Las claves
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El 30 de noviembre de 2014, la voz de Pastora Soler se quebró en el Teatro Cervantes de Málaga cuando creía que había superado su temor al difícil episodio de miedo escénico que sufrió unos meses antes en Sevilla. El templo de color azul, ese que a su padre siempre le había gustado tanto visitar, fue el lugar donde descubrió que por una vez en la vida tenía que dejar que la cuidaran, que la mimaran. Había que pedir ayuda. Porque las espinas más grandes del camino son las que más te hacen aprender.
Y bajo ese hilo, Pastora Soler construyó su concierto anoche, 3 de diciembre, en Málaga, justo dos años después de visitar el Cervantes. Durante casi dos horas y media, la artista de Coria del Río recorrió, literalmente, sus 30 años en la música, desde sus primeras apariciones televisivas, siendo solo una cría, hasta su último tema, 30 veces, donde agradece a sus seguidores haber vivido tantos éxitos, pero también fracasos, de la mano. "Una mano que no me habéis soltado nunca", dijo, casi en el arranque del concierto, que comenzó pasados unos minutos de las ocho de la tarde.
Pastora irrumpió en el escenario con una imponente bata de cola de color rosa chicle tejida con cientos de lentejuelas, que la hacían brillar de una forma deslumbrante. Pero a ella no le hacían falta los brillos para deslumbrar. Solo su voz. La sevillana demostró que no pasan los años para ella interpretando coplas como Capote de grana y oro, Triniá o La Flor de los Cantes, así como Torre de arena, que cerró este bloque del concierto.
La cantante movía la bata de cola por el escenario con un arte que nunca se le ha ido en ninguna de sus etapas musicales. Tras acabar las coplas, una pantalla se encendió y el público pudo ver a una "Pili" adolescente vestida con voluminosos trajes de flamenca, tan de moda en la época, interpretando las mismas canciones que la Pastora actual acababa de cantar.
Pastora Soler, vestida con su bata de cola.
Pero la última de las imágenes era de una Pastora vestida de 'Manolita, la primera'. Con unas enormes gafas y una especie de disfraz de niña pequeña. "Después de hacer esto, yo tuve que ir al instituto al día siguiente. Os podréis imaginar. A mí no me apetecía disfrazarme para cantar canciones, quería ser yo misma. Así que empezó a cambiar mi manera de entender todo", declaró.
Y a continuación apareció en pantalla una Pastora Soler algo más mayor, espectacularmente guapa, dando una entrevista de televisión. En ella, confesaba que había empezado a disfrutar de nuevos sonidos, en parte, con referencias como Whitney Houston. Las luces se apagaron y empezaron a sonar los primeros acordes de I have nothing, uno de los grandes iconos de la balada internacional. Y ahí entró ella, enfundada en un espectacular vestido largo, de brillo.
"Puede cantar de todo, esta mujer es espectacular", se escuchó entre el público tímidamente, que quedó totalmente enamorado de la profesionalidad de la artista de Coria. "Con la voz de Whitney experimenté mi cambio de niña a mujer, me ayudó a encaminar mi carrera", dijo.
Pastora, con el 'look' de brillo.
Cuando se encendieron las luces, Soler no dudó en agradecer a Málaga haber llenado el Teatro Cervantes hasta la bandera pese a ser un miércoles "prepuente". La considera su segunda casa, ya que está casada con el coreógrafo Francis Viñolo. "Esta es la celebración número 38 de esta gira que está siendo tan especial. Hoy hay nervios porque estoy en un lugar importante. Mis niñas tienen sangre malagueña. Hoy voy a contaros el camino de una niña que soñaba con ser cantante y que ha dedicado su vida a hacerlo realidad", explicó.
Tras pasar su fase coplera, Pastora lanzó un disco de versiones, entre las que figura la de Un ramito de violetas. El primer paso para decir que iba "en buen camino". Pero llegó su primera "carta de libertad", un concepto que ella define como una forma bonita de decir "que te echaban", "un despido de toda la vida". "Desconecté. Me eché un novio, me puse a estudiar Historia del Arte, me saqué el carné de conducir. Mientras tanto, Luis Sanz, el productor que me descubrió, seguía intentando redirigir mi carrera", recordó.
Y ahí es cuando llegó Manuel Ruiz Queco, la persona que para ella fue un trampolín para ir cogiendo todo lo que le gustaba hacer en la música y meterlo en "una coctelera". Con él empezó a mezclar lo tradicional con lo electrónico. Y a partir de aquella etapa, nacieron temas tan festivos como Corazón Congelao, Guerra fría o Dámelo ya. Sus primeros éxitos. Sus primeros hits, que interpretó tras esta breve explicación poniendo a bailar al Cervantes.
