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Son los años 80. Estamos en la Carretera de Cádiz, en la zona oeste de Málaga. Dos figuras con rostros duros y andares flamencos cruzan el umbral de la puerta del taller de guitarras de la familia Maldonado, icónico en toda Andalucía. Uno de ellos lleva en la mano una guitarra infantil. Su voz ronca no necesita presentación. Le pregunta al luthier si pueden arreglarla... y Luis Miguel Maldonado, hijo del histórico Pedro Maldonado, acepta. Aún anonadado con las dos figuras que se presentaron en su local, les explica para cuándo estará lista.

Habían entrado por las puertas de su taller, nada más y nada menos, que Camarón de la Isla y Tomatito. Cuando vuelven para recoger su encargo, el luthier les da la guitarra totalmente arreglada y les explica que el precio de la reparación era de 1.300 pesetas. "¿1.300? El número 13 da mal fario a los artistas. Mejor te pago 1.200", le suelta con gracia Camarón, envuelto en su frondosa y característica melena. Luis Miguel acaba aceptando entre risas, consciente de que aquella anécdota la recordaría por siempre.

Y no se equivocaba, porque sí, han pasado más de 40 años desde entonces, y Luis Miguel sigue trabajando en activo en el mismo local familiar, que ahora lidera, y no olvida que Camarón de la Isla aún le debe 100 pesetas.

"Aquello sin duda es una de las anécdotas más graciosas de nuestra historia, cuando nos veamos arriba ya saldaremos cuentas", expresa con gracia Luis Miguel Maldonado, apoyado sobre un mueble repleto de guitarras en proceso de 'construcción' que tienen en la parte trasera de su tienda actual.

El espacio tiene algo mágico que solo tienen los establecimientos de toda la vida. Huele a madera. Hay herramientas colgadas en sus paredes. Guitarras listas y otras por terminar a las que les cuelgan papeles que ya hacen imaginar a quién pertenecerán en el futuro. La mesa de trabajo está llena de astillas y restos de polvo. Si la fotografía tuviera un nombre, no sería otro que el de artesanía.

La historia de esta familia de luthieres comenzó en 1959, en Loja (Granada). Pedro Maldonado padre, aficionado a tocar la bandurria y el laúd, decidió probar muy joven a construir su propia guitarra. Lo hizo de forma autodidacta, visitando a maestros como Manuel de la Chica para observar sus métodos, y perfeccionando su técnica a base de ensayo y error. Fabricaba con los medios que tenía, dedicando horas a ajustar cada pieza hasta lograr el sonido que buscaba. Que figuras como su padre fueran ebanistas aceleró su proceso de aprendizaje con la madera de por medio.

En 1964, la familia se trasladó a Málaga y abrió su primer taller justo detrás del número 59 de la avenida de Velázquez, en el corazón de la barriada de Sixto, donde se encuentran en la actualidad. Pedro enseñó el oficio a sus dos hijos, Pedro y Luis, desde pequeños: primero a conocer la madera, después a dominar las herramientas, aunque eso implicara romper mucho material hasta aprender, y por último a afinar el oído para reconocer un buen sonido.

Una imagen de la familia al completo. A.R.

“Nosotros aprendimos despacio, no era llegar y montar una guitarra. Tenías que pasar años viendo cómo se hacía antes de atreverte a trabajar tú solo”, recuerda Luis Miguel, quien lleva las riendas del negocio en la actualidad con la ayuda de su mujer, Rosario Guillén, y su hijo, de solo 22 años, Álvaro Maldonado.

En 1981, Pedro Maldonado, decidió expandir su negocio y abrió otro taller en Torremolinos, que quedó en manos de su hijo mayor, Pedro, que se inició en esta aventura tras culminar su servicio militar. Su hermano Luis, por su parte, cuando finalizó la mili, abogó por quedarse junto a su padre en el taller de Málaga. "Trabajar en familia ha sido algo muy especial, más allá de los rifirrafes clásicos de cualquier padre e hijo. He tenido la suerte de tenerle trabajando hasta 2009, con unos 80 años, y por aquí hasta 2020, cuando falleció a los 90. A mi hermano también lo perdimos desgraciadamente, así que somos nosotros los que seguimos con el legado", explica Maldonado.

Por su banco de trabajo han pasado guitarras destinadas a grandes músicos: Vicente Amigo, Elio Fit —discípulo de Andrés Segovia—, Ramón Stagnaro, Sergio Lara o Luis Manuel Cano. "Siempre soñé con ver con una de nuestras guitarras a Paco de Lucía. Nos consta de que alguien se llevó una para regalársela. El maestro tenía una amplia colección que ahora no sabemos quién habrá heredado", explica.

En la zona de la tienda se puede ver un muro que funciona de una manera similar a la del paseo de la fama de Hollywood. Grandes figuras de la guitarra flamenca y clásica han acudido a Guitarras Maldonado para hacerse con su compañera fiel. "Esto es un orgullo. Este de aquí [señala con el dedo a una imagen] es Francisco Javier Jimeno, guitarrista de Estepona que ha ganado muchos premios y un gran cliente", apuntan Luis Miguel y su hijo.

Padre e hijo, en el taller. A.R.

El trabajo aquí no es de producción en serie. Cada año salen apenas de su taller entre 15 y 20 guitarras, todas hechas a mano y adaptadas al músico que la encarga. "Y aún hay quien, quizá por desconocimiento, nos pregunta que cuántas guitarras hacemos al día", dicen entre risas Luis Miguel y su mujer. Cada luthier tiene su sonido. No es que una guitarra sea mejor que otra, es que son distintas. "El músico busca la que encaje con él", explica.

Ser artesano en la actualidad no es fácil. "Ser autónomo en España es complicado y las instituciones no apoyan la artesanía, eso es una realidad", lamenta. Sin embargo, la clientela se mantiene gracias a concertistas clásicos y flamencos que valoran un instrumento hecho sin prisa, con maderas seleccionadas.

Vicente Amigo fue cliente del taller. Cedida

En los últimos años se han introducido mejoras en las rutinas de trabajo de los Maldonado.Ahora cuentan con maquinaria que ayuda a acelerar ciertos procesos. Las guitarras ya no se hacen de la misma forma que en el pasado: los músicos requieren modelos más ligeros, con cambios en el grosor de la caja, nuevos tipos de madera y barnices. Pero la esencia sigue siendo la misma.

Precisamente esa última frase es la que Luis Miguel Maldonado y su mujer, Rosario, les gustaría escuchar en boca de sus clientes dentro de años, cuando ellos ya estén jubilados. Su hijo Álvaro, presente en la conversación a ratos, ya que está atendiendo a clientes en la tienda y al teléfono, está dispuesto a seguir con el negocio familiar porque es un apasionado de la música y aún más de las guitarras.

"Si tuviera que imaginar qué será de Guitarras Maldonado de aquí a veinte años, imagino que siga con el nombre que tiene ahora mismo. Con el apellido Maldonado o como Pedro Maldonado e hijos y nieto... Mi padre fue el que luchó en unos tiempos muy complicados, el que lo hizo todo para que estuviésemos hoy aquí", zanja Luis Miguel, algo emocionado.