Para entrar en la UE, España tuvo que sacrificar buena parte de su industria en pos del progreso. El fruto de los años del milagro económico que nos hizo crecer desde el 58 al 73 al 7% anual de media, astilleros, industria automotriz, metales automoción...

La SEPI y sus desinversiones de ganga hicieron multimillonarios a muchos inversores extranjeros. Francia y Alemania, que aún hoy poseen buena parte de EDF, Orange, Deutsche Telekom, Stellantis o VW, nos imponían una dieta de adelgazamiento industrial si queríamos entrar en un club que hoy se adivina decadente.

Resulta que tener campeones nacionales no solo no era un error, sino que ahora, el último mito se cae cuando EE. UU. invierte en tomar un 10% de Intel, una industria que consideran estratégica. Lo de Sísifo y la piedra. Ahora estamos invirtiendo de nuevo el dinero público en Telefónica, Indra, influyendo en que Talgo no acabe en un satélite húngaro de los rusos…

Parece que cuando vemos las barbas del vecino arrancar… con un creciente conflicto al que nos arrastran con Rusia para parar a China, tener capacidades industriales es importante.

Y así, vemos al CEO de NVIDIA, que nunca apostó por tener capacidades industriales propias, en el Reino Unido con Trump en la visita de Estado estos días y, casualmente, anuncia una inversión de 5000 millones de dólares en Intel, que ha subido el 3% la acción de su empresa y ha hundido la de AMD, el competidor de Intel que, por haberlo hecho mejor, ahora no tiene ni el dinero de NVIDIA ni del tío Sam.

La cosa está tan apretada que, para poder competir con los rivales asiáticos, especialmente Samsung, Huawei y Xiaomi, que tienen dispositivos tecnológicamente iguales o superiores, Apple, que era una fabless company, comprometió con la administración Trump inversiones industriales en EE. UU. por 500 mil millones de dólares, sigue la ruta de la industria del consumo, que compite por coste y precio y se sigue integrando más y más.

El nuevo iPhone Air, muy finito, ha eliminado a Intel hace tiempo y ahora también a ARM para tener su propio microprocesador. El módem, la parte que gestiona las comunicaciones inalámbricas y que fue durante muchos años un cierto monopolio de Qualcomm, será ahora otro chip propio con un 30% de menos consumo. Integración vertical pura y dura o no puedes competir en dispositivos que concentran millones de horas hombre de trabajo y ofrecen por muy poco dinero un milagro tecnológico.

Meta, a la vez, convirtiéndose cada vez más en una empresa de Hardware y de IA, ha presentado las nuevas gafas de realidad aumentada con IA. Oakley o Rayban son sus aliados y, sin un diseño propio de un SOC (System on Chip) que haga toda esa computación en tiempo real con conectividad inalámbrica y un bajísimo consumo, no sería posible hacer algo que no fuera un voluminoso cacharro.

Las gafas son bonitas, además de una maravilla de la tecnología. Mark Zuckerberg en la presentación tuvo un momento Elon Musk cuando falló la Wifi y no pudo demostrar el producto. Salió con cintura del entuerto. Mucho mejor que Musk cuando lanzó la bola al Cyber Truck y el cristal estalló en mil pedazos.

Lo increíble de todo esto es que seguimos diciendo, y Draghi en su informe lo asegura, que Europa está por detrás en tecnologías y que hemos invertido en industrias maduras.

Resulta que buena parte del equipo que desarrolla la última tecnología de Huawei está en Alemania y el del nuevo iPhone en Múnich para más señas. En Meta tenemos un buen puñado de europeos, entre ellos Bruno Cendón.

No estamos descolgados en tecnología ni en recursos humanos, sino en financiación del emprendimiento en todas las escalas. El dinero europeo, fluye hacia Norteamérica para financiar empresas allí.

Además, en cuanto una empresa de aquí despunta, viene un fondo, como sucedió con Softbak y ARM y la compra, si no lo hace directamente un competidor norteamericano. Si es así, hasta se considera un éxito; si te compra una empresa o un fondo chino, nos llevamos las manos a la cabeza.

Groq, por ejemplo, esta misma semana, ha recibido una inyección de más de 5000 millones. Para ser una start up no está mal.

Ustedes se preguntarán a qué se dedican. Pues hacen LPUs (Language Processing Units) y está fundada por el creador del TPU (Tensor Processing Unit) de Google. En la IA, las GPUs, especialmente las de Nvidia, han recibido gran parte de la inversión y mérito, pero lo grande de la competitividad del mercado americano es que surgen empresas y alianzas que retan el statu quo.

Para hacer inferencia, los LPUs ahorran tiempo, coste y consumo energético permitiendo que la combinación de GPU’s, CPUs (alianza de NVIDIA e Intel) y LPUs hagan la computación y el coste de la IA cada vez más potente y cada vez más económico.

Lo malo es que parece que nadie escucha al CEO de NVIDIA que ha anunciado como en su momento hiciera Intel, una generación nueva cada año, que dejará obsoleta a la anterior.

¿Cómo amortizar la fortuna que vale un supercomputador cada año? La contabilidad de los data centers y de estas grandes empresas hyperescalares como Google, AWS o Azure de Microsoft no la entiendo. Ya veremos.

Lo que si entiendo muy bien es que todo requiere energía, y que estamos haciendo la casa por el tejado, porque la distribución, la red no da más.

Tenemos generación, tenemos empresas que quieren invertir en ampliar la capacidad de la red de distribución, a su coste, pero el gobierno, nos hace un torniquete en la base de la transformación de las industrias impidiendo que se amplíen las inversiones en red.

Especialmente porque al final los peajes van a la factura de la luz y eso sube la inflación. Las prioridades del Ministerio de Transición Ecológica pueden no ser el impulso de la innovación y la industria. Un Ministerio de Industria sin Energía es como un jardín sin flores y si además no lleva la innovación es como un vino que no emborrache.

¿Para qué estamos entonces invirtiendo en IA, comunicaciones, fibra, semiconductores, data centres, plantas solares o eólicas? ¿Cómo conseguimos los objetivos europeos de la Brújula de la Competitividad? Nos hacemos trampas al solitario mientras todos luchan por el último megavatio.