Las claves
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Era 30 de noviembre de 2021. La Policía Nacional encontró en un banco tendido y ensangrentado a un búlgaro de 59 años en situación de vulnerabilidad tras sufrir una brutal paliza cuyo autor parecía haberse esfumado sin dejar rastro. Murió horas después en el hospital.
Han pasado casi cuatro años desde entonces; el caso quedó en la hemeroteca de los medios locales, pero el Grupo de Homicidios de la Comisaría Provincial de Málaga no tira la toalla con nada. Durante todo este tiempo, rastreó indicios mínimos, reconstruyó movimientos imposibles y mantuvo vivo un caso que a ojos de muchos parecía condenado al archivo.
El perfil de la víctima, un hombre de 59 años en situación de vulnerabilidad, obligaba además a aprender a observar bien en un entorno complejo y cambiante, donde desaparecen pistas y también las personas. El trasiego de personas sin hogar por Málaga es constante.
Pero cuando parecía que todo estaba perdido, la clave llegó donde hoy nacen muchas verdades judiciales: en un laboratorio. Los vestigios recogidos aquella noche por la Policía Científica viajaron al Laboratorio de Biología ADN de Granada, donde tecnologías punteras y nuevas técnicas de análisis forense abrieron la puerta que llevaba años cerrada. Allí, entre perfiles genéticos y comparativas imposibles, apareció finalmente un nombre.
La hipótesis inicial, que agresor y víctima pertenecieran a entornos de exclusión social, sin domicilio estable, terminó siendo cierta. Es muy difícil para los investigadores trabajar en esos ámbitos en los que la documentación no suele existir. Pero la ciencia completó lo que la calle no podía contar. Y así, el pasado día 11 de noviembre, el presunto autor era detenido a escasos metros del mismo parque donde habría atacado mortalmente a su víctima, por la zona de la Estación de Autobuses de Málaga, frecuentada, precisamente, por personas en situación de calle.
El círculo se cerraba donde todo empezó. Tras completar las diligencias policiales, el detenido ha sido puesto a disposición judicial. La ciudad, mientras tanto, cierra un caso que durante cuatro años había quedado en suspense.
Una imagen del laboratorio.
La cremallera
El caso recuerda a la manera en la que se esclareció el caso del joven David en los Montes de Málaga, que solo pudo cerrarse dos años después gracias al trabajo minucioso de la Policía Científica y al uso de técnicas de ADN de última generación.
Tras meses de investigación sin resultados concluyentes, los agentes apostaron por exprimir al máximo los vestigios biológicos recogidos aquel día. La clave apareció en un lugar mínimo e inesperado: la pestaña de la cremallera de la mochila que llevaba David. Allí, una analista del laboratorio de ADN de Granada logró individualizar varios perfiles mezclados mediante procedimientos bioquímicos muy novedosos. Aquella insistencia científica abrió la puerta que la investigación tradicional no conseguía atravesar.
A partir de un solo perfil genético, los agentes reconstruyeron un árbol genealógico que retrocedía hasta 1871 y que, paso a paso, llevó al apellido que buscaban: Jurado. Ese hilo permitió identificar finalmente a José Jurado Montilla, alias Dinamita Montilla, un hombre de 62 años con un historial criminal de cuatro asesinatos en los años 80 y casi tres décadas en prisión. Fue detenido en Extremadura tras una operación milimétrica que seguía sus movimientos gracias a su actividad en TikTok.
Así, la combinación de perseverancia policial y ciencia puntera volvió a cerrar un caso que parecía condenado a la incertidumbre. En Málaga, la tecnología forense ha demostrado, por al menos dos veces, que puede iluminar incluso los crímenes más oscuros.
