Mejorar o rectificar, sin duda; pero ¿y si me dejan retener en la memoria esta Semana Santa con esta otra mirada?

La inmediatez de agentes de seguridad y comisión externa ante el imprevisible percance.

La habitualidad de la mujer entre varales.

La lección de amor de los barrios.

La implicación y presencia de ciertos directores espirituales al procesionar con sus Hermandades.

La belleza que nos regala la perfección de los arreglos florales.

El respeto generalizado de miles de personas a los cientos de bandas que han endulzado los días pasados entre notas musicales.

Nuestro máximo representante de Andalucía y su ejemplo de ser político y cofrade.

El espectador que, sin prejuicio, sigue descubriendo este recorrido.

La persistente educación de jóvenes acomodadores ante la impaciencia y el nerviosismo.

El extraordinario respeto a la túnica de los miles de nazarenos que conformamos los cuidados cortejos procesionales.

El sufrimiento sin aspavientos de quienes llevaron sobre sus hombros cada uno de los tronos.

El innecesario protagonismo de admirados mayordomos o capataces.

El silencio o el aplauso en los instantes en los que así lo precisaba el paso de las Hermandades.

El orgullo del malagueño por la Semana Santa de su tierra, sin comparaciones, con sus defectos mejorables, con sus virtudes insuperables.

Las imágenes, todas ellas, vehículos de nuestra oración.

Y por siempre, el cofrade, de cualquier edad o condición, que entrega de forma altruista su tiempo, esfuerzo, familia, patrimonio, ilusión y empeño para poner al servicio de otros este inmenso espectáculo; el mayor acto de Fe pública de este siglo XXI.

Porque el mensaje de Amor que Cristo nos regala cada Semana Santa merece ser vivido con esta otra mirada…