Publicada

Cada Navidad, el belén de Playmobil de Alejandro Ríos ocupa un poco más de espacio de su casa, en el barrio malagueño de Teatinos. Este año, directamente, ha conquistado la mitad del salón. “Ya no cabe más”, admite entre risas este joven malagueño, historiador del arte, que desde hace más de un lustro levanta en su casa un belén artesanal de Playmobil que pronto dejará de ser un proyecto doméstico, ya que su objetivo es empezar a pedir salida al exterior de cara al próximo año.

El montaje de esta original obra supera ya las 200 figuras de animales y ronda las 150 figuras humanas. Cifras que hablan del crecimiento de una tradición que nació mucho antes de que el belén haya empezado a ganar tamaño. En el origen está su padre. “De pequeño siempre pedía un belén, pero nunca llegó. Aun así, en casa se me inculcó mucho el respeto y el cariño por esta tradición”, recuerda Alejandro. Fue ya de adulto, cuando comenzó a trabajar en la sección de juguetes de El Corte Inglés, cuando decidió comprarse su primer belén de Playmobil. Aquel gesto fue el inicio de todo.

Desde entonces, el belén ha ido creciendo año tras año, al mismo ritmo que lo hacía la ilusión por seguir mejorándolo. Hoy, el conjunto no solo es más grande, sino también más ambicioso en lo narrativo y en lo estético. Este año incorpora una muralla que separa el pueblo del campo, aportando profundidad y orden a la escena. El acceso se realiza a través de un arco del triunfo completamente artesanal, diseñado y pintado por él mismo, que se convierte en el punto de entrada de los Reyes Magos. Para reforzar ese momento, Alejandro ha personalizado tanto a los Reyes como a sus pajes.

La identidad malagueña vuelve a estar muy presente. Junto al ya imprescindible cenachero aparece un biznaguero personalizado y un arcángel creado a partir de distintas piezas de Playmobil, con alas adaptadas de otras figuras. Una farola coronada por una pequeña bandera de Málaga completa ese guiño local que, según explica, “no puede faltar” en un belén como el suyo.

Una imagen del belén.

Como historiador del arte, Alejandro no renuncia a dejar su huella personal en forma de referencias culturales. Van Gogh vuelve a aparecer escondido en alguna esquina, pintando, como reflejo directo de su formación. En el palacio de Herodes se esconde un demonio casi imperceptible. Cerca de la luna, un astronauta observa la escena desde otro tiempo. Y Papá Noel, lejos de surcar el cielo, ha acabado este año encerrado en un calabozo tras ser capturado por los romanos, ya que son los Reyes Magos los que traen regalitos. “Me gusta que quien lo vea se detenga y descubra cosas”, explica.

La Navidad de Alejandro no se limita al belén de su casa este año. En esta ocasión, también ha colaborado en la decoración navideña de los escaparates de la farmacia de su barrio, El Globo, donde también ha diseñado varias escenas con figuras de su colección y del propio local para ambientar el establecimiento. Un trabajo que conecta directamente con su forma de entender la Navidad como algo que se comparte.

El escaparate.

Aunque el montaje lo realiza principalmente en solitario, el belén sigue siendo una tradición familiar. Su padre continúa ayudando en los aspectos técnicos y estructurales, y sus sobrinos empiezan a implicarse, pero de otra manera. “Están creciendo a la vez que el belén. Ya no lo ven como un juego, sino como algo que les hace ilusión construir y cuidar conmigo”, cuenta. Una continuidad generacional que da sentido al proyecto.

Con el salón quedándose pequeño, Alejandro ya mira al futuro. Le gustaría que el belén pudiera exhibirse fuera de casa, a través de alguna asociación de vecinos, archivo o cofradía. “El año que viene, si todo va bien, sale de aquí”, adelanta. Lo que empezó como una ilusión personal se ha convertido, con el paso de los años, en una tradición viva que sigue creciendo, pieza a pieza, cada Navidad ¡y quien sabe si no se convierte en un punto de referencia en la Navidad malagueña!