Corrían los primeros días del mes de marzo del 2020 y estábamos preparando la Procesión del Cristo de Mena en Malaga, para la fecha del Jueves Santo del 9 de abril de ese 2020. Ostentaba el puesto de jefe de Procesión, creo que el sueño de cualquier cofrade en su hermandad, o al menos el mío.

Habíamos trabajado todo un amplio equipo de procesión durante las semanas que antecedieron a la Cuaresma y durante la misma, para ponerlo todo a punto. Primero las inscripciones online de los nazarenos. Posteriormente las inscripciones presenciales de los puestos de responsabilidad, de los portadores de enseres y de los nuevos participantes que sería su primer año de procesionar.

Esto lo efectuábamos cada año en la llamada Sala Capitular de nuestra cofradía por las tardes. Durante la mañana íbamos resolviendo todas las incidencias que se iban presentando y que eran muchas. Las impresiones eran muy buenas con récord de nazarenos inscritos, más de 900, y de niños, casi 300.

Pero como al resto del mundo nos estaba acechando una mortal epidemia de proporciones desconocidas, hasta ese momento. A mitad de ese mes de marzo del 2020 empezábamos las reuniones con los mandos intermedios (mayordomos) de la cofradía y con las familias de los niños.

Con los primeros para sistematizar adecuadamente cómo debía ser el discurrir de la procesión de Mena por las calles de Málaga y en el caso de los niños, por las especiales medidas de seguridad que supone poner casi 300 niños en la calle, en la que seguramente es la noche más bulliciosa para la ciudad de Malaga durante todo el año: la noche del Jueves Santo.

En mi posición de sanitario, de médico y de pediatra me iban llegando noticias alarmantes sobre lo que se avecinaba. Había que plantearse qué hacer con esas reuniones convocadas durante ese mes de marzo.

Después de mucho cavilar lo expusimos a los máximos responsables de nuestra Junta de Gobierno con respuestas desiguales y con un resultado final en el que conseguimos que se decantaran globalmente por la decisión de suspender todas las reuniones programadas. Para la población general de nuestro país no había aún conciencia de lo que se avecinaba.

Desconocíamos que entrábamos en una epidemia feroz como no se había conocido. En estos momentos había más de 118.000 casos en 114 países, y 4.291 personas habían perdido la vida. Miles de personas más estaban luchando por sus vidas en los hospitales.

En los días y semanas siguientes se esperaba que el número de casos, el número de víctimas mortales y el número de países afectados, aumentaran vertiginosamente. Desde la OMS nos hacían llegar ese mensaje: "Hemos llevado a cabo una evaluación permanente del brote y estamos profundamente preocupados tanto por los alarmantes niveles de propagación y gravedad, como por los alarmantes niveles de inacción". (Discurso del director general de la OMS 11/3/2020).

En Andalucía, el 18 de marzo de 2020 la Consejería de Salud y Familias informaba de que teníamos 176 nuevos casos de coronavirus en las últimas horas y que el número total de afectados ascendía en ese momento a 859 casos. Finalmente, el Gobierno de España decretó el 30 de marzo el "cierre del país". "Los trabajadores de actividades no esenciales deberán quedarse en casa", se dijo. Y ese mismo día la OMS declaraba la epidemia de Covid una emergencia de salud pública de preocupación internacional.

Durante los dos próximos años todo quedó paralizado en la cofradía. Cambiamos nuestras costumbres y con el tiempo a hacer las reuniones, a veces de mucha gente, por el sistema Zoom. El Obispado también comenzaría posteriormente un curso de formación vía Zoom. 

Finalmente, asistimos en el año 2022 a un Cuadro de Procesión (la relación de todos los puestos de la Procesión) en el que, a pesar de estar aprobado por la Junta de Gobierno, máximo órgano de la Cofradía de Mena de Málaga, el del 2020 pasó a dormir sueño de los justos, y aquel montón de ilusiones que habían esperado en algunos casos durante años no solo se olvidaban durante los dos años de la pandemia Covid, sino que pasaban a ignorarse para siempre.

Se procedía a confeccionar un nuevo Cuadro de Procesión y no se tuvieron en cuenta las ilusiones, que en ese aciago marzo del 2020 se habían generado en muchos de nuestros hermanos congregantes.

Desgraciadamente la Covid no sólo supuso un desastre en enfermedad y muerte, con cifras espeluznantes: 478,1 millones de personas se contagiaron y 6,1 millones murieron en todo el planeta a causa del Covid-19 asumiendo los datos de la Universidad Johns Hopkins (USA), que encabeza el grupo de los más optimistas.

Pero además afectó a lo más sutil de nuestros sentimientos: amigos, relaciones sociales, emociones, ilusiones, etc. Y en lo que ha dado en llamarse "epidemia silenciosa", que se cernía sobre los episodios más obscuros de nuestras existencias: en la salud mental, especialmente en la edad infanto-juvenil, en la violencia de género y en los niños; e incluso hasta problemas con los antibióticos y su desarrollo de resistencias antibióticas y de falta de efectividad. Los suicidios, la salud mental de los trabajadores e incluso en el cáncer de los enfermos y de sus familiares en el ámbito sanitario, económico, laboral, psicológico y social.

En este momento social y sanitario en el que hasta nuestras más profundas ilusiones se han visto afectadas por la terrible pandemia Covid, es el momento de volcarse en la profundización del avance contra las "epidemias silenciosas" y es también el momento de poner de nuevo en valor lo más esencial de la sociabilidad que caracteriza al ser humano. Sería en definitiva el momento de recuperar la salud física y mental de toda nuestra sociedad y que cada uno de sus habitantes rehaga todo su andamiaje mental, para poner al día nuevas ilusiones, sensibilidades y afectos.