Lo que debía ser una noche de fiesta y reencuentros con amigos terminó en una brutal agresión que aún hoy sigue sin resolverse.
Alejandro, un joven madrileño de 24 años, había viajado a Málaga para disfrutar de la feria con algunos colegas, pero los días de festejos tuvieron un final fatídico el pasado sábado 23 de agosto cuando, a plena luz de la mañana, fue atacado sin motivo aparente por un grupo de desconocidos.
"Salí de la feria a las seis de la mañana, me había quedado atrás para comer algo y me dirigía caminando hacia el polígono industrial San Luis, donde mis amigos me iban a recoger", relata Alejandro.
En ese trayecto, al girar una esquina, cinco jóvenes que caminaban tras él le adelantaron. "En las cámaras se ve cómo uno de ellos se da la vuelta tranquilamente y, de repente, me suelta un puñetazo brutal", explica.
El golpe fue tan certero que Alejandro cayó inconsciente al suelo y además se abrió una brecha de cuatro centímetros en la frente al golpearse contra la acera. "Por la técnica con la que se movió, intuimos que tenía formación en boxeo", asegura.
Lo más perturbador para la víctima no fue solo la violencia del ataque, sino la actitud posterior del grupo. "Mientras yo estaba inconsciente, unas chicas que venían detrás me socorrieron y gritaron a los agresores. Ellos respondieron entre risas: ‘solo lo hemos noqueado, en dos minutos se despierta’".
Ninguno de los acompañantes –tres chicos y dos chicas– mostró sorpresa o preocupación. "Se dieron la vuelta y siguieron andando con total tranquilidad", relata Alejandro.
Gracias a la rápida actuación de las testigos, se dio parte a los servicios de emergencia. Alejandro fue trasladado al hospital, donde recibió asistencia antes de interponer la denuncia ante la Policía Nacional esa misma tarde. Sin embargo, lo que esperaba que fuera un proceso ágil se convirtió en un calvario que comienza a enfadarle.
"Yo mismo tuve que volver a Málaga en tren para recopilar pruebas por mi propio pie", critica. Le dijeron, siempre según su versión, "que no podían hacer nada porque había demasiadas cámaras y que necesitarían orden judicial para revisarlas". "Me pareció increíble: cuantas más cámaras, mejor, ¿no?", indica.
Alejandro insiste en que no hubo provocación ni motivo alguno para la agresión: "No tuve encontronazos con nadie, no discutí, no intenté ligar ni nada raro. Fue una noche normal con mis amigos. Todo indica que lo hicieron por diversión".
Respecto a la identidad de los atacantes, recuerda detalles de la ropa que vestían. El autor del golpe llevaba camisa clara y pantalón negro; dos de los chicos vestían camiseta o polo negro y bermudas también oscuras y las dos chicas un pantalón o falda larga y un top.
Además, apunta que tenían acento andaluz y que luego cogieron un coche, por lo que probablemente, dice, serían malagueños.
Hoy, Alejandro continúa con la cicatriz en la frente como recuerdo del golpe, pero también con un pensamiento agridulce sobre cómo se ha gestionado su situación: "Como mi caso hay miles. Si no hay muertes ni lesiones graves, nada. Parece que solo se mueve la cosa si se le da repercusión al caso", critica.
Pese a la experiencia, el joven madrileño reconoce que no guarda rencor a Málaga. "He estado más veces y la gente siempre ha sido muy amable conmigo. Prefiero quedarme con eso y no con lo malo", concluye.
