La educación canina ha evolucionado mucho en las últimas décadas. Los antiguos métodos basados en la presión y el castigo han dado paso a un enfoque más respetuoso: la educación en positivo.
Un camino que busca guiar al perro con empatía, confianza y reforzamiento de conductas deseadas. "Los perros no vienen genéticamente preparados para saber convivir en una sociedad humana", afirma Anika Rytel educadora e instructora canina, en una entrevista con Mascotario.
"Nuestra labor es acompañarlos y enseñarles a moverse en un mundo hecho por y para humanos", asegura la educadora. Por esto, el adiestramiento de perros ha cambiado durante el curso del tiempo hasta convertirse en una mirada más tierna y cuidadosa.
La sociedad humana
La educadora señala que los perros habitan en espacios urbanos artificiales, con normas de convivencia muy estrictas. El tráfico, el silencio en ciertas horas o simplemente la forma de saludar.
Desde su perspectiva, "para un can, cosas como ladrar, perseguir gatos o defenderse en ciertas situaciones son lo más normal del mundo". Pero en nuestra sociedad estos comportamientos pueden resultar problemáticos.
Aquí es donde entra en juego la educación en positivo.
La educación por presión
Durante décadas, el adiestramiento se basaba en técnicas agresivas. "A un perro se le gritaba, se le limitaba, se le tiraba de la correa cuando hacía algo mal". La finalidad era clara: que el perro evitara castigos.
En aquel entonces, estos animales eran vistos únicamente como algo funcionales. "Hace 50 o 60 años se percibían simplemente como una mascota que ni sienten ni padecen y punto. Estaban aquí para servir al hombre".
Este paradigma cambió con la evidencia científica y social de que los perros son seres emocionales con gran capacidad de generar vínculos afectivos. "Hoy sabemos que tienen fuertes sentimientos, crean vínculos de apego con nosotros y entre ellos mismos".
Este cambio mental abrió camino al enfoque positivo.
¿Qué significa educar en positivo?
La educación canina en positivo no consiste en ignorar conductas negativas ni en repartir premios sin medida. Se trata, en palabras de Rytel, de acompañar al perro en las situaciones que va viviendo nuestra sociedad.
"Hay que guiarle hacia el comportamiento más aceptado, y que en esas experiencias viva sensaciones positivas", explica la educadora.
Si el perro tiraba de la correa, el clásico método antiguo era meterle un tirón fuerte con una herramienta. Hoy, el método positivo consiste en que cuando camina sin tirar, se le premia.
Si intenta tirar, se redirige y, una vez la correa vuelve a estar suelta, se refuerza la conducta correcta. Así, aprende. "Si hago esto, se me premia; si hago esto otro, no. Como la primera opción es más agradable, la repetiré más veces".
El positivismo
Una confusión extendida es pensar que educar en positivo se reduce a llenarlo de chuches. Rytle lo desmiente. "Cada perro es diferente, y lo que significa para uno una sensación agradable puede ser comida, para otro un juguete, o para otros simplemente jugar o recibir una caricia".
Más aún, distingue entre educación en positivo y positivismo. Este último, señala, cae en el extremo de pensar que lo único que se debe hacer con un can es premiarle y punto.
El problema de esa visión es que el animal no recibe información de que algo concreto está mal. "Si persigue al gato del vecino y yo nunca le digo nada, él seguirá sin entender que está mal. Se autorrefuerza porque disfruta esa acción".
La educación en positivo, en cambio, sí establece límites: "Si muerde un sofá, lo aparto sin causarle daño y le ofrezco un juguete que sí puede morder". Así, entiende qué conductas se desvían y cuáles son aceptables.
Los pilares de la educación en positivo
Este enfoque se sostiene sobre cuatro fundamentos clave:
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Construir un vínculo sólido basado en confianza.
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Mantener una comunicación clara y coherente entre humano y perro.
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Compartir actividades lúdicas que fortalezcan la relación.
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Cubrir necesidades básicas (alimentación, salud, descanso, ejercicio).
El corazón del método es formar un lazo de complicidad. "Se trata de construir un vínculo sólido que le dé la confianza suficiente para decir: ‘Vale, tú eres mi guía en este mundo que no entiendo, confío en ti, me divierto contigo y cada vez que te hago caso todo sale bien’".
