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Las claves

En el corazón de la barriada malagueña de Bailén-Miraflores, los vecinos ya habían empezado a sospechar. Un trasiego constante de personas, entradas y salidas rápidas, mochilas que cambiaban de manos. Aquella rutina comenzó a convertirse en algo cada vez más habitual, tanto, que llamó la atención de la Policía Nacional. Los investigadores abrieron una investigación que, meses después, desembocaría en una llamativa operación: la Operación Tomato.

Las primeras vigilancias confirmaron las sospechas. Los agentes observaron cómo el principal investigado, al que consideraban el cabecilla de la trama, entregaba mochilas o bolsas a distintos intermediarios. En cada una de ellas podía haber hasta cinco kilos de cocaína. Con paciencia y sigilo, los investigadores fueron tirando del hilo hasta identificar a todos los miembros del grupo, que operaba con precisión y sin apenas margen de error, uno a uno.

La gran incógnita era el origen de la droga. Para resolverla, los agentes centraron sus esfuerzos en localizar las llamadas “guarderías”, como se conoce en el argot policial a los lugares donde los narcotraficantes almacenan los estupefacientes antes de distribuirlos. La pista los condujo a una propiedad en el barrio de Campanillas, en Málaga capital. Allí, bajo el suelo, escondidos entre el hormigón y la tierra, hallaron dos zulos cuidadosamente sellados.

Dentro del primero, encontraron la prueba del poder económico y operativo de la red: 170 kilos de cocaína de gran pureza, dos pistolas semiautomáticas y 129.515 euros en efectivo. Todo empaquetado y clasificado, listo para su distribución. El hallazgo confirmaba que la organización contaba con infraestructura y recursos propios para mover grandes cantidades de droga por la provincia.

La operación culminó con nueve detenidos, entre ellos el máximo responsable, arrestado en la localidad de Ronda. Todos ellos han ingresado en prisión provisional sin fianza, acusados de delitos de tráfico de drogas, pertenencia a organización criminal y tenencia ilícita de armas. El nombre de la operación —Tomato— puede parecer anecdótico, pero los investigadores aseguran que nada tuvo de inocente: bajo la superficie de Málaga, donde antes solo había tierra, la red había cavado y 'sembrado' su propio mercado subterráneo.