Cuando creemos estar curados de espanto y que las historias, anécdotas y curiosidades que adornan la provincia de Málaga se agotarán o, al menos, dejarán de sorprendernos, nos enteramos de otro hecho sucedido justo aquí al lado y nos quedamos con la boca abierta de par en par sin saber muy bien qué decir. Si hace unas semanas relatábamos cómo la heroína de cómic Barbarella había dado nombre a un centro de salud de la capital malagueña gracias a una carambola del destino, hoy EL ESPAÑOL de Málaga lanza un dato que quizá usted no sepa: que el Batman de Adam West, tal vez la única interpretación del personaje tebeil que vale la pena, se fraguó en una pequeña casa de Torremolinos.

¡PUM!

Exacto: empleamos la característica onomatopeya de la televisiva serie para dejar constancia de que esta información, que hará las delicias de los freaks más mainstream y de los mitómanos más solitarios, nos ha dejado picuetos.

Batman pudo aprender a surfear en Torremolinos.

Pero ¿cómo es posible? Pues la cosa es bien sencilla (mirada con perspectiva): a mediados de los 60 Torremolinos no era el lugar que es hoy en día, sino que era un barrio marinero lleno de vida, rompedor, vanguardista, moderno, cool y vibrante, un entorno sin límites gracias a que se había transformado en el rincón favorito de artistas, vendehumos, buscavidas y demás gente de malvivir llegada de todas partes del globo. En pleno Franquismo, la todavía no localidad torremolinense suponía un fallo cuántico en la Matrix dictatorial de una España que miraba hacia al sur sin comprender nada y no pudiendo hacer otra cosa sino envidiarla.

¡Zum! ¡Pow! ¡Cataplás! y así.

Y en un lugar como éste, que era el sitio donde había que estar, justo en el momento en el que había que vivirlo, un guionista venido a menos, Lorenzo Semple Jr., un neoyorquino de pura cepa, se pasaba las noches cálidas de Málaga escribiendo diálogos con los que pagar su estancia en nuestro país.

Un artesano de raza

En un tiempo en el que los escritores y guionistas no eran grandes artistas sino más bien profesionales conocedores de las triquiñuelas de su oficio, y más cercanos a fontaneros que a creadores endiosados, Semple trabajaba dando origen a historias destinadas a verse en televisión una sola vez para después caer en el olvido y en el sueño de los justos.

Sin embargo, el tiempo haría que su visión de un Batman pop, absurdamente divertido, lleno de colores primarios y gadgets prefijados de 'bat-' (legendario el batspray repelente para tiburones), llegara a ser canon para un personaje que más tarde gracias, o por desgracia, a autores como Frank Miller se transformaría en un sieso manío, un tío penas sin gracia, el amigo vinagre de la Liga de la Justicia de América.

Batspray repelente para tiburones.

Actualmente, que vivimos saturados de películas y artefactos audiovisuales basados en superhéroes, tal vez no nos extrañe el éxito que tuvo la serie de Batman y Robin, pero en su momento resultó ser un bombazo inesperado que demostró a los mandamases de la industria de Los Ángeles que los tebeos podían generar mucho dinero.

No obstante, fue un encargo de un productor de Hollywood, William Dozier, quien se reunió en 1965 con el hijo del señor Semple en los madrileños jardines del Ritz para proponerle que escribiera el piloto de una serie sobre un héroe enmascarado que se dedicaba a rondar por las oscuras noches de Gotham repartiendo mamporros a diestro y siniestro. Y acompañado por un niño en mallas, para más señas.

Como escribimos, Lorenzo era un profesional, por lo que no le hizo ascos al proyecto: el trabajo es trabajo. Y, así, hasta arriba de sangría fresquita, como afirmaba nuestro autor, y lo que le dio el puntito necesario a su estilo, se puso manos a la obra y perfiló el tono de unas historias simpáticas, desprejuiciadas, que no se tomaban en serio a sí mismas porque, vamos a ver, ¿quién puede tomarse en serio las historias de los superhéroes, aparte de los niños menores de cincos años?

Un éxito como un batcañonazo

El resto, como nos gusta escribir, es historia: los Batman y Robin dicharacheros y fondones de West y Burt Ward se unieron a una panoplia de personajes inolvidables interpretados por auténticos gigantes: Cesar Romero como el mejor Joker de la historia (le pese a quien le pese); Neil Hamilton como un comisario Gordon que rivaliza en despiste con el jefe de policía Clancy Wiggum; Yvonne Craig como Batgirl, o una enmarcable Julie Newmar como Catwoman.

Lorenzo Semple Jr. un poco más estropeado de cuando vivía en Torroles.

Fue tal el éxito de la serie, que Semple escribió una desternillante versión cinematográfica y, finalmente, se tuvo que marchar de Torremolinos para irse a vivir a Los Ángeles: atrás quedaba su deseada estancia en la Costa del Sol, desde donde enviaba sus guiones mediante correo ordinario.

Para acabar, reseñar que Semple murió el pasado año 2014 a los 91 años, no sin antes escribir otros clásicos como las películas Flash Gordon, The Parallax View o Los tres días del cóndor, entre muchas otras. Y siempre recordó con cariño y añoranza el tiempo en que vivió en Málaga, en Torremolinos, en una época oscura que originó, sin embargo, un cruzado de la capa lleno de color, música, baile y alegría de vivir. Lo contrario de lo que sucede en estos tiempos que nos han tocado en suerte y que deja a las claras una gran lección para propios y extraños.

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