El barrio de La Luz es uno de los más activos y alegres de la ciudad de Málaga. De origen obrero y con miles de residentes –llegó a ser uno de los barrios con mayor densidad de población de Europa– sus calles siempre están llenas de vecinos que, en gran parte, se conocen entre ellos, pues coinciden en los parques, comercios o colegios de la zona.
Hace justo diez años, el 23 de septiembre de 2013, esta barriada malagueña se estremecía al conocer que una vecina llamada Estefanía, de 26 años, y su hijo Aarón, de cinco, habían sido brutalmente asesinados por Miguel Ángel, expareja de la joven y padre del menor.
Los dos adultos comenzaron su relación en el año 2006 y esta se prolongó en el tiempo hasta antes del verano de 2013. Unas semanas antes del asesinato, ella decidió cortar la relación, algo que él supuestamente no asumía, por lo que comenzó a acosarla con dureza.
Tanto es así que, como reza en la sentencia emitida por la Audiencia Provincial de Málaga, la noche del 22 de septiembre, cuando Estefanía salió con unas amigas, Miguel Ángel “acechó” a su expareja y la esperó hasta que regresó a casa, un primer piso en el número 3 de la avenida Isaac Peral de la capital.
En la vivienda se generó una gran discusión que finalizó cuando Miguel Ángel le clavó un arma blanca a la joven en la zona cervical para acabar asfixiándola. Tras ello, el asesino percibió que el pequeño Aarón había entrado a la habitación siendo testigo de los hechos, estaba llorando y gritando. A él le tapó los orificios nasales hasta que también logró asfixiarle. Tras matar a ambos, Miguel Ángel se acostó en la cama entre los dos cadáveres y se durmió entre ellos hasta bien entrado el mediodía siguiente.
Miguel Ángel solía ser muy controlador durante la relación que tuvieron, algo que los padres de Estefanía no conocían con profundidad hasta que la pareja se separó, pues ella siempre trataba de mostrarle a sus padres la mejor cara de su pareja. Nunca llegó a denunciarle, precisamente por eso, porque siempre trataba de darle otra oportunidad como persona.
Una semana antes del asesinato, su padre, Manuel Torres, tal y como explica en el documental Colaterales, rodado en 2018, decide hablar con su exyerno al conocer que estaba incordiando a su hija. El asesino reprochaba a Estefanía que “se había quedado viviendo en la casa con el niño cuando él vivía en una terraza”.
“Yo le dije ‘No te preocupes, que mi hija y mi nieto tienen donde vivir, tú te quedas con las llaves de la casa y te quedas a vivir allí’. A los dos o tres minutos me dijo que prefería que su hijo creciera en la casa que tenían. Según los hechos, está claro que tenía premeditado hacer algo”, cuenta el hombre.
Precisamente fue Manuel quien descubrió los cadáveres de su hija y su nieto. En aquel entonces, según su relato, residía junto a su mujer a apenas unos metros de su hija, en la urbanización Barceló. Al mediodía del día 23 de septiembre, Estefanía no había aparecido por la casa como dijo que iba a hacer, algo que les extrañó, porque ella siempre fue muy responsable.
Como disponía de una copia de las llaves de la casa de su hija, Manuel no dudó en acudir a la vivienda para ver si le había pasado algo. La llave no entraba en la cerradura porque el asesino había cruzado otra desde el interior. Como era prácticamente la hora de que Aarón saliera del colegio, que estaba a 200 metros del domicilio, pensó que sería buena idea ir hasta allí, pues Estefanía o Miguel Ángel tendrían que ir a recogerlo. Por el camino, se encontró a un familiar junto a un pequeño, primo de Aarón, que le comunicó que el niño no había ido al colegio ese día.
En el documental, el hombre recuerda emocionado cómo, tras escuchar aquella frase, se le pasaron mil cosas por la cabeza que le llevaron a volver a su casa para pedirle a su mujer las llaves de un furgón que tenían. En su interior, casualmente, tenía una escalera lo suficientemente alta para llegar a acceder por el balcón al piso de su hija.
