Ver a una mujer como directiva en una bodega importante no es habitual y muchas de las que hay están ligadas a ese vino y a esa tierra desde pequeñas. Por eso es una reclamación unánime: "En el sector del vino, en algunas posiciones hay ya muchas mujeres enólogas, sumilleres... pero queda pendiente que haya más directivas y en los consejos de administración", reconoce Mireia Torres, directora de Innovación de Familia Torres y directora de Jean Leon, un vino que se expande bajo la dirección de dos féminas.

"La mujer siempre ha trabajado en las bodegas, quizá más a nivel bodega como tal y menos en puestos de responsabilidad, ahí es donde aún falta trayecto por recorrer. Pero la cosa está cambiando", añade Cristina Forner, presidenta de las Bodegas Marqués de Cáceres. En su bodega en Rueda, la directora técnica y la enóloga es una mujer, lo que viene a demostrar que cuando las mujeres llegan a la alta dirección abren un camino para que otras suban: "La formación universitaria ha contribuido mucho a que la mujer se lance y arriesgue más para defender lo que sabe. Tenemos que creernos que sí lo podemos lograr". 

De cómo ha cambiado la cosa sabe mucho Marisol Bueno, la segunda mujer en España que dirigió una Denominación de Origen, la de Rías Baixas, desde 1986 hasta el 2007, y viticultora ya en 1979. "Éramos poquísimas entonces y resultaba raro". El problema para ella no es tanto entrar en el mundo del vino como seguir y ascender: "Muchísimas abandonan o se quedan en un puesto de menos responsabilidad porque no pueden estar fuera de casa demasiado tiempo. No tienes más que ir a una feria de vino para verlo".

Diversidad

Todas están de acuerdo en que el mundo del vino es perfecto para la mujer por su sensibilidad, su sentido práctico de los proyectos, la forma de instaurar prioridades que desarrollamos en la vida, pero también que hay procesos muy duros que chocan con la vida familiar y es ahí donde las leyes deberían ayudar.

"Tenemos maneras diferentes de hacer y de enfocar las cosas, pero son visiones complementarias. Tanto en posiciones directivas como en consejos de administración de las empresas que haya mujeres porque puede ser muy enriquecedor", advierte Mireia Torres.

Y reconoce, entre risas e indignación, que ella sí que ha tenido que vivir algunas situaciones machistas aunque fuera jefa: "Estábamos visitando bodegas en 2004, yo era directora técnica, y entramos en una en Ribera del Duero y el capataz me preguntó si tenía la regla o estaba embarazada, porque si era así, no podía pasar porque el vino se podía cortar. Me indigné muchísimo y me sorprendió que en los años en los que estábamos hubiera gente que pensara así".

Cristina Forner no se acuerda de si ha vivido situaciones como esta. "Que yo lo haya percibido como tal nunca". Y eso que al final, ella tiene la última palabra en su bodega: "Una cualidad de las mujeres es la permanente conciencia de que todo sea una decisión consensuada y cuando decides un proyecto y todos se involucran, ahí reside la base de su éxito. No en imponer".

Por eso no cree en el sistema de cuotas, "tienen que llegar por sus méritos", pero sí que las mujeres tienen que tener más ambición: "El mérito te lleva ahí y eso no quiere decir sólo inteligencia, también es proponérselo porque es un gran sacrificio. Las enólogas en las vinificaciones no hay hora y en Rueda son vendimias nocturnas. Hay que estar ahí de noche y muchas veces avanzado el día. Hay que contar con apoyo".

Conciliar sigue siendo una palabra mágica que, como el buen vino, tiene que nacer de la combinación perfecta de muchas cosas. "Fue muy duro para mí porque soy de la generación de las superwoman, trabajar y asumir otros roles. Lo recuerdo como una etapa muy dura", advierte Mireia Torres, madre de dos hijos. 

