Lo curioso de Stans es que, aunque gira en torno a Eminem, no es exactamente un documental sobre él. Sí, su vida está ahí, sus éxitos, sus caídas, sus letras; pero lo que Steven Leckart coloca en primer plano es a esa legión de devotos que lo siguen con una intensidad que roza lo patológico. El título no es gratuito: desde que en el año 2000 Stan se convirtió en uno de los grandes himnos del rap, la palabra pasó a definir a todo fan que cruza la línea entre admirar y obsesionarse. Por supuesto, está mucho más cercana a lo segundo.
Leckart, curtido en algunos de los mejores documentales recientes, evita la fórmula complaciente y plantea algo más parecido a un espejo social. Con entrevistas a los seguidores más extremos, material de archivo cuidadosamente escogido y la presencia del propio Marshall Mathers, el filme oscila entre la fascinación y la incomodidad. Es imposible no sonreír y, a la vez, sentir cierto vértigo cuando una joven enseña veinte tatuajes del rostro del rapero o cuando un chico alemán recuerda cómo dejó de ir a clase durante tres meses tras el asesinato de Proof.
Pero Stans no se queda en la anécdota pintoresca o en la caricatura. Debajo de cada historia late algo más profundo: la soledad, el peso de las heridas que no cicatrizan, la necesidad casi desesperada de encontrar un guía en medio del naufragio. En ese sentido, la figura de Eminem se entiende como la de un líder involuntario, una especie de refugio emocional para quienes sienten que todo lo que tienen cerca les ha fallado.
El documental no oculta que está producido por el propio Eminem y Paul Rosenberg (y la todopoderosa MTV), lo que elimina cualquier atisbo de crítica frontal. Aun así, se agradece que incluya episodios incómodos, como la adicción a los analgésicos que casi lo mata tras la muerte de Proof. Y aunque hay momentos que podrían funcionar como un videoclip de lujo —con cameos de Dr. Dre, Jimmy Iovine, Ed Sheeran o Adam Sandler—, el núcleo de la película está en otra parte: en ese retrato involuntario de cómo la idolatría puede moldear e incluso salvar vidas.
Stans logra algo complicado en sus poco más de cien minutos: hablar de uno de los artistas más inaccesibles del planeta sin caer en el panfleto, y de paso recordarnos que, en un mundo sobresaturado de ruido, todavía buscamos figuras que nos sostengan cuando sentimos que todo lo demás se derrumba.
No es solo un documental sobre fans de Eminem. Es, en el fondo, una radiografía sobre lo que significa ser humano.
