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La forma en que los humanos expresamos cariño hacia los animales no siempre coincide con la manera en que ellos prefieren recibirlo.

Así lo explica la veterinaria y experta en comportamiento animal Laura Londoño, quien recientemente ha compartido en su cuenta de Instagram un vídeo en el que aborda temas de gran importancia como el afecto que mostramos hacia los gatos

En sus propias palabras, Londoño afirma: "A los humanos nos encanta demostrar el amor con abrazos, besos y contacto físico, pero esa no es la forma favorita en que los animales lo disfrutan".

Con esta frase rompe un paradigma muy arraigado entre los tutores de perros y gatos, quienes tienden a asociar el apego con gestos que resultan completamente humanos, aunque no necesariamente bien recibidos por sus compañeros de cuatro patas.

La veterinaria insiste en que los animales encuentran mayor placer en otras formas de relación: "Ellos se relacionan más a través de lo que realmente les gusta: juegos, caricias en sus zonas preferidas, alimento, tiempo de calidad, rutinas seguras y respetando su espacio".

De esta manera, señala que el amor hacia las mascotas se construye desde la empatía, observando qué conductas les generan comodidad y cuáles, en cambio, pueden ser invasivas.

Algo que, según ella, resulta fundamental para entender si están disfrutando de la interacción o si, por el contrario, necesitan distancia. "La mejor forma de amar a un animal es entendiendo sus necesidades, no solo expresando las nuestras", sostiene.

Detrás de estas recomendaciones hay también un respaldo científico. Diversos estudios de etología han demostrado que los abrazos y el contacto físico excesivo pueden generar señales de estrés en muchas mascotas.

Investigaciones publicadas en Applied Animal Behaviour Science confirman que la presión física y el encierro corporal son percibidos, en varios casos, como una restricción que limita la libertad de movimiento, lo que deriva en incomodidad. Por eso, aunque los abrazos para nosotros son una muestra de ternura, para ellos pueden significar lo contrario.

Lejos de sugerir que no se acaricie o no se conviva con las mascotas, la especialista propone otras vías de conexión emocional. El juego, por ejemplo, no solo fortalece el vínculo, sino que ayuda a canalizar la energía y reducir el estrés.

Las caricias en las zonas que cada animal disfruta, ya sea detrás de las orejas, en el lomo o bajo el mentón, constituyen otro gesto simple pero poderoso. A ello se suman las rutinas estables, que generan seguridad, y los momentos de calma compartida, que consolidan la confianza.

El respeto del espacio es, quizás, una de las recomendaciones más relevantes de Londoño. Muchas veces, los tutores insisten en interactuar con sus mascotas cuando ellas buscan descanso o aislamiento, lo que puede traducirse en señales de incomodidad.