Tras lograr entrar a la vivienda, la escena que se encontró en el dormitorio fue dantesca. Los tres yacían en la cama. Tocó a su hija y supo que estaba muerta por la temperatura de su piel. Fruto de la rabia, su reacción fue golpear al asesino creyendo que él también estaba muerto. Pero no lo estaba, solo dormía. El golpe lo desperezó y acabó propinándole un puñetazo a Manuel, al que supuestamente amenazó preguntándole si quería ser “el tercero”. Le rompió una ceja y el labio y le lesionó el hombro.
Tras un forcejeo, Manuel, como pudo, avisó a su mujer a través del porterillo. Le dijo que Estefanía estaba muerta y que llamara a la Policía. Mientras que el asesino se ponía una camiseta, Manuel le preguntó que por qué había matado a Estefanía y Aarón. Según cuenta Manuel, este le respondió que asesinó a Estefanía porque “si no era para él, no era para nadie”, y al niño “para que no viera sufrir a su madre”.
Cuando este manifestó que quería marcharse de la vivienda, alegando que “luego volvería”, Manuel, pensando que venía ya la Policía, trató de evitar su huida pegándole. Volvió a suceder otro forcejeo en el que el asesino también cogió de los pelos a Isabel, la madre de la joven. El asesino consiguió escapar por la escalera y, en ese momento, Manuel depositó toda su confianza en los agentes para que consiguieran darle caza pronto. Incluso se lo dijo al propio asesino en su huida.
Y dicho y hecho. Sus pronósticos se cumplieron. En cuanto las autoridades recibieron la llamada que alertaba sobre que el individuo había escapado en una Citroën Berlingo, se organizó un operativo para localizarle que apenas duró unas horas. Una pareja de la Guardia Civil lo paró en la A-92, sentido Almería, por una infracción de tráfico. En el momento de la detención, arremetió contra dos agentes de la Policía Local, llegando a herir a uno de ellos.
Reacciones
El barrio de la Luz tan solo enmudeció las horas que la Policía tardó en arrestar al asesino. El número 3 de Isaac Peral se llenó de velas e imágenes de Estefanía y Aarón junto a carteles donde los vecinos pedían justicia por ambos. Un grupo llegó incluso a escribirles una canción, llamada Por derecho, que interpretaron a los pies del portal frente a familiares, amigos y conocidos de la familia.
El entonces concejal de seguridad Julio Andrade reconoce a EL ESPAÑOL de Málaga que aquel caso será uno de los que nunca olvidará a nivel profesional. Recuerda con especial tristeza el entierro de Estefanía y Aarón. “Aquello era una marea de criaturas. Tanto dentro como fuera de la capilla, no cabía nadie. Y había que sumar la ola de los medios de comunicación. Y no fue solo el entierro, fueron las manifestaciones, los homenajes… Yo viví aquello muy intensamente y lo viví como un grito colectivo de todo un barrio, porque en La Luz todos se conocen”, explica.
De hecho, unos meses después del crimen, en febrero de 2014, los agentes trasladaron a Miguel Ángel hasta la vivienda para reconstruir los hechos después de que en una declaración en octubre de 2013 confesara que había matado a ambos. Es esta la imagen, que diez años después, no se borra de las cabezas de muchos vecinos de La Luz.
Miguel Ángel salió como un toro bravo y con actitud chulesca, increpando a todas las personas que se acercaron al portal para pedir justicia. A la salida de la reconstrucción, algunas personas se saltaron el cordón policial para tirarse sobre él y el vehículo policial donde fue trasladado. La rabia de todo un barrio era más fuerte que una tira de plástico que limitaba el perímetro de seguridad.
El juicio
El juicio se fechó para el 16 de mayo de 2016. Miguel Ángel, con las manos entrelazadas durante toda la sesión, en gesto de perdón, reconoció que en 24 horas arrasó con todo. “Me desboqué, destrocé dos familias y me destruí como persona”, dijo con tranquilidad ante los miembros del jurado, argumentando que cuando se miraba al espejo no le gustaba lo que veía.
Así, contó que no estaba bien el día que ocurrió todo, pese a lo que dijeran los médicos y que había intentado quitarse la vida en tres ocasiones. Durante su alegato final, manifestó que era creyente y que el Señor le juzgaría, así como que asumiría lo que el jurado decidiera con humildad.
