En una vivienda compartida en cualquier barrio de Málaga, la escena podría parecer rutinaria: suena el despertador temprano, se recoge la mesa del desayuno y alguien sale al centro de salud, mientras otros se preparan para ir al supermercado. Pero no es la rutina de un piso cualquiera. Es una de las muchas que se viven en los siete pisos tutelados que gestiona la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, dentro de su Unidad de Salud Mental, donde cada detalle está pensado para algo más grande: reconstruir vidas.
Con un total de 25 plazas, este servicio ofrece un entorno seguro y estructurado para personas con enfermedad mental grave que ya han alcanzado cierta estabilidad psicopatológica. El objetivo es claro: fomentar su autonomía personal, facilitar la convivencia y prepararlos para integrarse plenamente en la comunidad.
Algunos de ellos llevan veinte años residiendo en estas viviendas. “Continuarán conviviendo en un piso tutelado hasta que su salud física y el proceso de su enfermedad mental lo permita porque, para ellos, es su casa y su hogar”, explica Laura Gutiérrez, coordinadora asistencial de Pisos Tutelados de San Juan de Dios en Málaga.
Aunque algunos residen de forma prolongada, otros llegan por un tiempo breve, como parte de su proceso de recuperación. En estos casos, los pisos tutelados actúan como una etapa previa al alta médica, donde los usuarios pueden entrenarse en la gestión de su vida diaria antes de volver a casa o ingresar en otros recursos.
Cada año, cerca de cuarenta personas —hombres y mujeres— pasan por estos hogares. Y, aunque las trayectorias son diversas, el acompañamiento siempre es el mismo: 24 horas de atención, con un equipo compuesto por psiquiatra, psicólogo, trabajadora social, auxiliares de enfermería, integradores sociales y personal de limpieza.
"Trabajamos con ellos para que sean capaces de ganar en autonomía y desarrollo personal, en poder decidir sobre sus vidas, en intimidad, y sus relaciones sociales y sus redes de apoyo se incrementan", explica Gutiérrez. Aprenden a convivir, a resolver conflictos cotidianos e incluso a luchar con la frustración.
"Intentamos que potencien todas las actitudes positivas que poseen y que trabajen en minimizar los problemas que les puedan surgir relacionados con su enfermedad, bien por sí mismos o con ayuda del equipo multidisciplinar. Todos estos factores y muchos otros, hacen que la persona se sienta útil, aumente su autoestima y refuerce su identidad", añade.
Una vida lo más normal posible
La rutina en estos pisos busca parecerse, como decíamos, a lo máximo posible a la de cualquier casa. Cada residente colabora en las tareas domésticas, sale al supermercado, acude a talleres o actividades formativas. Por las tardes, las actividades de ocio completan una jornada donde la vida social y la autonomía se convierten en terapias en sí mismas.
El programa se articula además con recursos comunitarios: bibliotecas, centros de salud, polideportivos, escuelas de adultos o restaurantes concertados, que no solo ayudan a cubrir necesidades, sino que actúan como una herramienta rehabilitadora.
Desde su puesta en marcha en 1996, el servicio ha buscado un modelo de atención humanizado, centrado en la persona y no solo en su diagnóstico. Con un enfoque terapéutico, se favorece un entorno que minimiza el estrés, promueve relaciones de confianza y refuerza el sentido de dignidad e identidad personal.
Con este modelo, la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en Málaga continúa una labor que inició hace más de un siglo y que hoy sigue teniendo el mismo fin: acompañar a las personas en su camino hacia la recuperación y la inclusión plena, respetando sus tiempos, su historia y sus posibilidades.