Publicada

"Uno de cada cinco individuos animales es bisexual; una de cada cuatro parejas son machos, y alrededor del 14% son hembras", afirma Ricardo Moure, biólogo y divulgador científico.

Con datos tan sorprendentes como estos, Moure desmonta muchos mitos sobre la sexualidad en el reino animal y revela una naturaleza mucho más diversa y compleja de lo que solemos imaginar.

En su libro Sexo Salvaje, invita a abandonar los prejuicios humanos y a observar la reproducción y el comportamiento sexual desde la ciencia, sin las distorsiones del machismo o el moralismo que históricamente han contaminado nuestra mirada sobre la biología.

"Aprovecho para hablar de diferentes reglas de la biología, pero también para combatir ciertos sesgos, prejuicios o creencias sobre cómo funciona la naturaleza, ya que la ciencia ha sido estudiada principalmente por hombres", explica el autor.

Los aspectos invisibles

El científico destaca que muchos aspectos de la biología no han recibido la atención que merecen, como el papel de las hembras o la presencia de relaciones homosexuales y bisexuales en el mundo animal.

Durante mucho tiempo, estos temas apenas se investigaban. Se decía, incluso, que este tipo de comportamientos ocurrían solo en las mascotas, atribuyéndolos a traumas derivados de la domesticación, y no como parte natural de su biología.

"Hoy sabemos que existen comportamientos homosexuales y bisexuales en cientos de especies, distribuidas por todo el árbol de la vida animal: mamíferos, aves, reptiles, anfibios, insectos e incluso equinodermos".

Sin embargo, Moure puntualiza que en los animales se habla de "comportamientos homosexuales o bisexuales", no de que "sean homosexuales", ya que estos conceptos están ligados a la identidad, y en ellos no rigen nuestras categorías sociales o morales.

Los bonobos

Entre los ejemplos más conocidos están los bonobos, nuestros parientes evolutivos más cercanos, que utilizan el sexo como forma de reducir tensiones y conflictos, y son completamente bisexuales.

La mayoría de las interacciones sexuales se dan entre hembras, y son las únicas que liberan oxitocina, la hormona del apego. "Esto les permite establecer vínculos sólidos y generar un matriarcado; son ellas las que mandan en la manada".

En los carneros, uno de cada cinco individuos tiene relaciones tanto con machos como con hembras, y uno de cada diez solo con machos.

Estos carneros "gays" generalmente permanecen en el grupo, no compiten con el macho dominante y ayudan a defenderse de los depredadores. "Es una adaptación para proteger al grupo".

Los cuidados aloparentales

Según Moure, estos comportamientos se mantienen gracias a los llamados cuidados aloparentales: si un carnero homosexual protege al rebaño, está defendiendo a sus sobrinos y hermanas, que comparten con él parte de sus genes, incluidos aquellos que predisponen a esa homosexualidad.

Algo similar ocurre en parejas de pingüinos homosexuales, que adoptan huevos abandonados y contribuyen así a la supervivencia de la especie.

También hay animales que se emparejan durante años. En las gaviotas, una de cada seis parejas muestra comportamientos lésbicos, mientras que en los cisnes negros, una de cada cuatro parejas está formada por dos machos.

"Puede tratarse de atracción, pero no necesariamente tiene una finalidad reproductiva; a veces es una cuestión social, como en los bonobos". Aun así, Moure subraya que no debemos atribuirles características humanas.

Las proyecciones humanas

En el mundo animal también existen comportamientos "engañosos", como los de ciertos insectos en los que un macho inyecta esperma en otro para que, al copular con una hembra, introduzca el material genético del primero.

Otro ejemplo de proyección humana es el de los leones. Los machos jóvenes forman grupos y mantienen relaciones sexuales y afectivas entre ellos.

"Por prejuicios machistas se ha dicho que es dominación o jerarquía, pero no hay evidencia científica de violencia ni de rechazo; es juego y afecto. Somos nosotros quienes proyectamos nuestro propio mundo".

El patriarcado de la naturaleza

En la naturaleza no puede hablarse de patriarcado. "Hemos creado un patriarcado de la naturaleza", afirma Moure. Existen especies donde dominan los machos, pero muchas otras donde gobiernan las hembras, como los bonobos, las orcas o las hienas.

En insectos sociales o arañas, las hembras suelen ser más grandes e incluso pueden devorar a los machos. En las hormigas, por ejemplo, los machos solo viven para reproducirse y luego mueren.

Moure además desmiente el mito romántico del Rey León. Los machos suelen durar poco como líderes, y el verdadero linaje y la herencia cultural los transmiten las leonas.

"Hemos observado la naturaleza con un sesgo enorme, incluso en cuestiones como la infidelidad. Las aves y las leonas pueden ser tremendamente infieles, a veces como estrategia para evitar el infanticidio cuando cambia el macho dominante".

Evitar la falacia naturalista

Comparar comportamientos animales con los humanos, advierte, no siempre es útil, aunque sí necesario para romper prejuicios culturales sobre el mundo natural. "Como divulgadores, debemos explicar que algo es natural y sucede, pero evitando la falacia naturalista: creer que algo es bueno solo por ser natural".

De hecho, recuerda, Hitler utilizó teorías tergiversadas de Darwin como justificación del racismo y el machismo, del mismo modo que a veces se usa la noción de "lo natural" para legitimar desigualdades.

Estos comportamientos también se observan en animales domésticos, aunque con diferencias propias. "Sufren de neotenia: son una versión infantilizada del animal salvaje. El cerebro de un perro, por ejemplo, se parece al de un lobo joven".

Esa característica les permite aprender mejor, pero los mantiene en una suerte de "adolescencia eterna", donde están muy sexualizados y pueden mostrar comportamientos homosexuales o hacia objetos.

Incluso en especies como las chinches de cama o las moscas de la fruta, se observan numerosas relaciones sexuales entre machos, a veces por confusión o simple excitación.