Llegó a convertirse en uno de los iconos de la Marbella revitalizada (y revitalizante) de finales del siglo pasado. Con 9 habitaciones -y otros tantos baños-, más de 4.000 metros de parcela y una edificación total de casi 2.000 metros, la casa de Antonio Ruiz Soler, más conocido como Antonio el Bailarín, fue uno de los máximos exponentes de las mansiones en las que se codeaba la jet set de la época. 

Este bailaor, coreógrafo, director artístico español y medalla de oro al mérito de las Bellas Artes en 1991 convirtió a El Martinete en una de las villas de más renombre de la Costa del Sol. Su valor no solo residía en la similitud que presentaba con las grandes masiones hollywoodienses, sino que escondía un secreto en su piscina. Y es que no todo el mundo puede darse un chapuzón sobre un dibujo realizado por el artista malagueño Pablo Ruiz Picasso. 

La sensación de dar algunos largos en este espacio tiene que ser similar a la que sienten los amantes del submarinismo al sumergirse en las profundidades de la gran barrera de coral en la costa de Queensland. La meca para los amantes del buceo está en Australia; la meca para los amantes del arte, en El Martinete.

¿Pero cómo llegó un dibujo del genio universal hasta la piscina del sevillano? La verdad la desveló en una entrevista ofrecida en 1989 al programa A pleno sur, de la televisión pública autonómica. Durante la conversación con Rocío Martín, El Bailarín explica que un grupo de amigos españoles viajaron hasta Francia para celebrar el 80 cumpleaños de Pablo Ruiz Picasso.

Era el año 1961 y entre la delegación se encontraban personalidades de renombre como Dominguín, Nati Mistral o Paco Rabal. En un momento de creación, Picasso cogió un papel y escribió: "Para Antonio. 29/10/61", acompañado de un bailarín trazado con líneas simples y danzando sobre una suerte de oleaje.

Retrato de Antonio por Annemarie Heinrich, 1954.

Este autógrafo lo enmarcó y lo puso en su estudiando, viajando años después a Sevilla para conformar la decoración de un evento en homenaje al famoso coreógrafo. Pero aquel garabato tenía que quedar inmortalizado para la posteridad, por lo que encargó que se ampliara y que pasara a formar parte del diseño de su piscina. 

En las imágenes, rescatadas del archivo documental de Canal Sur, se aprecia como Antonio y Rocío Martín, tras terminar de hablar y ambos vestidos con túnicas, bajan por la escalera de la piscina y se abrazan en el agua, chapoteando sobre las siluetas que casi 20 años atrás imaginara Pablo Ruiz Picasso.

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