"Puta" e "histérica" son los dos insultos más repetidos a lo largo de la historia para desprestigiar a cualquier mujer que se ha salido de las normas establecidas por los hombres. Ante cualquier atisbo de contestación femenina, la receta siempre es la misma: "Relájate. Te estás poniendo histérica".

Curiosamente ambos conceptos son términos sexuales pero en sí contradictorios: si puta hace referencia a una mujer promiscua y que disfruta del sexo de forma habitual; el de histérica habla de quienes sufrían mareos, cegueras, desvanecimientos, insomnio, irritabilidad o ansiedad, entre otros síntomas, por falta de buen sexo. El "malfollada" clásico.

"Histérica" fue el insulto favorito que utilizaron los españoles en las redes sociales contra la joven Greta Thunberg durante la Cumbre del Clima en Madrid, según el estudio de un medio de comunicación. Antes, Donald Trump la calificó de "niña histérica" y directamente le aconsejó por Twitter: "¡Relájate, Greta, relájate".

No ha sido el único ejemplo. En 2017, en pleno interrogatorio al exfiscal del Estado de EEUU Jeff Sessions por las investigaciones sobre la trama rusa; el asesor de campaña de Trump, Jason Miller, calificó de "histérica" a la senadora demócrata Kamala Harris simplemente por sus incisivas preguntas.

Es relativamente fácil escuchar en las tertulias de la televisión con políticos y periodistas de por medio como ellos le dicen a sus compañeras de debate "Pero relájate mujer". Y si no, que se lo digan a la diputada de Unidas Podemos Tania Sánchez a la que un tertuliano le llegó a aconsejar que se tomara "un lexatín" en mitad de una discusión.

Ser desequilibrado

"Todo converge en la idea de que dentro de cada mujer hay un ser desequilibrado, con un sistema nervioso más débil y mucho más neurótico. El término en sí 'mujercita' se ha utilizado también como insulto, junto con histérica", aclara el decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Jaume I, Rafael Ballester.

Pero, ¿que es realmente la histeria? ¿Una enfermedad o un arma de control masculino sobre la mujer a lo largo de la historia?

Desde la Antigüedad, tanto en tratados egipcios como en griegos, se ha relacionado esta enfermedad psicológica siempre con la mujer. De hecho, hasta su propio nombre, "Histeria", viene de la palabra griega que significa "útero".

En el IV Tratado Hipocrático se habla de ella como una "enfermedad de las vírgenes", relacionando los síntomas con la falta de sexo. Una idea que pasó a Galeano y a Platón: "La llamada matriz y la vulva parecen un animal deseoso por hacer hijos que cuando no produce fruto por mucho tiempo después de la estación, se aflige y entristece, y errando aquí y allá por todo el cuerpo y cerrando el paso al aire, no dejando respirar, produce en el organismo las mayores angustias y genera enfermedades de todo tipo".

Wellcome Collection

La Edad Media y las acusaciones de brujería no hicieron más que acrecentar el concepto y en 1486, en el Malleus Malificarum, ya se hablaba directamente de "epidemias histéricas", un término que ha viajado a lo largo de los siglos para calificar cualquier movimiento de protesta femenino, incluido el 8 de Marzo. "No somos histéricas, somos históricas", protestaban las aludidas.

Masajes pélvicos

El auge de los diagnósticos de histeria, sin embargo, se produjo en el siglo XIX en Reino Unido y Francia. El tratamiento para las acomodadas mujeres victorianas que sufrían de este mal eran los llamados "masajes pélvicos", es decir, masturbaciones forzadas hasta llegar al orgasmo que realizaban los propios médicos o las comadronas.

La humillación era doble ante unas féminas a las que acusaban sus propios maridos de frígidas, histéricas y débiles de espíritu ya que era un extraño el que forzaba lo que en la época se llamaba "paroxismo histérico" bien con la mano bien con un lavaje vaginal mientras un acompañante, su esposo o su madre, se sentaba a su lado a esperar.

La cantidad de "histéricas" tratadas con este método fue tal que a finales del siglo XIX el doctor británico Mortimer Granville inventó el primer vibrador para poder atender estas masturbaciones masivas sin cansarse.

Imagen de la película 'Histeria'.

¿Útero o mente?

Frente a quienes consideraban que la histeria era una enfermedad exclusivamente femenina nacida de su útero, emergió el doctor francés Jean-Marie Charcot y su experiencia médica en el hospital La Salpêtrière, hacia 1862. Charcot contó con casi 4.500 mujeres ingresadas entre dementes, epilépticas e histéricas (diagnosticadas) a las que utilizó en sus estudios para tratar de separar enfermedades físicas de las psicológicas.

Su obsesión fue demostrar que también existían hombres histéricos ya que su línea de investigación establecía el origen de esta enfermedad en trastornos neurológicos, no en el útero, que podrían originarse en guerras o en accidentes industriales.

Sin embargo, su propuesta de tratamiento, la hipnosis, acabó debilitando en parte sus teorías, y convirtiendo sus experimentos en espectáculos teatrales con la mujer como triste protagonista. El propio Charcot reconoció años después su error.

Eso sí, estos estudios fueron oro para uno de los alumnos más aventajados en sus clases: Sigmund Freud y el psicoanálisis.

En España, también hubo histéricas

Las teorías de Charcot llegaron también a España pero más tarde y matizadas. Aunque los médicos españoles apostaban por teorías más conservadoras, los diagnósticos de histeria y los espectáculos de hipnosis también tuvieron lugar en nuestro país, como reflejan algunos libros de la época. 

De hecho, en 1894, el Gobierno preguntó a la Real Academia de Medicina sobre la efectividad del tratamiento de la hipsnosis y ésta contestó que se trataba de un ejercicio peligroso y que sólo podía ser dirigido por médicos.

"Los tratamientos eran muy similares porque era una corriente europea y los ginecólogos españoles más afamados se habían formado en Europa", explica Rafael Ballester.

Uno de los ginecólogos más importantes de España en la época, el catalán Miguel A. Fargas, establece en sus tratados el peligro de una cópula no completa que puede provocar "ataques histeriformes" y "vaginismo".

Y establece como prescripción el control de la sexualidad femenina dirigida exclusivamente a la maternidad: "Para la mujer sexuada, su porvenir, su bienestar y su felicidad están en su aptitud perfecta para la maternidad".

Estas teorías médicas afectaronn directamente a aquellas mujeres a las que se les ocurría entrar en la vida pública de alguna forma, sobre todo a activistas o escritoras, como Charlotte Perkins Gilman, a la que se la condenó en EEUU a descanso y una dieta a base de leche por histeria.

Para los médicos del momento, si las féminas estimulaban demasiado un órgano concreto podían provocar el deterioro de otro, es decir, si desarrollaban su cerebro demasiado perjudicarían sus órganos reproductores y acabarían histéricas.

Con la llegada del siglo XX la histeria perdió fuerza en los diagnósticos sobre todo después de que en 1950 la Asociación Americana de Psicología estableciera que no era una enfermedad mental. Eso sí, la carga negativa del insulto se ha mantenido intacta e incluso se ha popularizado con nuevas connotaciones tras el auge del movimiento feminista.

"En la actualidad todavía hay ese sexismo a la hora de diagnosticar. Si es una paciente siempre se tiende a pensar en que sufre un problema psicológico y si es un hombre, se busca algo físico", concluye Ballester. Y si no se sabe qué es... histeria.

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