43 años de cárcel
Dos semanas después del juicio de Miguel Ángel salió a la luz el veredicto. Fue condenado a 43 años de cárcel por dos delitos de asesinato, uno de coacciones, otro de malos tratos habituales, cuatro de lesiones y un delito de resistencia en el momento de la detención. Se aplicó el agravante de parentesco. Además de prisión, se le impuso el pago de 950.000 euros a los familiares de las víctimas y a indemnizar a los padres y a los agentes por las lesiones sufridas.
Los jurados señalaron que el individuo actuó “de manera consciente y sin dar posibilidad de defensa a las víctimas” y que “ambos ataques mortales fueron bruscos, súbitos e inesperados”. En cuanto a los malos tratos, incidieron en “los hostigamientos, insultos y amenazas que el acusado profería contra la mujer de manera habitual”, mientras que el delito de coacciones fue acreditado “por el control, vigilancias y seguimientos ejercidos”.
El 31 de mayo de 2018, los funcionarios del centro penitenciario de Mansillas de las Mulas, en León, donde se encontraba Miguel Ángel, lo encontraron muerto en su celda. Se había quitado la vida. Aquella noticia fue celebrada por todo el entorno de Estefanía y Aarón, quienes incluso se trasladaron a Parcemasa para brindar con una copa de champán para celebrar su muerte frente a la sala donde se encontraban sus restos mortales. Un vídeo de aquel momento se hizo viral hasta el punto de recibir algunas críticas, aunque la mayoría de mensajes fueron de apoyo. La familia pidió perdón a todos aquellos a los que pudieran haber ofendido, expresando, eso sí, que el resto de salas entendieron perfectamente su situación.
2018 fue el año en el que la familia de Estefanía y Aarón vio llegar el día que tanto esperaban. Manuel Torres reconoce en el documental Colaterales que cuando supo que el asesino de su hija y de su nieto había fallecido, se alegró. Respiró tranquilo porque "su familia no se buscaría una ruina por salir a buscarlo cuando este saliera de la cárcel" y porque así se aseguraban de que Miguel Ángel "no haría daño a ninguna mujer ni a ningún niño más".
Una década después
Una década después el toldo de color azul de aquel piso sigue echado completamente. El barrio sigue manteniendo su alegría característica y el trasiego de personas por sus calles sigue siendo diario. Sin embargo, al paso del número 3 de Isaac Peral, muchas miran hacia aquella terraza con un nudo en la garganta por recordar aquellos días tan difíciles y el calvario que sufrieron Estefanía y su hijo.
Isabel, la madre de Estefanía, con la que ha podido contactar este periódico, asegura que aunque hayan pasado diez años, “para nosotros es como si no hubiese pasado el tiempo”. “Mi hija y mi nieto continúan muy presentes en nuestras vidas y el dolor sigue siendo indescriptible”, cuenta. Así, tras ser cuestionada por el trato de las instituciones, critica que no tuvieron apenas ayuda por parte del servicio de Salud Mental Público para afrontar lo ocurrido.
“Tuvimos una cita y la siguiente que nos dieron fue para varios meses después. Poco tiempo para tratarnos y muy espaciado en el tiempo”, lamenta. Optaron por ir a un psicólogo y a un psiquiatra privado y, más tarde a la Asociación Alhelí, cuya labor fue clave para superar tan complicado duelo tiempo después.
En este sentido, desde la Subdelegación de Gobierno señalan que "una de las vías importantes del gobierno de España en materia de violencia de género es el reparto de los fondos del Pacto de Estado. "Estos fondos, que ascienden en el año 2023 a 177 millones de euros, se reparten entre las comunidades autónomas y las corporaciones locales para que puedan cumplir con las labores asistenciales que tienen previstas en el reparto competencial.
También existe la aprobación de la pensión de orfandad por violencia contra la mujer, que se aprueba rápida, de una manera ágil, para que las víctimas que se encuentran en esta trágica situación no sufran, además de la pérdida de su madre, una desprotección económica", detalla Amaya Martínez, jefa de la Unidad de Violencia de Género de la Subdelegación del Gobierno en Málaga
En diez años han nacido decenas de niños en el barrio y han crecido los que fueron compañeros de Aarón en preescolar. Todos ellos han jugado y juegan, como tanto le gustaba hacer a él, en un parque que está frente a su casa y que, desde febrero 2014 lleva su nombre y el de su madre. Un monolito que dice “Estefani y Aarón siempre estaréis en nuestro barrio” lo preside. Y no le falta razón al lema que la familia quiso para ese azulejo. Dan igual los años que pasen, el legado de Estefanía y Aarón es indestructible para todo un barrio.
