El móvil de Elena Pedrosa no tiene conexión a internet. Camina por la calle sin contestar Whatsapp ni bucear por Instagram, mirando simplemente a su alrededor. Lo dejó allá por 2018 tras escuchar a la periodista congoleña Caddy Adzuba narrar cómo en su país para conseguir el coltán que hace que los smartphones funcionen violan a mujeres, matan niños y ocurren guerras. Ahora comienza a preocuparse al ver cómo hay cosas que no puede hacer, desde leer la carta de un bar con un QR o algunos trámites online. “Me inquieta cuando se estandariza algo y no se permite que existan otras formas de vida”.

Esto, que no es más que una anécdota, refleja a la perfección su afán por encontrar una forma de estar en el mundo consecuente con lo que quiere ser. Una búsqueda que lleva tiempo haciendo de la mano de la fotografía y de la poesía y que ahora comparte con sus alumnos en la Escuela de Arte de San Telmo.

Elena Pedrosa Puertas (Málaga, 1977) es profesora, periodista, fotógrafa, poeta, ejerce de comisaria en exposiciones y expone proyectos propios, organiza los Encuentros Málaga Fotográfica, capitanea el Colectivo de Fotógrafas Artistas Malagueñas (FAMA) e impulsa junto a su pareja el proyecto editorial Ediciones FANTASMA. Hay muchas Elenas en una, por eso, cuando tiene que describirse, dice que es “multitarea”.

“Hay una frase que repito mucho: mi vida es un tetris”, afirma. Su trayectoria profesional “ha sido una serie de (benditas) casualidades”. La primera llegó al entrar en la universidad. Su primera vocación fue el periodismo, “contarle al mundo lo que le pasa a la gente”, pero no le dio la nota y entró en Comunicación Audiovisual. A partir de ahí, “descubrí la imagen y me enamoré de ella”.

La segunda de estas casualidades llegó unos años más tarde. Tras conseguir completar la carrera, llegó a ejercer durante unos años y fue en esa época cuando, mientras daba cursos de auxiliar de realización y operador de cámara, le surgió la oportunidad de entrar en una bolsa de profesorado y comenzar su trayectoria como docente.

Poco después, cuando se presentó a las oposiciones de Imagen y Sonido, los nervios le fallaron y, gracias a que su madre estaba muy conectada al mundo de la pintura, decidió apuntarse a las pruebas de la Escuela de Arte. “Lo hice para perder el miedo, pero lo disfruté tanto que la suerte me acompañó y conseguí una plaza”, recuerda ahora. Tras pasar once años dando clases en Almería, volvió a su Málaga natal en 2019.

Autorretrato de Elena Pedrosa. Cedida: Elena Pedrosa

Su fotografía es “humanista” y le sirve de herramienta de reflexión social y de descubrimiento personal. Por eso, parte de su subjetividad más profunda para explicar y explicarse cómo es la sociedad en la que camina y quién es ella misma. “Mis imágenes se vierten desde dentro hacia afuera, desde la tripas”, asegura.

“Al final, la fotografía no es más que una forma de expresión. Lo que antes expresaba en un reportaje, aprendí a expresarlo con imágenes. Bebo de una vertiente que viene del periodismo y de mi inquietud política, de relacionarme con movimientos sociales, con grupos de autogestión, en el ámbito libertario. De estas experiencias nacen una serie de relaciones que me invitan a hablar”, explica.

Cree en la capacidad de los artistas de crear discursos, otros mundos posibles que poner delante de la gente: “Tenemos un lenguaje que conoce todo el mundo y que podemos compartir con todos”. Con otras palabras, se refiere al poder para reflejar realidades, para cuestionar sistemas, para cambiar el mundo. “Es que lo han hecho los artistas a lo largo de toda la historia del arte. Ha habido mucho coraje colectivo de creación conjunta y de pensamiento. Todo artista venía a poner patada arriba el imaginario general porque traía un imaginario distinto”, explica.

Eso sí, hay que hacerlo desde el suelo. Por eso abraza la llamada psicogeografía, un movimiento que invita a “estar en el entorno de tal manera que te mezcles con él y llegues a ser uno”. “Se está poniendo muy de moda hacer fotografía de barrios desfavorecidos, pero si no te implicas con el lugar, si no conoces su historia, si no hablas con sus vecinos, no sabes realmente con qué materia estás trabajando”, ejemplifica.

De la misma forma, critica cómo todo se está politizando, “se convierte en blanco o negro, en algo conservador o progresista”. “Hablamos de una manera de estar y de ser en el mundo. Los animales, las plantas, las personas tienen un equilibrio que se está perdiendo por intentar derivarlo a intereses particulares, normalmente económicos, que hacen que vayamos haciendo las cosas según este interés y no según lo que necesitamos como personas”, defiende.

LA MATERNIDAD FRUSTRADA

Todas estas ideas han tomado forma en sus proyectos. El último, Grávida, parte del deseo de tener un hijo y ver cómo el bebé no llega. “Del proceso que vamos viviendo, de nuestras decisiones y de aprender que si sucede será estupendo, pero si no, también porque estamos plenos y llenos de cosas, que es lo que significa grávida”.

A través de la fotografía, Pedrosa reflexiona sobre una circunstancia que normalmente se vive en silencio y se envuelve en un tabú, se medicaliza o se siente como un fracaso personal. Una circunstancia, no obstante, que es más habitual de lo que parece y es fruto de la sociedad que habitamos, defiende.

Autorretrato de Elena Pedrosa. Cedida: Elena Pedrosa

“Venimos de un mundo muy patriarcal en el que se mantiene el estigma de que una mujer tiene que ser madre sí o sí porque esa es su función, pero también de una estructura productiva y capitalista en la que tenemos que estar produciendo continuamente para sostener el sistema. Mi proceso empieza con asumir esta dualidad y comenzar a hacerme preguntas”, explica.

¿Qué tipo de mujer quiero ser? ¿Cómo quiero utilizar mi cuerpo? ¿Me estoy dando la atención que necesito? ¿Estoy cuidando mi cuerpo? “Poco a poco me voy dando cuenta de que estoy muy desarraigada de la naturaleza y que quiero estar en ella y reflexiono sobre el proceso de deriva, sobre la importancia de abandonarse, de dejar que ocurran las cosas en vez de forzarlas. Ese nivel de producción por objetivos que nos inculcan no sintoniza con mi cuerpo, con mi esencia, con lo que es la naturaleza en sí. No sabemos si al final seremos padres, pero para mí ha sido un regalo enfrentarme a esta situación y empezar a ver oportunidades”, asegura.

El interés por las artes no muere

Es una acérrima defensora del poder del arte y de las letras. “Yo era de letras puras y me decían que lo de estudiar periodismo era porque me gustaba escribir, pero que de escribir no se vive. Esas ideas las tenemos impregnadas todavía. Hoy en día la salida está en aquello en lo que te enfocas y que disfrutas, sea de una rama u otra”, defiende con el firme convencimiento de que la gente cada vez tiene más interés por las enseñanzas artísticas.

Así se lo intenta transmitir a su alumnado, una colectividad muy diversa, según describe, que se nutre y retroalimenta. Entre las asignaturas que imparte está, por ejemplo, Cultura Audiovisual, “muy importante no solo por la vertiente artística, sino porque en la sociedad en la que vivimos es imprescindible alfabetizar acerca de cómo se crean las imágenes para que no nos mientan”.