Marisol Bueno sabe que la mayoría de la carga de la casa recae siempre en la mujer y por eso asegura que "habría que pensar en otras fórmulas porque las que hay ahora no funcionan y son demasiado estandarizadas. Hay que ver el caso de cada uno". Con 71 años ella también reivindica sus problemas para conciliar: "También los tengo porque tengo nietos, una madre que tiene 100 años que soy la responsable, y las cosas se hacen como se puede. Para la mujer eso siempre es un problema y lo que define la situación es que haces las cosas como se puede". 

Mireia Torres 

Directora del Área de Innovación y conocimiento de Familia Torres. Directora de Jean Leon y Presidenta de la Fundación Miguel Torres.

Por mucho que se apellide Torres, Mireia (Barcelona, 50 años) advierte de que entró en el mundo del vino por pasión, no por obligación. "Tengo una hermana que desde pequeña ya tenía claro que quería ser médico y es lo que ha hecho".

Estudió Ingeniería Química y se fue a Montpellier (Francia) a especializarse en enología. Volvió enamorada del vino y "más patriota que nunca": "Cuando estás allí y los franceses te dicen que sus vinos son los mejores cada día. Al final te entra un rebote y dices pues no", bromea.

Su primera vez en una bodega fue en el campo, recogiendo uva y cuando le pagaron con un billete de 100 pesetas descubrió lo agradable que resulta el trabajo en la naturaleza y su verdadero valor. "Tenías que estar muchas horas en en bodega, tenías contacto directo con los proveedores y con los payeses que venían a traer la uva y me gustaba mucho".

Es la parte de la familia más rompedora y la que defiende que "la innovación siempre tiene que estar para mejorar y solucionar problemas, optimizar los procesos y desarrollar nuevos productos". "Incluso los romanos, cuando hacían vino, estaban innovando", advierte.

En su trabajo busca adaptarse a los nuevos retos (cambio climático, nuevos gustos en el consumidor, proyectos diferentes) desde el respeto a una tradición que es casi mágica. Ella sí es de las que cree que la mujer se ha incorporado también al mercado con gustos claros, que no siempre es una cuestión de blancos o tintos. "En el caso de Viña Esmeralda [blanco] el público target es femenino y realmente es donde más funciona. Pero eso no quiere decir que no haya muchas mujeres, entre las que me encuentro, que elijan entre uno u otro en función del momento".

Mireia es consciente de que la llegada de mujeres a la cúpula de las empresas bodegueras hace que muchas más se animen. "En Jean Leon [de la que es directora] de 15 personas, el 40% es mujer, y en Innovación, un 50%, más o menos".

Además, defiende el sentido especial de las sumilleres porque la percepción de la mujer en muchos sentidos está más desarrollada. "Sí que interfiere mucho el tema hormonal. Cuando estás embarazada es increíble, la percepción de los olores me cambió un montón esos meses e inclusos las preferencias. Las mujeres tienen una especial sensibilidad sobre todo en el análisis organoléptico".



Su recomendación personal: el Jean Leon Gran Reserva.

Cristina Forner

Presidenta de las Bodegas Marqués de Cáceres.

Aunque nació en Francia, algo que es imposible de olvidar en cuanto abre la boca, España y el vino corren por sus venas por impulso familiar y por el de su propio corazón. "La primera vez que probé el vino tendría 18 años, en una comida familiar. Afortunadamente en mi casa siempre se han bebido buenos vinos y esa primera vez me cautivó".

Su padre supo transmitirle el valor, con mayúsculas, que tiene el mundo del vino y no en su sentido más material. "Se trata de apreciar buenos productos, situarlos en su valor que no es sólo una cuestión de precios, sino de respeto, cultural, de cómo se produce, del carácter humano, de todo lo que involucra en cuanto a economía local… Un producto que nace de una tradición de una materia prima cuidada y del trabajo del hombre".

Eso, precisamente, decía uno de los enólogos más reputados de Francia, en los años 60, Emile Peynaud, que fue quien aconsejó a Enrique Forner dónde ubicar su bodega pionera en la Rioja allá por los 70. "Él decía que el vino es un 50% la naturaleza y el 50% el trabajo del hombre. Y hay que saberlo".

