una reconocida marca de hojillas de afeitar empezó a comercializar su producto entre las mujeres. Para ello era necesario hacerle mala prensa a los pelos: antihigiénico, asqueroso, nada atractivo para el sexo opuesto, señal de poca feminidad, sencillamente feo. 

Esa y otras campañas resultaron tan exitosas que hasta hoy en día es difícil que cambiemos el chip a pesar de todo el conocimiento que atesoramos y de las diferentes olas de feminismos. 

Si bien con los años cada vez más mujeres, en particular muchas figuras públicas – como Madonna, Amaia Romero, Julia Roberts, Miley Cyrus, Rihanna, o Rachel McAdams, para poner un par de ejemplos – optan por no depilarse las piernas o/y axilas, la gran pregunta es si se llegará a normalizar el vello facial, tal como lo intenta la profesora y modelo  británica Harnaam Kaur, diagnosticada con el síndrome de ovario poliquístico (SOP), cuyo efecto colateral es la aparición de barba.

La película Rosalie nos sirve para reflexionar al respecto, tendiendo un puente entre el pasado y el presente.

"Rosalie es el retrato de alguien que afronta la mirada de los demás y justamente se acepta como es", analiza Stéphanie Di Giusto sentada al lado de su protagonista durante el Festival de San Sebastián, "decidir dejarse el pelo en la cara es una forma de rebelarse ante los códigos impuestos por la sociedad, de allí su conexión y resonancia con la actualidad".

Animalidad

La rebelión de los pelos continua pues en efervescencia. "El pelo sigue siendo un médium, una puesta en escena en sí mismo porque es la animalidad, de alguna forma se vincula con la sexualidad, con el monstruo que queremos esconder", considera la directora gala, "sin embargo quise mostrar un erotismo inédito porque creo una de las grandes victorias de la película es que al aparecer Nadia-Rosalie con la barba, es cuando más sensual y bella se le ve, por lo que también es una forma de desplazar el deseo".

"Me interesaba mostrar una sensualidad donde no se le espera, lejos de los códigos, lejos de las pantallas donde vemos hoy en día muchos cuerpo lisos, normativos, como se  espera que sean", ahondaba Stéphanie Di Giusto, que se dio a conocer por La bailarina (2016).

Nadia Tereszkiewicz, que afirma haber hecho el mismo viaje de aceptación de su personaje, va más allá en su apreciación. "La gran libertad y el feminismo es hacer lo que queramos", asegura la actriz también conocida por Mi crimen (de François Ozon) y La gran juventud (de Valeria Bruni Tedeschi), "te puedes depilar o no, da igual, lo importante es que no se imponga una manera. El feminismo es también poder definir lo que queramos hacer cada una de nosotras".