Laura Freixas durante la entrevista en el Café Gijón de Madrid.

Laura Freixas durante la entrevista en el Café Gijón de Madrid. Jorge Barreno

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Laura Freixas: "Me da mucho más miedo la Ley Trans que Vox"

La escritora y feminista Laura Freixas publica 'Saber quién soy', un diario en el que reflexiona sobre qué es el éxito tanto profesional como personal.

2 julio, 2021 01:12

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De adolescente, a la escritora Laura Freixas (Barcelona, 1958) le encantaba ser la primera de la clase. En parte, asegura, por “ser mejor que los chicos”. Le habían contado que estaba bien que ellos se fueran de picos pardos pero ella debía llegar virgen al matrimonio. Y aguantarse porque esas eran las normas. “Percibía que los chicos tenían ventajas sociales y mi venganza era esa: aquí donde valemos por nuestros méritos y jugamos limpio, aquí gano yo”, nos cuenta.

Laura Freixas transmite paz, la paz intelectual de quien analiza en qué batallas se mete y argumenta sus opiniones desde el estudio, la investigación y la reflexión. Porque sabe la escritora que no se puede tener todo claro siempre. A veces, uno no sabe ni qué busca. Es una de las premisas del diario que acaba de publicar, Saber quién soy. Es la tercera entrega de los mismos y son tres años, de 1997 a 1999 de su vida, en los que, abierta en canal, se plantea qué es el éxito: tanto en lo profesional como en lo personal.

En esas fechas está a punto de publicar su primera novela y terminar la segunda. Teme a la crítica. En lo familiar, tiene una niña y, en busca de un segundo hijo, se dice felizmente casada. Pero a ratos no es feliz. A veces se siente encerrada, resignada a ser “una maruja”, mientras se recuerda a sí misma, casi sin cesar, que es escritora. Freixas va descubriendo cómo el patriarcado, y no ella, conduce su vida. Sus dudas son el germen de una lucha interior contra las propias convicciones y objetivos.

A calzón quitado aparecen la envidia -la suya propia- entre escritores, su dependencia económica del marido y la crisis de los 40. Y hay viajes y encuentros con otros escritores como Trapiello y Martín Gaite. Visitas a la Moncloa de Aznar e incluso sueños con Umbral. Todo en un texto que huele a reflexiones prerrevolución. Pero claro, sus lectores juegan con ventaja porque saben lo que pasó después.

Estamos en 2021, en el Café Gijón, frente a la Biblioteca Nacional a la que suele acudir a escribir. Hablando del hoy y del ayer, la escritora e intelectual feminista que acuñó el concepto de ‘maruja de lujo’ con su A mí no me iba a pasar en 2019, mira a su yo de hace 20 años.

Laura Freixas frente a la Biblioteca Nacional.

Laura Freixas frente a la Biblioteca Nacional. Jorge Barreno

¿Sabe quién es ahora Laura Freixas? “Ahora sí”, contesta con rotundidad. Y nada de identidad monolítica, asegura. Para empezar, ampliación de su DNI: nació en una familia burguesa catalana -de la que no quiso ‘heredar’ su estilo de vida-. Su familia materna, “castellana y pobre, emigró a Cataluña en los años 30”. Unas raíces que, dice, le han ayudado a “ver las cosas de otro modo. Además, posee la nacionalidad francesa por su matrimonio. Pero se define también como mediterránea, occidental… Y, sobre todo, escritora. “Mi identidad me la he ido construyendo a lo largo de muchos años y ahora te diría que soy escritora, cosa que siempre deseé pero que me ha llegado mucho tiempo llevarlo a la práctica”.

Y consagrada. Es del 10% de los autores de este país que vive de ello: de escribir libros y artículos, de dar talleres y conferencias… Es, además, investigadora y fundadora de la Asociación Clásicas y Modernas que trabaja por la igualdad de género en la Cultura. Feminista de renombre, su firma consta en una carta enviada a Moncloa junto a otras históricas del movimiento, en contra de la Ley Trans. “Mi compromiso con el feminismo, creo, no me quita ninguna libertad estética”, asegura.

De sus tres diarios publicados, éste, afirma, en el que más habla del mundo editorial. Amigas que ganan premios, tejemanejes en la concesión de los más comerciales, machismo… Y una pregunta, ¿qué es el éxito? Freixas intenta buscar su propia respuesta. ¿Son los premios, son las ventas, es lo que cree tu familia? Más que el “el brillo y el dinero” -la apreciación sirve tanto para lo editorial como para lo familiar- dice, “es encontrar el camino propio”. Y la senda de la autenticidad, asegura, implicaba “pagar un precio”. A ella le costó, por ejemplo, su matrimonio.

Pregunta.- ¿Y ha conseguido el éxito?

Respuesta.- Sí, creo que sí. Creo que he cometido errores pero que afectan más a mi carrera que a mi obra. Me podía haber ido mejor en la carrera editorial o peor, pero lo fundamental es que escribo lo que yo quiero escribir.

