Mi oculista está de enhorabuena. Pronto recibirá mi visita. Y es que servidor escribe esta columna ya bien entrada la noche y a la luz de las velas, motivo éste último que se da para no sucumbir al castigo de ese recibo maligno que todos aseguran conocer pero casi nadie dice poder controlar. La luz y su precio. España y sus cosas.

"Apunten al Gobierno", nos habrían advertido en otras épocas, en las que la pancarta y el griterío detrás del megáfono se llevaban mucho más que ahora. Ahora, ni rastro de manifestaciones, de voces más altas que la media, de amenazas de paro si no se alcanza un acuerdo, o de citas en las que juntarse (con distancia de seguridad, claro) desde Muelle Heredia a la Plaza de la Constitución (clásico recorrido pancartil malagueño) para decir cuatro cosas a quienes nos gobiernan. ¡Caray! En esta ocasión, el Gobierno no puede hacer nada para evitarlo. Sigamos, pues, echando la culpa a Europa.

"No tiene armas para combatirlo", deslizan desde las esferas más próximas al Ejecutivo, pero Alemania o Francia manejan un recibo de que viene a ser la mitad que el nuestro… con un sistema eléctrico similar. ¡Vaya por Dio! Porque, como decía aquel (pongan voz de radio) "ojo al dato". Se vuelven a pulverizar los precios de la factura eléctrica y, este miércoles, hemos pagado casi 114 euros el megavatio/hora. El famoso escudo social de Sánchez parece que se ha debido romper por algún sitio.

Y es que Málaga no escapa del sablazo a golpe de vatios al que nos vemos sometidos estos días. Razón, en ese recibo que usted, y usted, y usted… y usted también, reciben cada mes en el buzón (físico o virtual), donde nos lo explican todo bien clarito: cuatro o cinco gráficos, una barra con el consumo, la otra con la potencia contratada. Vamos: que nadie entiende a ciencia cierta lo que ahí se nos cuenta. Es como descifrar la letra de aquel camarero de un local del centro que nos apuntaba, con una tiza y a modo de pizarra sobre la propia mesa, lo que habíamos tomado y su precio correspondiente… solo que en aquellas, al menos consumíamos lo que pedíamos y brindábamos por repetir pronto. "Cóbrese y quédese con la vuelta, buen hombre. ¡Mañana seguramente vuelva!".

Compartirán conmigo que eso no nos pasa con el dichoso recibo de la luz, aunque aquí la factura se paga religiosamente. Y si viene terral, ¡alegría para las arcas de las eléctricas! Porque el clima del que podemos presumir es a veces, por cierto, nuestra propia trampa. Tanto decirle a la gente que el maná se encuentra en esta parte de la piel de toro y al final resulta que tenía truco, que vivir aquí lleva peaje y que, somos afortunados, sí, pero no hay ola de calor de la que escapemos ni cartera doméstica que pueda soportar esto.

Un derroche de temperaturas que vuelven a subir los colores a la misma estatua del Marqués de Larios, espectador de lujo de lo mucho que nos está pasando últimamente, y primero de los malagueños en enterarse de casi todo… aunque exento de pasar por caja y sufrir el tarifazo que nos ahoga. "¡De esa se ha librado, maestro!"

Con la luz apagada, el corazón agitado y el cuerpo pidiendo una pausa entra tanto sofoco,este que les habla apaga ya el pabilo que, merced al fuego, ha ido bajando y bajando. Todo ello me recuerda que debo comprar más velas… Y pedir urgentemente esa cita para el oftalmólogo al que, por cierto, quiero preguntar si sabe por qué no veo farolillos o banderolas en pleno centro de Málaga, ya en el ecuador de agosto.

¡No me digan que este año tampoco hay Feria!