En un comportamiento que a menudo desconcierta a los dueños, muchos perros sienten la irresistible necesidad de revolcarse en excrementos, animales muertos o cualquier sustancia con un olor particularmente desagradable. Lejos de ser un acto malintencionado, esta conducta está profundamente arraigada en el cerebro emocional del animal.
"Si un perro se restriega en una caca, en un animal muerto o en algo que huele fatal, lo hace porque su cerebro sigue siendo en esencia el de un animal con instintos", explica Aída, veterinaria y educadora canina en un vídeo de Instagram. Esta práctica tiene un nombre técnico: enmascaramiento olfativo.
Un comportamiento heredado
Históricamente, este comportamiento era crucial para la supervivencia de sus ancestros. "Es una conducta ancestral que servía para camuflar el olor corporal o comunicar información al grupo social", detalla la experta.
Aunque los perros domésticos de hoy en día no tienen las mismas necesidades que los lobos o los perros salvajes —no requieren esconderse para cazar ni camuflarse de depredadores—, sí conservan estas tendencias innatas. La razón actual de este acto radica en que les sigue proporcionando placer, estimulación y bienestar sensorial.
Por esto, Aída hace hincapié en la importancia de cambiar la perspectiva sobre este hábito: "Lo importante es entender que no es una conducta problemática. Es un comportamiento natural, algo que forma parte de su manera de estar en el mundo y de autorregularse".
Riesgos de inhibición
Intentar suprimir constantemente el enmascaramiento olfativo puede tener consecuencias negativas para el bienestar del animal. "Cuando intentamos inhibir constantemente este tipo de comportamientos, lo que hacemos es reprimir una parte de su exposición natural y eso puede generar frustración, estrés o incluso una disminución del bienestar general del perro".
En lugar de controlar cada movimiento, la educación canina debe centrarse en el acompañamiento y la comprensión. La recomendación no es permitir absolutamente todo, sino ofrecer espacios y momentos seguros para que el animal pueda simplemente ser un perro, para oler, para explorar y revolcarse si le apetece.
La experta concluye que la clave para una convivencia armónica reside en una perspectiva diferente sobre el control: "Hay que entender cuándo intervenir y cuándo simplemente acompañar". Tener en cuenta las reales necesidades de tu perro y no controlarlas es el verdadero reto. "Tu animal no necesita corrección muchas veces, sino que necesita comprensión".
