Málaga

Frente a la Málaga del Pompidou y el Thyssen; frente a la Málaga transformada en imán para decenas de fondos de inversión y firmas tecnológicas; frente a la Málaga en la que todo brilla y nada parece desentonar, hay otra Málaga que permanece en la penumbra, casi desapercibida. 

Y no hay más fiel exponente de esa ciudad anclada en las sombras que Los Asperones. Una barriada cuya existencia debiera funcionar como recordatorio diario de las asignaturas pendientes que las administraciones dejan en su camino. Su presencia es, en sí misma, una deuda por saldar.

El foco de atención vuelve a posarse ahora sobre un núcleo de población, situado en la zona oeste de la capital de la Costa del Sol, cuyo origen se remonta al año 1988. Lo que iba a ser un asentamiento temporal, suma ya 33 años, sin una solución clara ni sencilla para su desmantelamiento.

Los poderes públicos, con la Junta de Andalucía al frente, vuelven a diseñar una hoja de ruta con la que conseguir lo que nadie antes ha logrado. Queda por comprobar si los actuales gestores tienen más fortuna que sus antecesores.

Vista de una de las tres fases de la barriada de Los Asperones, en Málaga.

La envergadura de la actuación queda plasmada en los números del Plan Director para la Integración Social de las Personas Residentes en Los Asperones, desglosado días atrás por EL ESPAÑOL de Málaga.

Pero el documento técnico, más allá de plantear actuaciones posibles y evaluar el esfuerzo inversor a realizar, hace una aproximación detallada a los que habitan Los Asperones. ¿Quiénes son? ¿Cuántos son? ¿Cuál es su nivel educativo? ¿Qué porcentaje de desempleo asuela a sus residentes?

A todas estas preguntas da respuesta el trabajo de análisis realizado. Una labor que sienta las bases de la que debiera ser la actuación final de integración de los 895 vecinos de Los Asperones. Estos son los habitantes confirmados actualmente, la gran mayoría de etnia gitana.

Del censo, el 61,19% tiene menos de 31 años, lo que constata la juventud de esta población. Acercando más la lupa se puede ver que hay unos 300 residentes que tienen entre 0 y 16 años, otros 249 de entre 17 y 30 años; otros 304 de entre 31 y 60 años, y 42 que superan esta franja de edad.

La situación laboral es otra de las grandes preocupaciones que evidencian los técnicos a la hora de afrontar el modo de solventar el problema de Los Asperones. Según los valores recogidos, frente a las 208 personas que dicen estar en situación de desempleo, hay apenas 58 con trabajo.

A estas hay que agregar 197 desempleadas pero con actividades no reguladas y otras 269 que están estudiando. La tasa de paro se sitúa por encima del 70%, 45 puntos por encima de la medida de la ciudad

Los datos laborales vienen a ser una traslación, en buena medida, del nivel educativo que presenta la mayor parte de Los Asperones. Los números son claros. De la población total hay 118 que carecen de estudios, otros 345 disponen de Primaria y 66 también de Secundaria. Hay 102 analfabetos, mientras que la estadística recoge la ausencia de datos de 248 personas.

Anexos y chabolas

Atendiendo a las explicaciones recogidas en el documento, lejos de pensar en un barrio de la sexta capital de España podría imaginarse un barrio de cualquier urbe del tercer mundo. En total son 291 las construcciones existentes en las tres fases de Los Asperones. Pero no todas ellas son viviendas. De hecho, apenas 181 pueden tener tal consideración, dado que hay 94 anexos (construidos como ampliaciones de la casas iniciales) y 16 chabolas.

Tras el detalle de los números, las impresiones de los técnicos respecto a la barriada dejan poco lugar a la duda. Hablan de un núcleo de transición donde el crecimiento demográfico ha provocado la proliferación de la autoconstrucción de anexos adosados a las viviendas originales y chabolas. Habitáculos que han provocado "un grave problema de hacinamiento e infravivienda", llegando a ocupar en muchos casos la vía pública y el acerado. 

Es un barrio donde las calles "no están reconocidas como tales en el callejero", generando importantes discrepancias entre el padrón municipal y el domicilio real de las familias.

Una de las construcciones de Los Asperones.

La falta de equipamientos públicos, más allá de un colegio, una guardería y un centro social en las fases I y III, hace que exista "una gran dependencia de los recursos públicos". La situación se agrava en la Fase II, que carece de equipamientos, lo que obliga a sus habitantes a desplazarse para acceder a los recursos educativos y servicios sociales. 

A todo esto hay que sumar unas condiciones en el entorno que son calificadas como "insalubres", dada la carencia de alumbrado público y saneamiento deficitario, por ejemplo. Asimismo, los técnicos ponen de manifiesto la existencia de "falta de hábitos a la hora de afrontar gastos inherentes al hábitat (luz, agua, comunidad, etc.), carencia de ingresos económicos, baja cualificación profesional, falta de habilidades sociales".

Mención en un informe de la ONU

La situación de Los Asperones mereció el año pasado la atención incluso del Relator Especial de Naciones Unidas (ONU), Philip Alston, quien tras realizar una visita a España tuvo la oportunidad de analizar el caso malagueño.

En su documento, habló de la existencia de "una comunidad romaní que vive desde hace 30 años en el barrio de chabolas de Los Asperones (Málaga) en circunstancias calamitosas, sin un alojamiento adecuado y sin acceso a los servicios públicos". 

La plasmación de este problema en el informe de la ONU tuvo lugar tras el contacto que un equipo de investigación de la Universidad de Málaga, coordinado por el profesor Cristóbal Ruiz Román, mantuvo con Alston. 

La base de la documentación facilitada al relator fue la investigación que estos profesionales realizaron años atrás sobre la barriada. Una información que pudieron actualizar durante los primeros meses de la pandemia de la Covid y, en particular, durante el confinamiento obligado. Las entrevistas que recabó el equipo hace ahora algo más de un año fueron concluyentes. 

"Yo he pasado hambre. ¡Pero bastante! Y ya no soy yo, sino mis crías. Y eso lo he vivido fatal. He estado como nunca. Cogiendo el pan del bidón (contenedor de basura) y congelándolo", relataba una de las vecinas del barrio.

Otra abundaba en la misma línea: "Yo me busco la vida chatarreando. Y estos días no he podido buscar chatarra, por qué no se podía salir y estaba todo cerrado. Y he tirado para adelante gracias al colegio y al director que nos ha traído comida hasta aquí".

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