Escribir de lo que ella quiera, como lema de vida. “Soy narradora, diarista, autobiógrafa, ensayista a ratos…”. Y no es, nos dice, ni poeta ni dramaturga, aunque que le encanta el teatro. Lo sabemos por sus diarios -donde recoge algunas críticas- y por sus redes sociales.

Un diario es psicoanálisis

Pero, ¿qué es un diario? “Para mí el diario es un momento de introspección, de soledad, de aclararme yo misma. Es lo más parecido a una sesión de psicoanálisis. Y sí, pensaba que algún día podía publicar algo. Pero también que serviría como materia prima muy en bruto. Pero he visto que su valor es precisamente ese, que esté bruto”. ¿Y ha quitado cosas? Sí, ha cambiado nombres y fechas. Y repeticiones: “Porque como el psicoanálisis, cuando tienes un problema le das muchas vueltas. Pero lo válido de un diario está en las contradicciones, en las dudas…”.

P- Hay quien aparece con nombres y apellidos, como Trapiello y Lucía Etxebarría, ¿cómo se hace eso al publicar? ¿Se les avisa?

Tengo dos reglas: tomo decisiones una por una, según los casos. E intento ser justa. Porque cuando escribes un diario eres juez y parte. Puedes abusar de tu poder: puedes contar las cosas haciendo quedar mal a otros. He cambiado muchos nombres, fechas y lugares para evitar indiscreciones. A Lucía se lo he mandado, con una dedicatoria que dice ‘con aprecio, entonces y ahora’.

Amistades en el mundo editorial pero también encontronazos. Y la envidia que no se oculta. “Sí, hablo de la mía propia, que de esa se habla poco”. Ella, desde las primeras páginas: “En una sesión con mi psicoanalista que me dice que si no fuera tan envidiosa yo no tendría tanto miedo a la envidia de los demás”. Eso lo puedo decir ahora, asegura “porque ya lo he superado, si no, no me atrevería. Ése es un poco el secreto”.

Jorge Barreno

P.- Pero, ¿no se escribe por envidia?

No, no lo creo. Aunque quizá sí haya algo de sentimiento de rivalidad. A mí me gusta ganar. Igual que tener razón en una discusión.

P.- ¿Pero eso es algo innato?

No, yo creo que no es innato. Si yo hubiera sido un hombre de la clase dominante, si además de ser como soy blanca burguesa heterosexual y no sé qué más, si además hubiera sido hombre no habría tenido esta furia, esta rabia y estas ganas de ganar. Porque no me habría hecho falta.

Bueno, ahora tal y como está el negocio, podría convertirse en hombre. Y nos vamos acercando al anteproyecto de la Ley Trans que ella ha estudiado. Aprobado esta misma semana en el Consejo de Ministros, llega en un momento en el que hay voces machistas que no se esconden. ¿Por qué? “Como decía Susan Faludi, en su libro Backlash, (en español Reacción) es una respuesta antifeminista. Ella habla, ya en los 90, de esa reacción ante la posibilidad de que las feministas puedan conseguir su objetivo, la igualdad. Mientras las mujeres están marginadas, invisibilizadas y machacadas, no son competencia y se puede ser galante y condescendientes con ellas y simpatizar con su causa”.

P.- Y así, quizá que el machismo sea más combativo. ¿Podría ser una buena señal para el feminismo?

Es una prueba de que las feministas avanzamos, pero también es una amenaza para nosotras. Porque ahora el machismo ha encontrado la excusa perfecta que es la del colectivo trans, que es hablar en nombre de un colectivo discriminado. Un colectivo que sirve de pretexto para cuestionar los avances en igualdad.

P.- ¿Falta información sobre la Ley Trans? ¿Es un tema complejo y confuso?

Es un tema complejo y confuso y, en parte, voluntariamente confuso. Hay gente interesada en que no entendamos lo que está en juego. Se repite mucho que los derechos trans son derechos humanos, sin precisar quiénes son los trans ni a qué derechos nos referimos. La bomba de esta ley es la libre elección de sexo. Se juega entre la elección de género y sexo y con la idea de autodeterminación como si fuera una idea de libertad. Esta confusión en parte es deliberada. Y este apelar a los Derechos Humanos y a los derechos de un colectivo actúa como un chantaje emocional. Hay que atender a los sufrimientos de este colectivo, pero esta ley no se dirige al colectivo transexual. Esta ley no parte de que hay un colectivo que sufre y que no ve respetados sus derechos al que hay darle esos derechos. Esta ley establece que el sexo se elige. Lo cual es una barbaridad científica y legal y políticamente e ideológicamente tiene consecuencias.

P.- ¿Quién gana aquí?

