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"Es solo un animal", "Lo cuidas como si fuera un bebé", "Te importa más tu mascota que las personas", "¿Otra vez al veterinario? ¡Qué exageración!", "¿Vas a pagarle a alguien solo para que lo cuide?"

Son frases que quienes conviven con animales han escuchado demasiadas veces. Comentarios que parecen inofensivos, pero que esconden un juicio constante. ¿Cuántas veces has tenido que justificar tu forma de cuidar y querer tu compañero no humano?

Explicar, una y otra vez, que un ser animal no necesita menos atención que un ser humano. Que, por supuesto, vas a pagar a alguien para que lo cuide con responsabilidad. Y que no vas a encerrarlo en una habitación solo porque tiene "mal carácter".

Hay quienes aún no comprenden lo que significa convivir con un animal como igual, como compañero, como miembro pleno del hogar. Para todas esas familias multiespecie, estos comentarios no solo incomodan: duelen.

Frases como esas no son inocentes. Esconden juicios que cada cuidador tiene que tragarse. Minimizan vínculos reales, restan valor al afecto y desprecian todo lo que compartimos, día a día, con nuestros animales.

Los vínculos multiespecie

"Las familias multiespecie siempre han existido", afirma Paula Calvo, doctora en antrozoología, la ciencia que estudia las relaciones entre humanos y animales. Esta etiqueta ha surgido recientemente para nombrar a aquellas familias cuyos miembros no pertenecen todos a la misma especie.

Un perro o un gato conviviendo con personas cambia el paradigma de las relaciones en el hogar. Se les considera como un miembro más, aunque tengan necesidades diferentes.

"No es raro que sintamos que nuestros animales de compañía son como nuestros hijos", sostiene la doctora. "De hecho, deberíamos aspirar a establecer una relación filial con ellos". A nivel emocional y afectivo los sentimos parte del núcleo familiar, y eso –dice– es perfectamente adecuado.

Una pata de un perro encima de varias manos humanas. Istock

"Eso no quiere decir que no entendamos que son otra especie. Lo que sentimos es que el vínculo afectivo es similar al que establecemos con nuestros hijos humanos". Tanto los perros como los gatos desarrollan un apego comparable al que tienen los infantes preverbales hasta los tres años con sus figuras de referencia.

Según Calvo, este vínculo no solo no es negativo, sino que puede ser beneficioso: "Quienes lo experimentan suelen tener una red social más amplia y una mayor capacidad de empatía con otras especies". Una ventaja tanto psicológica como psiquiátrica.

El problema no es tener una relación cercana con un animal, sino establecer vínculos inadecuados, algo que también puede ocurrir entre personas.

Antropomorfizar: empatizar

"Humanizar no es negativo. El término técnico correcto es antropomorfizar", aclara. Antropomorfizar nos permite empatizar con otros seres: comprender que también sufren, que son felices, que tienen necesidades emocionales y físicas.

Eso no significa atribuirles todas las características humanas. Un gato no siente venganza. Pero puede sentirse amenazado o incómodo, y reaccionar con agresividad para protegerse.

"Cuando dejas a tu perro solo en casa y al volver lo encuentras todo destrozado, no lo ha hecho por venganza. Ha tenido un ataque de ansiedad porque no se siente bien estando solo", explica Calvo.

Cambiar la perspectiva sobre su comportamiento nos permite interpretar sus emociones de forma más justa. Tu perro no quiere castigarte: tu perro lo está pasando mal.

Dicho esto, Calvo advierte que llevar a las mascotas a realizar actividades exclusivamente humanas puede ser perjudicial. Se están popularizando prácticas como hacer paracaidismo con perros o subirlos a globos aerostáticos.

Ella lo cuestiona con firmeza: "¿Qué necesidad tiene un perro de subir ahí sin su consentimiento?" No lo necesita para estar bien. De hecho, en la mayoría de los casos entran en pánico y se bloquean.

Un mecanismo adaptativo

El amor hacia los animales es un mecanismo natural, adaptativo. No es una moda moderna ni algo nuevo.

En civilizaciones antiguas como Egipto, Roma, Grecia o India, los animales ya eran parte del hogar. Y en muchas tribus actuales, lejos de la tecnología, se integran como miembros de la comunidad.

"No es nada nuevo. Hay que desmontar esta idea porque solo genera rechazo", insiste Calvo. Pese a la resistencia de parte de la sociedad a aceptar estos vínculos, herir forma parte del discurso actual.

Pero empezar a entender estas relaciones y no verlas como algo negativo es el primer paso para cambiar. Cuidar de un animal requiere el mismo compromiso que atender a otra persona.

Medicamentos, atención, tiempo, respeto y entrega. Esos son los pilares de cualquier vínculo basado en el cuidado. Calvo defiende el derecho a estilos de vida diversos, incluso si no los compartimos.

Y concluye: "Donde hay animales de compañía, hay menos criminalidad, más capital social y mejor salud mental y física".