Una imagen de Pastora Soler.
"Mi primer disco de oro, viniendo de mi primer desengaño. Mi éxito creando un sonido propio. Canciones de referencia que han acompañado a la gente en momentos de celebración y de disfrute. Eso valía mucho para mí, pero para mí ese no iba a ser mi estilo. Era una transición para ir encontrándome y seguir evolucionando con mi música", aseveró.
En este momento del concierto, Pastora crea un vínculo muy especial con su público, al que trata como un amigo al que cuenta sus batallas y victorias. "Empecé a viajar, porque yo había estado centrada en los estudios, y veo que esto empieza a convertirse en mi profesión. Ese novio con el que yo creía que iba a ser libre, me la lía. Me dice que llevo faldas muy cortas, escotes marcados y que a qué hora llegué a mi casa de tal concierto. Pero yo seguía dándole oportunidades, porque el amor se convierte en sufrimiento muy fácil y decir adiós no es sencillo, y menos en una carrera con tantos momentos de distancia", declaró.
En 2001, con Luis Sanz aún organizando su carrera, al productor se le ocurre "la mejor de las ideas, entre tantas malas que tenía". En un panorama donde todos tenían sus bailarines y coreógrafos, entre tantas canciones comerciales y marchosas, Sanz le propuso tener sus bailarines propios. Y ahí llegó "un muchacho moreno de Málaga al que todos os sonará", confesó Pastora entre risas.
Francis Viñolo comenzó a formar parte de su cuerpo de baile y se hicieron en un primer lugar amigos. Se entendían extremadamente bien al ser andaluces e hicieron "cosas muy bonitas" innovando con Carlos Jean, con el que Pastora montó unos temas dance que recuerda con mucho cariño. "Estas letras tenían más pasión, ya no eran las de una niña", declaró.
Con sus coristas y su banda, Pastora Soler demostró su gran versatilidad rememorando aquella época tan divertida. Pero en cuanto acaba la última canción de este bloque... "Y os imaginaréis qué pasó con aquel novio del pueblo, ¿no? Que lo dejé. Aguanté muchas cosas, pero cuando tienes al lado a alguien que no te mima y no te cuida para florecer, y más cuando eres leal y fiel, no queda otra, aunque cueste mucho trabajo", sostuvo.
Y ahí es cuando el muchacho moreno de Málaga empezó a convertirse en algo muy especial. Aquella fue la transición más sencilla de su vida, dice. Aparecieron canciones en las que el entorno discográfico de la cantante no creía, pero ella sí. Ver la inmensidad de la industria, sumado al dolor que sentía por amor, la hicieron sentir muy pequeñita.
Y aquello fue el nacimiento de Y qué pequeña que soy yo, un tema en el que nadie creyó de inicio, pero que ella rogó que se incluyera en el disco aunque fuera de bonus track, pues reflejaba muy bien cómo se encontraba en aquel momento.
Pero las discográficas no concordaban con su pensamiento y le dieron su segunda carta de libertad. Otra puñalada más. Pero Pastora no se rindió y se puso a trabajar en un disco propio sin ningún tipo de sello discográfico detrás donde demostraría todo lo que quería hacer en la música.
Un día, Viñolo la dejó en su casa, aún como amigos, y este le mandó un SMS donde dijo "te mando un beso como un mar de grande". Pastora pensó, ¿eso quién lo dice? Jamás había escuchado aquella bella expresión que le dijo, en cierta forma, que aquello iba a acabar siendo algo más.
Se dejó querer. Y bendita decisión aquella. Pues no sabía que el malagueño que se puso en su camino acabaría convirtiéndose en el amor de su vida y dándole a las dos preciosas hijas que tiene: Vega y Estrella. Le acompañaría en sus giras y la asesoraría para convertirse en la diva que es sobre los escenarios, midiendo cada uno de sus gestos y pasos.
Mientras explicaba el arranque de su historia de amor, y cantaba Toda mi verdad, Viñolo, apoyado en la puerta de acceso al patio de butacas, sonreía. Se le caía la baba viendo a Pastora, que le dedicó un tema precioso cuando empezó su historia y que sigue cantándole con emoción en cada uno de sus conciertos mirándole a los ojos.
Pastora Soler, en el patio de butacas.
Y de repente, se apagó la luz. La banda de Pastora empezó a tocar La mala costumbre. "Mírala, está ahí al lado", decía una seguidora con lágrimas en los ojos en el patio de butacas. Pastora comenzó a cantar su "himno", la canción que más le conecta con su público cada noche de concierto y que le recuerda a su estrella en el cielo, su padre. No había nadie sin cleanex en la mano.
