"Cuando llegamos allí por primera vez todo estaba vacío. Solamente había tres edificios construidos más la sede social del parque. Claro, pensabas, ¿esto cómo se va a llenar? Porque además en 1992 estaba todo fatal, no había futuro". Carlos Bentabol, uno de los primeros trabajadores en el Parque Tecnológico de Andalucía, recordaba esto sobre los inicios de la tecnopólis en una entrevista publicada en este diario el pasado domingo.
Bentabol se acaba de jubilar, 33 años después, en una empresa nacida en el propio parque tecnológico y viendo como la tecnópolis está a rebosar. El PTA (ahora llamado Málaga Tech Park en inglés por su vertiente internacional) es el mayor ejemplo de éxito de la economía malagueña en décadas. Posiblemente de toda su historia. Solamente se puede comparar al desarrollo del sector turístico en la Costa del Sol y a la pujanza industrial del siglo XIX.
No es una exageración. En 1992 solo había un campo gigantesco en Campanillas, ocho empresas con un total de 130 trabajadores y una facturación agregada de 457.000 euros (76 millones de las anteriores pesetas). Se confiaba en poder crear un sector gracias al tirón de firmas ya asentadas en la provincia como Fujitsu, Siemens o Citesa, pero poco más. Era más ilusión que realidad.
Sevilla había tenido su Expo y Málaga, que siempre se consideraba segundo plato andaluz, apostaba por crear un polo tecnológico cuando solo se la conocía por los hoteles en Torremolinos o Marbella.
Felipe Romera era el director del disuelto equipo de I+D de Fujitsu y en 1990 convenció a la Junta de Andalucía y al Ayuntamiento de Málaga, liderados ambos gobiernos entonces por el PSOE con José Rodríguez de la Borbolla y Pedro Aparicio, de lanzar este proyecto que podía ser un éxito pero también un fracaso estrepitoso. Pero si no pruebas no consigues nada.
El 20 de abril de 1990 se constituyó la sociedad del PTA. El capital social fue de 240.000 euros (40 millones de pesetas). Tras realizar las obras de urbanización y toda la documentación, abrió sus puertas oficialmente en diciembre de 1992. Entre sus primeros inquilinos estaban Cetecom (comprada por la multinacional Dekra), Premo, Ingenia (comprada por Babel) o el BIC Euronova, que sigue siendo una gran incubadora de empresas.
Así se firmó la constitución de la sociedad del PTA. Era 1990 en el Ayuntamiento de Málaga.
Sin prisa pero sin pausa, el parque ha ido año a año aumentando sus números gracias a lo que Romera ha llamado en varias ocasiones olas de innovación. Iban construyendo edificios que se iban llenando con empresas locales, nacionales y algunas internacionales.
No ha sido por casualidad. El equipo gestor del parque ha recorrido todo el mundo para hacer contactos, convencer a empresas y captar talento. Hoy en día, la Willy Fogg del PTA, Sonia Palomo, hace más de 30 viajes al año, pero para dar a conocer el modelo de éxito de la tecnópolis, especialmente en África o Latinoamérica donde quieren hacer proyectos similares.
Gracias a esos contactos y una buena labor de diplomacia, acogió la sede de las asociaciones nacional e internacional de parques científicos. Luego llegaron firmas multinacionales de gran prestigio como Accenture, Oracle o Ericsson y nacionales de la talla de Opplus, que posee más de 2.500 trabajadores.
En más de 30 años de historia han pasado muchas cosas, positivas y negativas. Hay mucha hemeroteca al respecto. Le recomiendo que vea el Encuentro Tecnológico que organizamos en EL ESPAÑOL de Málaga con Felipe Romera en abril de 2023 porque cuenta perfectamente toda esa historia. Pero el parque no solo ha sobrevivido a los inconvenientes que han ido surgiendo sino que se ha superado año tras año.
Cada ejercicio ha aumentado el número de empresas instaladas, el empleo y la facturación agregada de esas compañías. Se rebasaron los 10.000 trabajadores en 2006; los 15.000 en 2014; los 20.000 en 2019 y los 25.000 en 2023.
