Málaga

Como tantas veces ha ocurrido en la ciudad de los museos que es hoy Málaga, urbe que parece haberse reencontrado con su patrimonio, sólo se reacciona cuando el abandono se apodera sin remisión de aquello que se construyó siglos atrás. Y esto es justo lo sucedido con uno de los inmuebles más señeros de la capital de la Costa del Sol, el antiguo Convento de San Andrés.

A la riqueza propia de un edificio levantado por la Orden de los Carmelitas Descalzos en el siglo XVI, sobre una ermita existente consagrada a San Andrés, se le une un elemento simbólico igualmente relevante: fue ahí donde el general liberal José María Torrijos y sus 49 compañeros pasaron la noche antes de ser fusilados en una playa cercana por orden de rey Fernando VII.

Tal circunstancia ha sido objeto de reconocimiento en el proyecto de rehabilitación impulsado y desarrollado por el Ayuntamiento en los últimos seis años. Una operación en ocasiones de cirugía que ha supuesto una inversión de 5,7 millones de euros, parte de los cuales han sido aportados por el Gobierno central.

Estado ruinoso que presentaba el convento antes de las obras ahora concluidas.

La estampa que ahora muestra el complejo a vecinos y visitantes dista de la de antes de que se acometiesen los trabajos. Las dos fases de la intervención han transformado por completo una construcción catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC)

El estado de decadencia que presentaba, con numerosas partes destruidas, ha obligado a ejecutar cuerpos de nuevo cuño. Porque en los años previos a que la ciudad se reencontrase con el convento, asentado en el barrio de El Perchel, el complejo histórico albergó usos nada propios para su condición patrimonial. Almacén, restaurante y hasta un taller de reparación de coches.

Explicaciones del arquitecto

"Encontramos un aljibe en el exterior que estaba lleno de aceite de los coches", relata José Ramón Cruz del Campo, arquitecto responsable del proyecto de restauración. Una muestra concluyente del maltrato al que ha sido sometido durante décadas. Lejos queda atrás esa estampa. Y un simple paseo por las entrañas del viejo convento, que también fue cuartel, demuestra la "sensibilidad" del equipo de intervención. 

Los precedentes constatan la envergadura de la empresa ahora concluida. La vuelta a la vida del conjunto, en cualquier caso, queda aún pendiente de que parte de las estancias recuperadas en la segunda fase sean vestidas con las instalaciones adecuadas.

Una de las estancias ya recuperadas.

Cruz del Campo tiene claro cuál era el objetivo con el que encaró el encargo. "La idea era recuperar el convento tal y como estaba el día en que se vio afectado por la desamortización, cuando los monjes lo abandonaron", apunta. Y para alcanzar esa meta ha sido precisa una concienzuda y constante labor de documentación. "En función de los descubrimientos que hemos hecho hemos ido adaptando el proyecto", añade.

Los 3.117 metros cuadrados de superficie del completo, divididos en planta baja más dos alturas, ya acogen la sede de la Asociación del Carnaval y el Centro Torrijos, a los que se sumarán en pocas semanas o meses la Biblioteca Jorge Guillén y la Cofradía del Carmen.

Usos presentes mediante los que la ciudad y la colectividad del barrio se reencuentran con un inmueble histórico del que se mantienen buena parte de sus detalles originales. Destacar el rescate tras numerosas capas de pinturas murales del siglo XVIII, así como la apuesta municipal por permitir a todo el que lo desee pasear sobre el aljibe del convento, del siglo XVI. 

'Caminar' sobre los restos 

El visitante podrá caminar sobre una plataforma de cristal y contemplar de manera cenital los restos recuperados tras la amplia labor arqueológica desarrollada. Una fase de la intervención durante la que fueron desenterrados y estudiados restos del recinto murado del antiguo barrio árabe. 

Suelo de cristal instalado para poder ver el aljibe del antiguo convento.

En concreto, de una fábrica de tapial con diversas reparaciones de mampostería y ladrillo. Lo aparecido eran unos 11 metros de muralla de los siglos XI y XII. La cota en la que fueron localizados resultaba "incompatible" con el normal desarrollo de la segunda fase de la actuación. 

En la charla con el arquitecto, en el patio central del complejo, cuenta cómo se presume que el mismo contaba con galerías laterales que no han podido ser reconstruidas por la ausencia de documentos que así lo confirmaran. Casi en una esquina sobresale lo que aparenta ser un pozo.

Y la apariencia se confirma. Asomada la cabeza, se refleja varios metros abajo sobre el agua contenida. "Ese pozo fue recuperado porque el Ayuntamiento lo tenía en los almacenes; estuvo en la calle Alcazabilla, en los jardines de Ibn Gabirol", añade Cruz del Campo. Se tomó la decisión de reintegrarlo en el convento al observar el escudo del Carmen que tiene perfilado.

Casi seis años después de que arrancasen las actuaciones, el convento de la Orden de los Carmelitas renace. Lo hace como equipamiento abierto al barrio y a la ciudad, que, por fin, hace justicia con una pieza protagonista de su patrimonio.

Noticias relacionadas