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Diego Alonso tenía solo ocho años cuando montó su primer belén. Su padre estaba enfermo y en casa habían decidido que aquel año no habría nacimiento. Pero el pequeño se negó a que la tradición se rompiera. “Papá, yo lo monto”, le dijo. Y lo hizo. Desde entonces no ha faltado un solo belén en cada Navidad de su vida.

Hoy, jubilado con 62 años y tras más de cuatro décadas trabajando en una gasolinera, este malagueño es el creador de uno de los nacimientos más visitados de Andalucía. El Belén de la Diputación de Málaga, que recibe cada Navidad a miles de personas de todas partes, lleva su firma y, por tanto, más de medio siglo de experiencia belenista.

Si hay algo que lleva este belén, son incontables horas, además de mucho cariño e ilusión. Apenas estamos en septiembre y aún quedan semanas para que llegue la temporada navideña, pero Diego lleva desde febrero trabajando a destajo en un proyecto que adora por encima de todas las cosas.

Ahora que aprieta el calor, es llamativo verle en camisa de tirantes y bermudas trabajando en su obra con el ventilador delante. "Yo soy peor que Abel Caballero, el alcalde de Vigo. Yo le gano", expresa a EL ESPAÑOL de Málaga Diego, que tiene un sentido del humor brillante.

Sobre las nueve y media de la mañana llega a la Diputación, se va a las dos de la tarde, come, descansa y a las cuatro y media vuelve al trabajo. Sobre la hora de salida, reconoce que esta varía en función del cansancio, pero hay días que le dan las once de la noche "apagando fuegos", es decir, arreglando problemas de última hora.

Impacta ver cómo toda la sala está llena de figuritas variadas sobre las mesas, pistolas de silicona, cubos de pegamento y pintura... Que luego se convierten en un recuerdo mágico y bonito para el malagueño durante su visita navideña. "Ahora es la época de inventar. Lo que se me va ocurriendo voy haciéndolo realidad", dice con una sonrisa Diego.

Décadas de pasión

Lo que empezó en el salón de sus padres acabó ocupando el del hogar que creó con su mujer, Rosi. Después de casarse, durante décadas, Diego y su esposa vivían seis meses al año entre cajas y muebles desmontados para hacer espacio a la escenografía del belén que creaban cada Navidad en casa.

“Sacábamos sofás, vitrinas, lámparas… todo. Las cuatro paredes del salón quedaban vacías”, recuerda. Diego reconoce que la paciencia de Rosi fue clave. "Otra no me aguanta, pero a ella al final le gusta esto más que a mí. El cura cuando nos casamos dijo que todo al 50 por ciento; pues seis meses para ella el salón y seis para mí, así lo hacemos", confiesa entre risas Diego.

Cuando el belén fue creciendo, el boca a boca corrió rápido en el barrio de Huelin y las visitas se multiplicaron en la casa de Diego y Rosi. Todos querían ver el belén. Llegaban colegios, asociaciones y vecinos a todas horas. Incluso a las tres de la madrugada. Había quien tras pasar una noche de fiesta por el barrio recordaba la existencia del belén y sin pensar en el descanso de su pareja y con muy poca vergüenza pegaban en su casa.

Una imagen del belén.

Aquello acabó siendo insostenible y, en el año 2000, Diego lo trasladó a la sede del distrito Carretera de Cádiz por petición del propio Elías Bendodo. Años más tarde, se 'mudaron' al espacio de Tabacalera, donde alcanzó dimensiones inéditas: 800 metros cuadrados, una cascada de cuatro metros y un río de doce.

“Cuando trabajaba yo salía de la gasolinera a las siete de la mañana y me iba directo al belén hasta la noche. Nunca cogía vacaciones en verano. Teniendo semejante espacio, o se hacía o no se hacía, aquí no hay medias tintas”, cuenta Diego, que no se arrepiente del tiempo que le ha dedicado al belén, pues es uno de los motivos de su felicidad.

En Tabacalera, las colas daban la vuelta al edificio incluso bajo la lluvia. Fue el anticipo de lo que pasaría después. Desde 2015, el Belén de Diego se expone en la Diputación de Málaga. Allí se ha consolidado como el más visitado de Andalucía. “Aquí vienen colegios, asociaciones, excursiones de pueblos enteros… incluso una asociación de Gibraltar que viaja todos los años para verlo, es bonito porque nos tienen como una tradición año tras años”, explica.

No ha sido un camino fácil. Las inundaciones han puesto en jaque el montaje en varias ocasiones. En la DANA de noviembre llegó a sacar más de 100 cubos de agua a mano. Del disgusto, pues quedaban días para la inauguración, llegó a sufrir problemas de visión en un ojo. Pero aunque poca gente lo crea, Diego no cobra por hacer este belén y confiesa que nunca lo hará.

“Me ofrecieron un millón de pesetas por hacerlo en el aeropuerto y dije que no. El día que cobre, esto pierde el sentido. Para mí esto es algo casi espiritual: me recuerda a mi infancia, a mi padre, a mi abuela haciendo borrachuelos. Eso no se paga con dinero”, confiesa emocionado, recordando con cariño la última pieza que su padre le regaló poco tiempo antes de morir en la última Navidad que le estuvo ayudando con el belén. Fue él quien le transmitió su gran pasión.

Desde hace años le echa un cable Juan Francisco Moreno, un fiel colaborador con el que pasa las mañanas poniendo a punto las principales novedades del belén. Moreno, quien también está presente en la conversación, reconoce que Diego es el artífice del belén y que él solo trata de apoyarle cuando lo necesita. Alucina viendo todo lo que han conseguido juntos.

Málaga pura

Cabe recordar que al ser el belen de la Diputación de Málaga están representados puntos de toda la provincia de como El Torcal de Antequera o el Puente Nuevo de Ronda (realizado con 1.500 ladrillos de apenas cuatro por dos centímetros).

Pero también la Iglesia del Carmen de Málaga, con la que tiene especial vínculo emocional Diego. "Yo lo voy montando a mi gusto, nadie me obliga a poner algo. Incluso hago homenajes a amigos que me han ido apoyando dando difusión al belén, como la periodista María Luz Aguilar-Galindo, quien cuenta con una plaza", sostiene.

Así es el cuadro eléctrico.

El Belén que Diego levanta cada Navidad es algo más que casi 20.000 figuras colocadas con esmero. Es un espectáculo de quince minutos con narración del histórico locutor Diego Gómez, efectos especiales y luces que simulan el paso del día a la noche, así como música que envuelve a los visitantes. Ver el cuadro de electricidad del belén es una auténtica barbaridad. También se encargan Diego y Juan de ello. "Yo siempre digo que puedo hacer todo lo que permitan mis manos. Igual el primer día no me sale bien, pero el segundo seguro que sí", expresa Diego, que derrocha positividad.

Cuando los Reyes Magos nos dejan regalos en el salón, llega el momento de cerrar el telón. Diego celebra entonces una fiesta íntima con su coro, el Son de Málaga, con quien canta villancicos para despedir la Navidad. Al día siguiente comienza el desmontaje. Y casi sin pausa, empieza a pensar en el belén del año siguiente. “Hago todo el esfuerzo porque quiero que un niño de hoy viva lo mismo que yo viví con ocho años. Eso es lo que le da sentido a todo”, concluye.