"Es un regalo. Me trae muchos recuerdos. Me conecta a vosotros. Me emociono viendo la mirada de nuestros mayores, los que venís a verme. Lloro, pero no de pena. También de felicidad. Hay cosas que la música te enseña y te transmite unos sentimientos que no afloran en otros lugares", dijo Pastora, que pidió al público que disfrutara de sus familiares, que les dieran la mano. Que no se les quedara nada en el tintero, pase lo que pase en su día a día, o en el trabajo. "Lo importante siempre es la salud y estar arropado por la familia", añadió.
Y en su repaso emocional, de 2009, año en el que se casó, se marchó a 2011. Un año donde salió el tema Digan lo que digan, dedicado al colectivo LGTBIQ+, que reconoce que le ha aupado siempre en su carrera. "Me parece mentira que 14 años después se haya avanzado tan poco en el tema de la igualdad, de la diversidad, de que cada uno sienta lo que sienta. Ama a quien te dé la gana. Para todos vosotros, gracias", dijo antes de interpretar la canción, con una bandera arcoíris tras ella.
Y llegó uno de los momentos más esperados del concierto, el más eurovisivo. Pastora se enteró que iría a Eurovisión en una cafetería. Estaba tomando café con una amiga cuando su hermano Chelu la llamó para comunicarle que RTVE la había elegido. Ella no lo pidió, sino que su discográfica le puso su nombre sobre la mesa a la organización, que no dudó en llevarla hasta Bakú.
De inicio, reconoce que no se veía en Eurovisión. "Pero dos días me duró la duda. Acepté y menos mal", dijo. Y volvió a salir al escenario, ya con el pelo recogido y su vestido de aquella espectacular actuación, de color azul cielo. Todo ello tras un emotivo vídeo repasando cómo vivió su paso por Europa y hasta con la grabación de la presentación del fallecido José María Íñigo. Es muy interesante a nivel creativo cómo Pastora y su equipo tratan de recrear, con gráficos e iluminación, exactamente la misma actuación. Para los eurofans es un auténtico lujo este momento.
Gracias a su paso por el festival, Pastora Soler estaba en su mejor momento. Hubo quien "la descubrió y quien la redescubrió porque se había quedado en aquella niña de las canciones comerciales". "Hice una gira de un disco maravilloso y llegaron los problemas. Hay una canción muy especial para mí, Te despertaré, que parecía premonitoria y que se ha convertido en algo muy especial y terapéutico para mí. Tuve que dejar que me cuidaran y me mimaran. Que me despertaran cuando todo estuviera bien", expresó.
Intentó empezar a retomar su vida, ya que aquel episodio de miedo escénico y bloqueo se llevó hasta su voz. Fueron tiempos muy oscuros, hasta que llegó "una Estrella" que la alumbró cuando más oscuro estaba e iluminó su vida, su primera hija.
"Y la ilusión, poco a poco, volvió, y las ganas de cantarle a todo el mundo reaparecieron, y los miedos fueron dejando el camino libre a la confianza. Y de la mano de uno de mis grandes ídolos de mi vida, Alejandro Sanz, volví al escenario", recordaba la sevillana en un emotivo vídeo con imágenes de su familia y ella.
En un concierto de Sanz, en el Vicente Calderón de Madrid, volvió a las tablas tras unos años de silencio. "Cantamos Si hay Dios. Y no es casualidad. Él siempre está ahí. Él entiende de emociones. Tengo que dar gracias a Dios, a las creencias que cada uno tenemos, como el Cautivo de Málaga o la Esperanza, así como la Macarena o la Virgen del Rocío", contó, justo antes de cantar el tema del maestro, vestida de color rosa, con un vestido corto que le sentaba como un guante, con el que además hizo del Cervantes una fiesta gracias a Invencible o Vive.
Y así, abrió el bloque con más luz de la noche. En el que Pastora ya se mostró enfundada en un traje dorado, de brillo, para interpretar temas como La tormenta. "Tenemos que querernos.Tenemos que disfrutar de la vida y tenemos que saber que de las tormentas se sale y que después de la tormenta siempre, más tarde o temprano, llega la calma", dijo.
El broche de oro lo puso '30 veces', el tema que da nombre a la gira y que resume su recorrido: 30 años de superación, recogiendo rosas, pero también pinchándose con las espinas. "Todo ha merecido la pena por públicos como vosotros, Málaga", dijo la cantante al final del concierto, deseando feliz navidad a sus seguidores con un precioso villancico que canta su familia desde que era una cría.
