En la localidad de Pont-de-Barré, en Francia, un grupo de vecinos decidió desafiar el sentido común mediante una iniciativa verde singular.
Treinta habitantes optaron por compartir un único coche para reducir gastos y fomentar la ayuda mutua. Este proyecto sin fines de lucro demuestra que la solidaridad puede funcionar como una solución real de movilidad sostenible.
El viejo Citroën ZX que une a la comunidad vecinal
Lejos de los coches modernos, el protagonista de esta historia es un Citroën ZX. Según detalla Le Nouvel Obs, este vehículo con radiocasete se convirtió en el eje de un sistema compartido que se diferencia de los locales comerciales de alquiler entre particulares.
Aquí no hay lucro. El objetivo es ofrecer una alternativa verde al vehículo propio en zonas rurales donde el 83,3 % de los hogares posee al menos un auto.
El funcionamiento es simple y confía plenamente en la honestidad del otro. Los usuarios pagan 25 céntimos por kilómetro para cubrir gasolina y mantenimiento.
Xavier, uno de los participantes del proyecto, destaca que la iniciativa verde les permite "solidificar los vínculos". Al usar este recurso común, evitan que los vehículos particulares pasen semanas aparcados sin uso y optimizan los recursos del pueblo.
¿Podría este modelo de ayuda mutua replicarse en España?
La gestión diaria refuerza la solidaridad de las sociedades. En el caso de Pont-de-Barré, las llaves se guardan en el bar del pueblo y cualquiera del grupo puede pedirlas cuando las necesita.
El dueño del bar afirma que "es el principio del pueblo de Pont-de-Barré, se trata de la ayuda mutua y la solidaridad". Esta práctica poco conocida ataca directamente las altas tasas de motorización y ofrece una salida ecológica sin imposiciones punitivas.
Como indican los promotores de la iniciativa, allí, el coche promedio se usa muy poco, por lo cual este esquema colectivo no solo cuida el bolsillo, sino que crea comunidad.