El patriarcado, porque desmonta todas las políticas de igualdad y de protección de las mujeres. Por ejemplo, el hecho de que mujeres y hombres compitan en distintas categorías es una forma de igualdad: porque es igualdad tratar de forma diferente a los que son diferentes. Nuestros cuerpos son diferentes y por tanto es igualdad cuando se ponen diferentes requisitos para entrar en el cuerpo de bomberos. Tenemos un entramado de leyes que protege a las mujeres contra la violencia. Se establecen duchas y vestuarios separados para niñas y mujeres. Hay leyes contra la discriminación salarial, de paridad en los jurados, en las listas electorales… Pero, ahora, al mismo tiempo, un solo artículo de una Ley dinamita todo esto y lo vuelve papel mojado. La cuestión no es que haya más o menos personas que se declaren mujeres -porque que mujeres se declaren hombres no amenaza a los hombres-. Tampoco sus motivos: la cuestión es que el sexo se vacía de contenido. Y si además el género no es binario, se vuelve electivo y el sexo no existe, ¿cómo tendrás estadísticas para establecer políticas contra la discriminación?

El patriarcado sabe quiénes son las mujeres

Y entramos en los estereotipos de género. Esos contra los que el feminismo lleva siglos luchando. Laura Freixas considera que la Ley Trans “los sacraliza”. Así lo desarrolla: “Se refuerza eso de que ser mujer es llevar tacones y pintarte los labios. Que eso es la verdad de ser mujer. Cuando sabemos que la discriminación que ejerce el patriarcado se establece por el sexo biológico. Los fetos de niñas que se abortan en china o en la India, se basan en el sexo biológico. La mutilación, la trata, se hace con mujeres. El patriarcado sabe muy bien quiénes son las mujeres”.

P.- Suena a uno de los peores enemigos del feminismo.

Me da mucho más miedo esto que Vox. Con la derecha conservadora sabemos quiénes son, sabemos cuáles son sus argumentos. Y aunque ya les hemos vencido, no impide que puedan volver. Pero esta es una más de las llamativas convergencias entre la izquierda y el neoliberalismo. Es sacralizar la libertad individual, ese razonamiento en el que parece que cada persona está sola en el mundo.

P.- Vamos a convertirnos en un país en el que se puede exigir sexo y no nacionalidad.

Sí, la nacionalidad es un poco lo mismo. No puedes elegirla. Es un buen paralelismo. Yo puedo sentirme alemana, pero, primero, no me puedo sentir alemana de forma innata porque el concepto de alemán es un concepto social. Y con el concepto de género pasa lo mismo. No es una elección individual, sino dentro de una sociedad que le atribuye un significado. Yo no puedo ser alemana sin consultar a la nación alemana. Porque les afecta. La cuestión no es si un deportista tiene derecho individual a sentirse mujer, la cuestión entre otras, es si las mujeres con las que competirá tienen algo que decir. Me parece escandaloso que no se consulte a las mujeres.

P.- Estamos viendo que empiezan a darse más premios a mujeres. Pero, ¿cuántos harían falta para alcanzar la igualdad?

Se están dando más premios a mujeres que hombres que antes, pero no creamos que esa es una evolución natural. Es el fruto del activismo y la crítica de mujeres y asociaciones de mujeres del mundo de la cultura que han señalado la injusticia de los premios que se han dado hasta ahora. Si esa presión desapareciera, la inercia patriarcal nos llevaría a un crecimiento desproporcionado de premios a hombres. Es falsa, aunque sea muy consoladora, la idea de que el tiempo nos lleva a la igualdad. Hay es una pugna continua, como en todo. También sería ingenuo pensar que la historia nos lleva a que cada nación tenga un estado, por ejemplo. No es verdad, nada está escrito.

Una historia escrita con mujeres

Recuerda además Laura Freixas que hay “dos tipos de premios: los comerciales y los institucionales, el Planeta y el Cervantes”. Y los importantes, concreta, son los institucionales, “porque son lo que pasan a la historia”. Y lo que importa, insiste, “es romper esta inercia con la cual la historia se escribe sin mujeres”.

P.- Nos vamos a San Sebastián: el Festival de Cine ha decidido eliminar la distinción actor/actriz. ¿A favor, en contra o nos debería dar igual?

Yo estoy en contra. Los hombres dirigen mucho más que las mujeres, como el 80%. Más del 80% de los guiones los escriben hombres. Y más de la mitad de papeles principales los tienen hombres. Quizá el año que viene no, porque está muy reciente, pero si hay un solo premio de interpretación, aunque sólo sea por razones estadísticas, a la larga, en 20 años, los hombres serán muy mayoritarios.

Jorge Barreno

Un premio para la mejor directora

¿Cómo romper esa inercia?, se pregunta ella misma. “Que haya dos premios, aunque sea relativamente injusto, porque las mujeres con menos papeles tendrán más opciones a ganar un premio, es la forma de ayudarlas en sus carreras”. Incide en que “las carreras de las actrices son más difíciles”. Lo explica: “Hay menos papeles para ellas y además suelen ser representación de fantasías masculinas: joven guapa sexy”.

Con los años, “contrariamente a los actores, van perdiendo posibilidades profesionales, hay menos papeles para mujeres de 50 que para chicas de 20”. Eso, insiste, “hay que romperlo y que haya un premio específico para mujeres ayuda”. Y, es más, plantea más caminos por la igualdad: “Yo votaría para que hubiese un premio a la mejor directora. El día que la mitad de las mujeres las dirijan mujeres, quizá ya no será necesario. Pero mientras, la forma de impulsar sus carreras es tener un premio”.