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Moscú es una gran ciudad con una red de metro impresionante y una cantidad ingente de turistas que vagan a todas horas. Los perros callejeros prefieren vivir en los barrios, donde la vida es más tranquila y hay menos gente que los moleste.



Allí encuentran más lugares cómodos para descansar y dormir. Sin embargo, en estas zonas la comida escasea.

Por esta razón, comenzaron a usar el metro para ir al centro. Un estudio de AnimaNaturalis observó el comportamiento de estos animales para investigar este hecho inusual.

"Empezaron a aparecer muchos por la mañana temprano en el metro, como quien se levanta pronto para ir a trabajar", afirma Carmen Ibarlucea, de Animales con Derecho.

Qué línea tomar

No se sabe con certeza cómo aprendieron a usar este medio de transporte ni cómo descubrieron en qué estación bajarse. Tampoco a través de qué vagones podían desplazarse por la ciudad. Sin embargo, parece que conocen exactamente qué línea tomar y dónde abandonar.

Se cree que aprenden por experiencia, reconociendo olores, sonidos e incluso rostros humanos. Se bajaban en las paradas más turísticas, subían hasta la superficie y allí comenzaban su búsqueda de comida.

Detectar el miedo

El estudio indica que "observan a la gente y son capaces de detectar quién tiene miedo de ellos y quién no". A través del olfato, los perros identifican emociones.

Escena ilustrativa del curioso hecho en el metro de Moscú. Facebook: AnimaNaturalis España

De esta manera, si se encuentran con una persona que va comiendo por la calle y que se asusta en cuanto los ve, se acercan de forma amenazante: miran fijamente, gruñen y ladran, para que el humano salga corriendo y deje su comida en el suelo.

Así, consiguen algo que llevarse a la boca. Por otro lado, si detectan que aquel que está comiendo no es asustadizo, como suele ocurrir con la mayoría de los niños, se aproximan con una mirada tierna, mueven la cola y ladean la cabeza, muy probablemente levantando una oreja.

La cacería del shawarma

La gente, conmovida, no puede llevárselos a casa ni buscarles una protectora en Moscú, pero sí regalarles algo de comida. Además, se ha observado, entre estas conductas adquiridas, lo que en Rusia han llamado la 'cacería del shawarma'.

Se trata de una sofisticada emboscada en la que un perro espera tranquilo y tumbado junto a los quioscos, levantándose de un salto y ladrando a los turistas en el momento en el que estos recogen uno de los populares wraps calientes.

Los visitantes, ante el susto que provoca el ladrido intempestivo, suelen soltar su preciada comida, con un porcentaje altísimo de éxito para el can. "Así consiguen alimentarse. Son muy inteligentes".

Un sexto sentido

Estos animales han desarrollado un 'sexto sentido', una serie de habilidades psicológicas que les permiten minimizar sus fracasos, percibiendo la intencionalidad y la sensibilidad de las personas, y usando un método u otro según la situación.

Este tipo de adaptación y las nuevas habilidades de los canes callejeros moscovitas pueden considerarse un síntoma de evolución epigenética. Las generaciones futuras nacerán con estas pautas de comportamiento heredadas de sus progenitores.

Estas se mantendrán en el tiempo mientras perduren las condiciones que las originaron. En este caso, se debe a la transformación social de Rusia tras la caída del comunismo, cuando los nuevos capitalistas comprendieron el valor turístico y comercial del centro de la ciudad.

Entonces, se trasladaron los complejos industriales a las afueras, convirtiéndolos en un alojamiento perfecto para estos animales, que debieron idear nuevas formas de ganarse la vida en este nuevo contexto social.

El espectáculo final

El estudio concluye que los canes entienden y tienen un sentido muy claro del paso del tiempo, siendo capaces de calcular cuánto dura el trayecto de una parada a otra y así sobrevivir.

A la hora de volver, ya con el estómago lleno, entran en los vagones, descansan, juegan y se dejan acariciar por la gente.

El comportamiento al bajar es peculiar: "Cuando tienen que salir en la parada de sus barrios, esperan junto a la puerta hasta que está a punto de cerrarse. Solo entonces se bajan".

Esta conducta parece ser una conducta que únicamente se observa cuando han comido y por pura diversión, agrupándose más de un animal para disfrutar del espectáculo.

Aunque son muchísimos los canes que se desplazan por el metro de Moscú sin compañía humana, no se ha detectado ningún problema con el resto de viajeros. Nadie ha sido agredido ni se ha asustado.

Han aprendido a convivir cívicamente, a respetar las dinámicas urbanas, el tiempo y los espacios, encontrando su lugar salvaje dentro de la ciudad artificial.