La alfombra roja recibe

en Málaga al séptimo arte.

calle Larios, su estandarte,

se vuelve plató de cine



con lo de la Navidad

todavía sin recoger,

porque qué pereza da

guardar árbol y Belén.



Lo de subirse al altillo

es un rollo y da bajón.

Total, cinco mesecillos,

no son tantos, pocos son.



La banda sonora ponen

a estos azarosos días

las bocinas de camiones

vaciando las autovías



y llenando las ciudades

de protestas incesantes

porque el problema es de todos.

La subida no hay quien pare

del gas y los carburantes,

que ha llegado, para colmo,



a sumarse al subidón

que la luz pegó hace tiempo,

con la vivienda a millón

y el paro otra vez creciendo.



Y entre tanto amargo fin,

se repitió el estribillo:

Pantoja sin Paquirrín

sentándose en el banquillo,

y por detrás el Mocito

flanqueado por su aprendiz,



a Málaga la han devuelto

a las tribunas de tarde

y al televisivo invento

del despelleje constante.



Una tormenta de flashes,

con el permiso del juez,

cayó sobre la cantante.

Y tormentas irritantes



de tierra caen otra vez

sobre Málaga, aunque al menos,

los pantanos van más llenos

ayudando a florecer



a la nueva primavera

que esta tierra de María

vaticina que se espera

para la tecnología:



diez mil criaturas precisan

los mercados emergentes.

Quizás, entre tanta gente,

lo mismo alguno se anima



y arregla las papeletas

de sitio que están vacías

de hombres de trono y de velas

de otras tantas cofradías.



Una de negacionismo

para cerrar la semana

y gritarlo con más ganas

porque siempre son los mismos:



la Cámara Baja trajo

a sus debates diarios

otro nuevo escupitajo

sobre el recuerdo de tantos



que murieron tristemente

antes de tiempo y por ná.

Porque, a ver, la desbandá

tenía tan solo dos frentes:



quien de Málaga escapaba

y quien quería matarlos.

Hay quien prefiere olvidarlo

y otros, que nombre y cara



se les ponga a tantos muertos

que de guerras no sabían.

Las dos cosas me valdrían,

pero lo que no tolero



es que se niegue el horror

o les pongan eximentes.

Eso no es duda ni error:

eso es tener mala leche.