En el mundo del transporte autónomo, las historias de superación suelen esconderse entre jornadas interminables, trámites administrativos y carreteras que no dan tregua. Lo que pocas veces se ve es la carga emocional y personal que acompaña a quienes intentan abrirse camino en un sector cada vez más exigente. En esa realidad se mueve Rodri, un joven transportista que compartió su experiencia con Mario, creador del canal Rutas de Éxito, en una charla que dejó al descubierto el precio, humano y profesional, de querer salir adelante.
Un proceso duro, largas esperas y un examen que marca el futuro
Rodri explicó que actualmente está inmerso en la obtención del título de transportista, un proceso que antes se resolvía con un único examen anual por comunidad, pero que ahora se convoca cada mes y medio o dos meses, dependiendo de la demanda.
Recordó que, cuando él se examinó por primera vez, muchos aspirantes llegaban a empadronarse en otras regiones para acceder a una convocatoria más cercana. También detalló que las gestiones tenían un coste elevado y que el curso podía rondar los mil euros, a lo que había que sumar las tasas del examen.
El joven remarcó que la prueba se ha vuelto más compleja: primero hay que aprobar las 200 preguntas tipo test, y después superar los cuatro supuestos prácticos. Aseguró que el nivel de exigencia ha aumentado y que los errores penalizan, lo que obliga a llegar con una preparación sólida. En su caso, prevé presentarse de nuevo en diciembre, aprovechando la frecuencia actual de exámenes que permite volver a intentarlo sin esperar un año entero.
Perder a su padre cambió todo: “O tiras para adelante o te vas para abajo”
Rodri relató que el golpe más duro llegó con el fallecimiento de su padre, quien gestionaba la empresa familiar y siempre lo animó a sacarse el título. El trámite para asumir las responsabilidades, cambiar papeles y reorganizar el negocio coincidió con los meses más complicados de la pandemia, cuando notarías y oficinas estaban cerradas. Aun así, le confirmaron que disponía de dos años de margen para regularizarlo todo, un alivio en medio del caos.
A nivel personal, reconoció que ese momento lo obligó a reaccionar: llevaba tiempo trabajando solo, ocupándose de la casa, del camión y de las facturas. Cuando su padre ya no estaba, entendió que debía enfrentarse al proceso de formación que había evitado durante años. Y aunque hubo días en los que quiso abandonar, especialmente cuando tras el primer trimestre vio acercarse otra tanda de exámenes, encontró apoyo constante en su madre y su hermano, quienes lo animaron a seguir estudiando mientras él alternaba viajes, horarios ajustados y clases de 15:00 a 21:00.
La importancia de continuar: “De todo se sale”
Mario le preguntó cuál había sido su mayor aprendizaje, y Rodri no dudó: la paciencia. Aseguró que la vida cambia sin preguntar, que a veces todo se derrumba y aún así hay que continuar. “Si hay que llorar, se llora, pero se sigue. No se deja”, resumió. Para quienes estuvieran pasando por lo mismo, insistió en que nunca es tarde para intentarlo, que el estudio cuesta más con la edad, pero que la constancia pesa más que cualquier obstáculo.
También explicó que una vez obtenga el diploma llevará una copia al lugar donde descansa su padre, porque era lo que él más deseaba. Para la familia, que él consiguiera la titulación significaba ser verdaderamente dueño de su trabajo y de su esfuerzo. Por eso, ahora que está cerca de aprobar, aseguró que ese gesto será su forma de cerrar un ciclo que comenzó con dolor, pero que ha seguido con determinación.
Emprender en el transporte: “Hace falta relevo generacional”
Hacia el final, el mensaje de Rodri se volvió más amplio. Lamentó que hubiera tan pocos jóvenes dispuestos a emprender en el transporte autónomo y recordó que muchos empiezan sin conocer realmente la dureza del sector. Aun así, afirmó que quien tuviera intención y el respaldo para intentarlo, debería lanzarse. Él mismo empezó “probando”, reconoció, pero la vida terminó empujándolo a tomárselo en serio.
En su frase más sincera sintetizó todo el camino recorrido: “Hay que apretar los dientes, y si hay que llorar, se llora, pero se continúa”. Para Rodri, no es solo una forma de ver el trabajo, sino una forma de sobrevivir a una etapa que lo puso a prueba en todos los sentidos.
