En la tierra de Neymar,

Lionel, Shakira y Platón,

un tío llamado Ramón

por la escuadra fue a marcar



un golazo que sirvió

al Málaga para hacer

que un punto supiera a tres.

El equipo mejoró,



los cambios se hicieron antes,

más ocasiones crearon,

los nuevos, ilusionaron:

José Alberto no dio el cante



que bajito y quedo entonan

Unicaja y su impotencia

diciendo adiós a la Copa

al palmar con el Valencia.



Como en el meme del barco,

la pequeña excavadora

con ánimo denodado

ya retira fauna y flora



de la jungla, cosa fina,

que de sur a norte pasa

por el río Guadalmedina

dividiendo en dos a Málaga:



los que verán, Dios mediante,

lo del río terminado

y los que llegarán antes

al patio de los callados.



El Metro llegando al Centro

por agosto, Dios lo quiera,

parece que al fin tendremos:

estaría bien en la feria



que los alegres usuarios

por malagueñas cantaran

para luego en calle Larios

bailárselas cara a cara:



“Vamos niño para el centro, cogiditos de la mano,

que se llega en un momento montado en el suburbano.



Málaga, corazón mío,

tan moderna y sostenible,

ecofriendly e increíble,

tu metro quita el sentío”.



La pena por el Central

la compensará Proteo.

Ojalá que por febrero

el negocio familiar



que de Málaga, en el centro,

es especie en extinción

vuelva con salud de hierro

a renovar la pasión



que atesora el buen lector

entre libros escondida.

Porque Málaga es mejor

cuando abre una librería.



Rezando como si todo dependiera de Dios,

trabajando como si todo dependiera de él,

en paz, amando y sonriendo, Enrique nos dijo adiós,

soñando con el encuentro por el cielo de la fe



con su madre del Rosario

y el Señor de la Sentencia,

con la bondad por bandera

y fundido en el abrazo



de su familia y amigos.

Por eso descansa en paz,

que la gloria sea contigo.

Por él va, querido Fran.