Habla de los olores de las bodegas de Burdeos, donde trabajó dos años antes de instalarse definitivamente en La Rioja, en 1983, y de las de España, como si fuera la lista de las provincias y comunidades que aprendes de carrerilla en Primaria. "Allí eran sólo tintos y aquí tuve ocasión de tener un abanico mucho más amplio porque elaboramos blancos, rosados, tintos...". 

Marqués de Cáceres cumple ahora 50 años, eso sí lo sabemos, pero no su edad, que bromea cuando se le pregunta asegurando: "Tengo los años como los vinos de gran reserva, maduro pero que mantienen la fruta".

Sabe que las nuevas tecnologías son "indispensables si queremos exaltar todo ese trabajo artesanal" y "para ser respetuosos con el entorno porque aquí están las viñas también y hay que mantener la naturaleza". Pero sobre todo, lo que está cambiando es el lenguaje, pues no se puede caer en un oscurantismo que acabe cerrando el paso a nuevos clientes y ahí las mujeres tendrían mucho que decir: "La mujer sumiller a parte de esa percepción de los sabores y de los aromas, a la hora de comunicar tiene un discurso más acorde con el consumidor".

Su recomendación personal: El Gaudium Marqués de Cáceres y La Capilla de Ribera del Duero. "Depende del momento pero eso sí, en la copa adecuada para poder oírlo hablar".

Marisol Bueno

Propietaria de la Bodega Pazo de Señorans.

Ni siquiera es gallega pero en muchos ambientes se la conoce como la mujer del albariño, una variedad que ha defendido con uñas y dientes cuando se convirtió en una de las primeras presidentas en España de una Denominación de Origen, la de Rías Baixas.

"Cuando en 1979 mi marido y yo compramos la finca, el albariño empezaba entonces en plantaciones grandes porque siempre hubo en nuestra zona pero eran áreas pequeñas alrededor de las casas. Así me convertí en viticultora", explica Marisol Bueno (71 años) casi como si contara una anécdota.

Nació en Zaragoza pero lleva en Pontevedra desde los cuatro años y aunque su primera vocación fue la de enseñar, se licenció en Ciencias Biológicas, la viña ha sido su vida y la de su familia. "Mi primer día de trabajo fue en mi finca, como viticultora. Y después en la bodega. Yo sólo he trabajado en la mía. Era una bodega muy pequeña y hacíamos de todo, desde barrer a prensar. Absolutamente de todo. No recuerdo el primer día pero sí del primer año", asegura.

Y pasaron pocos de esos años cuando ya la habían elegido presidenta del Consejo Regulador que era la Denominación Albariño, como se llamaba entonces, y donde estuvo 21 años. "Al ser yo presidenta del Consejo las mujeres empezaron a trabajar antes como enólogas, como comerciales, como gerentes de bodega… Además de aporté más diplomacia porque antes de mi presidencia había muchas peleas y luego se medían un poco más. En las mujeres siempre hay algún punto en el que te tratan algo diferente, no vamos a decir que somos iguales porque no. Pero no tengo queja".

Entró en el mundo del vino ya con cuatro hijos y con una visión moderna de lo que en Galicia siempre se había hecho casi a pequeña escala y en un almacén detrás de las casas. "En Rías Baixas, en cada casa había una bodega y sigue prácticamente habiendo. En aquel momento no había llegado la explotación del vino como algo distinto a lo que se hacía en casa y nosotros ya empezamos con tecnología punta: prensas neumáticas, tanques de aceros inoxidables... Un cambio porque en las bodegas caseras que había eran en un sitio de tierra y con unas barricas colocadas y una prensa".

Cuando se le pregunta si se jubila dice dos palabras rotundas: "Yo no". Lleva muchos años haciendo un trabajo que sabe que es duro pero muy gratificante. "Tú piensas en vendimia y piensas en una fiesta, aunque es muy duro pero siempre se relaciona con la alegría. Y como me gustaba pues sin problemas".

Su recomendación personal: "Sería difícil decirte un vino porque tengo muchos amigos bodegueros pero que sean fáciles de beber. No me gustan los que hay que hacer una tesis doctoral para entenderlos".