Al cierre de 2024, según los datos facilitados por el parque el pasado lunes, hay en el PTA 715 empresas de las cuales 72 son extranjeras procedentes de 22 países. Esas firmas tienen, en total, 27.940 trabajadores y facturan en conjunto 4.181 millones de euros.
Desde que arrancara en 1992, la facturación total de las empresas del parque ha sido de 42.656 millones de euros. En este periodo se han invertido 991 millones de euros, de los cuales el 80% lo han puesto empresas privadas.
Romera ha dicho en muchas ocasiones que el parque llegará a tener 50.000 empleados. Terreno hay y nuevos proyectos ilusionantes como el Imec, una nueva fábrica de Airzone... Lo que falta, lo que ha faltado siempre, es infraestructura de transportes. Metro, cercanías, aparcamiento... Una batalla por la que Romera lleva años peleando y que reconoce que no consigue vencer.
En diciembre se cumplirán 33 años desde su apertura y el Parque Tecnológico está inmerso en muchos nuevos proyectos. Este mes de julio acabará la obra, por ejemplo, del primer edificio en el que los trabajadores podrán residir. Hay muchas empresas, pero no hay viviendas ni centros de ocio. Eso irá cambiando y este proyecto con 105 habitaciones será una primera piedra de toque.
El PTA es una historia de éxito por la confianza, por el continuo espíritu de colaboración entre sus actores. Primero entre las administraciones. La Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Málaga, gobernara quien gobernara, han ido siempre de la mano, dejando las rencillas políticas a un lado por el bien común. Eso ha dado una seguridad juridica y una garantía excepcionales a la hora de atraer empresas.
Segundo entre el parque y la Universidad de Málaga, que cada vez están más mimetizados hasta el punto de que tienen edificios y proyectos en común. La UMA es además accionista, minoritaria, del parque junto con la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Málaga (tranquilidad institucional) y Unicaja (tranquilidad financiera). La ampliación de la UMA por Teatinos acabará fusionándose con el parque creando un círculo virtuoso de transferencia de conocimiento, lo que ya se promueve en foros como Transfiere en Málaga desde hace unos años.
Y tercero entre los propios empresarios. Desde el inicio de la tecnópolis, posiblemente porque sus primeros moradores habían sido compañeros en Fujitsu y colegas, ha habido camaradería. Se han creado grupos entre ellos, organizan desayunos, reuniones cada dos por tres... El último gran ejemplo es la creación de la Fundación Innova IRV, un espacio en el que están todas las grandes empresas con el propósito de generar riqueza y empleo en Málaga y que entre sus hitos ya se contabiliza, entre otros, haberse traído la sede del Imec a la capital malagueña.
Hablar del parque, en cualquier caso, ya se queda pequeño. Hay que hablar del ecosistema porque la Málaga tecnológica es el parque y mucho más. Está el centro de ciberseguridad de Google en el Paseo de la Farola, el centro de innovación de Vodafone en Martiricos, la sede de Freepik en el centro, EPAM en Imperio Argentina... Y el reto ahora es integrar también a las empresas tecnológicas potentes, pero desconocidas por la capital, que están en Marbella y otras partes de la costa. Málaga no solo será metropolitana por sus comunicaciones, sino también por su tecnología.
El pasado ha sido espectacular, el presente está en máximos históricos y el futuro es más que ilusionante. Decía Bentabol en la entrevista que la Málaga tecnológica no es una moda sino una realidad. Y es así. La mayoría de las empresas nacionales o internacionales que ya han venido a Málaga (por no decir todas) no solo no tienen intención de irse sino que sus planes son de crecimiento. Y eso hace un efecto llamada para otras. Otra cosa es que la ciudad, el área metropolitana, la provincia, estén preparadas para dar servicio en todas sus facetas (transporte, agua, vivienda, consumo energético...) a todos los ciudadanos, los locales y los 'adoptados'. Ese es el gran reto de Málaga para los próximos 20 años.