Una lacra
Ya en aquel momento, hace diez años, las acusaciones alertaban de que aquel juicio era “una fotografía de una tragedia que vivimos, la violencia de género”. Desde la Subdelegación de Gobierno sí matizan que no se ha producido ningún doble crimen en la provincia como aquel desde entonces, aunque sí en otros lugares. El último, registrado en Valladolid, de una madre y su hija, Paloma e India. Así, matizan, en la mayoría de los casos, el menor asesinado era hijo solo de la mujer asesinada, no siendo hijo en común con el agresor --hubo un caso en Málaga en 2012 y otro en 2015--.
Desde 2013, no solo han variado las mediciones respecto a los asesinatos machistas, que ahora sí están tipificados como violencia de género, sino también la visión de la sociedad sobre esta lacra. Según Amaya Martínez, "lo positivo es que la sociedad en su conjunto ya tiene claro que la violencia de género es un problema de derechos humanos, que concierne a toda la sociedad y no solo a la víctima".
"También la posibilidad de que la violencia de género pueda ser denunciada por cualquier persona, no solo por la víctima, por la afectada, por la mujer, y mecanismos como el teléfono 016 accesibles a cualquier ciudadano, familiar, amigo o incluso ajeno a la situación de violencia", declara Martínez.
Todo ello, prosigue, ha facilitado "esta concepción de violencia de género como un problema de toda la sociedad". Tanto ella como Rosa del Mar Rodríguez, quien fuera coordinadora del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) coinciden en que en contraposición a todos esos puntos positivos existe tristemente "un mensaje negacionista" auspiciado principalmente por la extrema derecha que, según Rodríguez, "hace que salgan a la palestra soflamas como que el 80% de las denuncias por violencia de género son falsas, cuando la Fiscalía General del Estado nos dice que solo el 0,0005% lo son".
"Y esto es preocupante porque están calando mucho entre nuestros jóvenes, ya sabemos que hay aproximadamente un 20% de jóvenes que dicen que no existe la violencia machista, que es ideología de género y eso es preocupante, porque con los jóvenes habíamos avanzado y ahora estamos en retroceso", lamenta.
Para Martínez, este discurso negacionista tiene "la intención de diluir la violencia de género en ese concepto de violencia intrafamiliar o, peor aún, volver a situaciones o conceptos del pasado, como eran los crímenes pasionales o hasta considerarlos un asunto privado".
De la misma forma, Rosa del Mar advierte de que el foco del problema no está en la cuestión de las denuncias falsas, sino en las denuncias. Rosa del Mar hace hincapié en que tan solo denuncia en torno a un 20 o 25% de ellas. "Desde hace una década, hemos avanzado mucho, por ejemplo, hace diez años hubiésemos seguido los argumentos de Rubiales y casi nos hubiéramos reído de la situación. Nadie hubiese reparado en una palmada en el trasero o un beso forzado como ahora. Pese a ello, tenemos que fortalecer el pacto contra la violencia de género, el pacto de Estado", declara.
Así, considera necesario "tener muchos más recursos para la prevención y por supuesto para la intervención". "No nos sirve de nada tener medidas de protección si luego a lo mejor tenemos un policía que tiene a 100 mujeres a su cargo. Son necesarios más recursos humanos, más recursos económicos por supuesto, formación a todos los agentes sociales sobre qué es la violencia de género, cómo detectarla y muchísima concienciación social. Cuando se produzca realmente un aislamiento social absoluto hacia estas personas violentas, hacia estos hombres que asesinan a sus mujeres, ese día habremos dado el gran paso para acabar con la violencia de género", zanja.
No estás sola
El 016 atiende a las víctimas de todas las violencias contra las mujeres. Es un teléfono gratuito y confidencial que presta servicio en 53 idiomas y no deja rastro en la factura. Estos son todos los recursos contra la violencia de género.