Hace unos días volví a encontrarme en una reunión sanitaria con María, una matrona con la que hace unos años coincidía cada día en partos. Tuvo la alegría de ser abuela y con frecuencia me consultaba sobre su nieto. Una mañana, hace algún tiempo, me llamó porque durante el fin de semana habían acudido a urgencias. Hasta entonces, el pequeño, de 6 años, había estado bien, pero al aparecer fiebre había decidido consultar. El médico de urgencias le había solicitado una analítica, casi por protocolo. 

El susto fue tremendo al encontrar unas importantes alteraciones analíticas que indicaban datos sugerentes de un cuadro de leucemia aguda. Me relataba que en un espacio casi de minutos, sus vidas habían cambiado radicalmente: se había producido un lógico desastre emocional familiar, al ser muy difícil de asimilar la noticia. 

Desde entonces el niño estaba ingresado y quería que le confirmara la información. A los 6 años, Pablo era un niño lleno de energía. Le encantaba jugar al fútbol y dibujar cohetes, soñando con ser astronauta. Pero su vida había cambiado al confirmarse el diagnóstico de leucemia linfoblástica aguda.

"Nos dijeron que era el tipo de cáncer infantil más común, pero escuchar esa palabra fue un golpe brutal", recordaban sus padres. Dentro de las primeras noticias les adelantaron que faltaba alguna comprobación analítica, pero que no era de las leucemias "peores", en las que se puede prever muy mala evolución y que requerirán trasplante de médula ósea desde el primer momento. En su caso, con un tratamiento estándar sería  suficiente. Solo si recayera tras el tratamiento, podía en algunos casos, requerir trasplante de médula ósea.

De inmediato, Pablo comenzó con un tratamiento intensivo, basado en varias fases de quimioterapia. Gracias a los avances médicos de los últimos años, el protocolo que siguió no fue el mismo que el de hace una década.

"Hoy en día, la quimioterapia es más eficaz y está mejor ajustada para reducir los efectos secundarios a largo plazo", le explicaron a su familia. Su tratamiento incluía quimioterapia intratecal (medicación "pinchada" directamente a través de una punción lumbar en el líquido cefalorraquídeo), para proteger su sistema nervioso central y evitar que las células cancerosas alcanzaran el cerebro.

Hoy es posible mantener un plan de contingencia en caso de que el tratamiento inicial no funcione: las terapias CAR-T, una de las grandes innovaciones en el tratamiento del cáncer infantil. CAR-T (Chimeric Antigen Receptor T-Cell) consiste en extraer células del sistema inmunitario del paciente, modificarlas genéticamente para que puedan reconocer y atacar las células cancerosas, y reintroducirlas en el cuerpo. 

"Hace unos años, los niños que no respondían a la quimioterapia tenían pocas opciones. Hoy, la terapia CAR-T les da una segunda oportunidad". Aunque Pablo no llegó a necesitar este tratamiento, muchos niños con leucemia resistente se curan gracias a las terapias CAR-T. "Saber que existía esa opción nos dio muchas esperanzas", me comentaban.

Dos años de lucha 

Después de dos años de lucha, Pablo alcanzó la remisión completa. Volver a casa sin el peso del diagnóstico de leucemia, para hacer una vida "completamente normal", fue un nuevo reto. Había conseguido regularizar sus estudios y jugar al fútbol. Y toda su familia pudo disfrutar de las cosas sencillas.

Hoy, con 9 años, Pablo sigue acudiendo a revisiones periódicas, donde se le realiza un seguimiento exhaustivo para prevenir posibles recaídas. Aunque ya no sueña con ser astronauta, tiene un nuevo objetivo: ser médico. "Quiero ayudar a otros niños, como me ayudaron a mí", dice con una sonrisa.

El progreso en el tratamiento del cáncer infantil ha sido asombroso. La tasa de supervivencia general ha mejorado considerablemente, pasando del 58% en la década de 1970, a superar el 80%, y sigue en aumento. La leucemia infantil, en particular, ha visto avances notables, alcanzando tasas de supervivencia por encima del 90%. 

Mientras que en el pasado el diagnóstico de cáncer en un niño era sinónimo de mal pronóstico, hoy los avances han hecho que muchas formas de cáncer sean tratables y curables. A pesar de estas novedades, sigue existiendo el desafío de mejorar los tratamientos para tipos de cáncer más raros y complejos, así como minimizar los efectos secundarios a largo plazo. 

El futuro es más prometedor que nunca para los niños con cáncer. Pablo es una muestra de lo que la ciencia puede lograr cuando se combina con el coraje y la fuerza de nuestros pequeños pacientes.