En 1989 yo era un joven con 24 años que aspiraba a comprarme mi primera casa para formar una familia y tener hijos, algo inhabitual hoy en día, debido a que los jóvenes de hoy sí quieren tener su propia casa, pero eso de tener hijos no está en su hoja de ruta…
Así que me lié la manta a la cabeza y me compré junto a mi novia mi primera vivienda en el extrarradio de Málaga, al lado de la fábrica de la azucarera, que aún estaba en funcionamiento y sufrí los olores de la quema de la caña de azúcar.
Era un piso que tenía más años que las pirámides de Egipto. De hecho, adquirí un tercero sin ascensor, pisos como los que hoy se anuncian a la venta en Málaga a cientos en portales inmobiliarios.
El piso me costó alrededor de tres millones de las antiguas pesetas, lo que hoy serían algo más de 18.000 euros, incluyendo las obras de mejoras que tuve que hacer. Pero no podemos pasar por alto que las condiciones financieras de la hipoteca que contraté con Citibank se movían en un rango de 15% y 17% TAE. Sí, han leído bien, eran esos tipos de interés variables que nos aplicaban a los que contratábamos una hipoteca en aquellos años. El coste final de esa vivienda, intereses incluidos y actualizados al valor del dinero de 2025, equivaldría a 134.000 euros aproximadamente.
Hoy los jóvenes se quejan de lo difícil que es acceder a una vivienda. Pero hagamos un análisis comparativo de la situación de los jóvenes de 1989 frente a los de 2025. Pongámonos en los zapatos de un/a joven de 24 años en 2025 que decide comprar un piso de segunda mano a un precio de 120.000 euros en un barrio obrero de Málaga o bien en algún pueblo aledaño del interior de Málaga. Joven que acepta que no puede vivir frente al mar y en un barrio de moda como sería Parque Litoral donde el piso más barato supera los 350.000 euros.
Si finalmente ese o esa valiente compra su piso por 120.000 euros seguramente contrataría una hipoteca de 100.000 euros a 25 años y a un interés fijo que no superaría el 4%, eso supondría pagar una cuota que no superaría los 500 euros al mes. En conclusión, esa vivienda en condiciones similares le costará lo mismo a ese joven de 2025 que a ese joven que era yo de 1989.
La pregunta del millón sería ¿realmente es más difícil acceder a una vivienda en 2025 que en 1989? A igualdad de edad, localización y tipo de inmueble, las condiciones actuales son incluso más favorables en términos financieros, de entorno económico y social, todo ello gracias a que en la actualidad se disfruta de tipos de interés históricamente bajos y acceso a una gran oferta mediante portales inmobiliarios que te ayudan muchísimo a elegir la vivienda idónea que buscas.
Otra variable a favor de los jóvenes de 2025 sería que hay un mercado laboral con una alta reemplazabilidad de una generación por otra en términos de disponibilidad de empleo, esta situación da oportunidades laborales a jóvenes con ganas de trabajar, en contraposición en 1989 la tasa de paro era dantesca en Andalucía, sobre todo el paro juvenil, y no digamos la precariedad laboral de la década de los noventa.
Otro dato relevante es sin duda el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que ha experimentado un incremento notable en el último lustro. En 2025, el SMI se sitúa en 1.381,33 euros bruto mensuales en 12 pagas.
Para valorar si este aumento de SMI en la actualidad está suponiendo una verdadera mejora respecto a generaciones anteriores, comparamos el SMI de 1989, que en euros era de 356,42, con el de hoy. Sin embargo, no basta con contrastar cifras nominales, es imprescindible ajustar el SMI de diferentes años atendiendo la inflación acumulada entre 1989 y 2025.
Al hacerlo, el SMI de 1989 actualizado equivaldría a 1.005,11 euros actuales. Esto implica que, en términos reales, el salario mínimo de 2025 es un 27% superior al de 1989. En otras palabras, un joven que trabaja hoy por el salario mínimo tiene un poder adquisitivo base significativamente mayor que un joven de finales de los ochenta. Otro punto a favor de los jóvenes de hoy.
Es posible que alguien objete que “en 1989 todo era más barato”, pero eso es precisamente lo que corrige la actualización por inflación, es decir, eliminar el efecto del aumento general de los precios y, tanto, la comparación se realiza en igualdad de condiciones. Vaya, que comparamos peras con peras, sin trampa ni cartón.
Lo que me resulta incomprensible es que ahora se hable del acceso a la vivienda como un drama generacional o una cuestión de Estado, cuando en 1989 nadie se preocupaba y, mucho menos ocupaba, de los jóvenes de entonces de si podíamos acceder a una vivienda o no.
Lo teníamos claro, debíamos buscarnos las habichuelas por nuestra cuenta y no podíamos esperar nada, ni de papá Estado y mucho menos de tu papá, que en mi caso el pobre laboraba en dos trabajos para llegar a fin de mes (trabajaba de luna a luna).
Los padres de hoy dedicamos mucho tiempo en darle todo y más a nuestros hijos y pensamos que lo hacemos bien. Pues nos equivocamos de plano, y estamos creando a jóvenes sin un ADN de cultura del esfuerzo, más bien un ADN basado en porque me lo merezco.
Sí, existen problemas reales de acceso a la vivienda en Málaga en zonas muy tensionadas, como el centro de la ciudad o en los barrios y pueblos costeros, aunque no debemos caer en el drama y el derrotismo, ya que también hoy se puede acceder a una primera vivienda digna con esfuerzo, adaptada a nuestra situación económica, y sin caer en la narrativa absurda del “todo está peor que antes”, simplemente porque no es verdad.