Málaga

José Manuel Casañ (Valencia, 1963) formaba parte de un coro infantil desde los seis años. El cantante de Seguridad Social recuerda a su profesor con una guitarra a cuestas interpretando temas como Achilipú de Dolores Vega o Capitán de madera de La Pandilla. El recuerdo más vivo relacionado con la música lo teletransporta al niño, hijo de humildes panaderos, que fue con siete años. 

"Estaba en el espejo cantando Ven sin temor, una canción de Bruma Lomas, con el cepillo de mi madre. Me vi transportado al futuro y sabiendo que ese iba a ser mi camino", recuerda el compositor valenciano durante una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga antes de su paso por el Brisa Festival. No se equivocó: Seguridad Social se ha convertido en uno de los estandartes del rock de este país.

La banda, autora de himnos como Chiquilla y Quiero tener tu presencia, protagonizará este viernes el primer asalto del Brisa Festival en la plaza de toros de la Malagueta. El conjunto lo hará acompañada de Miss Caffeina, Dorian y La La Love You en la primera jornada de la segunda edición del festival.

La banda ha vivido de todo en 40 años: miembros que se marchan, crisis, hitazos, una pandemia. ¿Si echa la vista atrás, de qué se enorgullece? ¿Y de qué se arrepiente?

Cuarenta años dan para mucho (ríe). El único que queda vivo metafóricamente hablando soy yo. Poco a poco se ha ido la gente. El guitarrista, Javi, lleva 25 años conmigo. No es poca cosa. El batería y el bajista llevan como seis. Siempre he intentando que seamos una banda independientemente de que fuera el jefe. Yo canto y compongo las canciones. Siempre he intentando que la gente estuviera el máximo de tiempo posible. Al final pasas más tiempo con tus compañeros de banda que con tu familia. El grupo se convierte en una hermandad. Si no hay buen feeling imagínate ocho o diez horas en una furgoneta la mitad del año. Me gustaría pensar que me he equivocado muchas veces, pero que soy mejor que cuando empecé. He aprendido a componer. Me da la sensación de que estoy evolucionando en ese sentido. No podemos vivir del pasado. Hay canciones evidentemente que se han convertido en himnos como Chiquilla, Quiero tener tu presencia, la versión de Acuarela. Han pasado de generación en generación. Muchas personas te las piden en directo y ni siquiera habían nacido cuando se publicaron. 

Es el único miembro fundador en todas las etapas. ¿Cuál es el secreto?

El secreto de mi felicidad, aparte de que hago lo que me gusta, es que tengo una memoria selectiva brutal. Los marrones se me olvidan muy rápido y me quedo con las cosas más bonitas. He metido la pata en numerosas ocasiones, pero no me arrepiento absolutamente de nada. Si estoy aquí ahora y soy feliz gracias a las equivocaciones y aciertos a lo largo de mi vida. Si tuviese que valorar estos 40 años de banda no los podría despegar de mi propia vida, con sus alegrías y sus derrotas. Cuando llego a casa no cuelgo el traje de artista, de compositor o de cantante. Él viene conmigo siempre.

¿Para ser un buen músico hay que mantener a raya el ego?

Para mí, el ego es el conjunto de efectos que a modo de lámpara de Aladino impiden que salga el genio y la esencia. En todos sus aspectos, negativos o no. La esencia nuestra, que es molona, se encuentra encerrada dentro. Intento evitar en la medida que pueda ser egoísta.

La industria de la nostalgia vende. ¿Cree que el rock nunca va a pasar de moda?

El rock jamás va a pasar de moda porque es una mezcla de cosas acojonante. Viene de una fusión entre el folclore europeo y el espíritu negro de África. Cuando se mezclan ese tipo de cosas adquiere una dimensión que escapa de todo. Como ya nace de una mezcla, es bastardo de por sí, puede volver a mezclarse y regenerarse. Puede estar un día más de moda o no, pero si te da cuenta siempre vuelve y siempre está ahí.

¿Cómo vive esta época de listas de Spotify, de autotune en las canciones y de lanzamiento en Instagram?

Eso está ahí. Habrá cosas en el futuro que aún desconocemos, pero la música seguirá existiendo de una manera o de otra. La escucharás de una forma o de otra. Cuando el hombre de la caverna con un hueso hizo una flauta, otro cantó y los demás aporrearon pieles de animales no se esperaban que hubiese vinilos y cedés en un futuro. Ya estaba ahí la música. Habrá música en diferentes formatos, y la escucharemos en distintos medios.

Ya, me refiero a que no se vive el fenómeno de la música de la misma manera. Antes la gente compraba revistas, iba a bares, escuchaba detenidamente un vinilo...

Hay una cosa que jamás va a dejar de existir: la ceremonia de ir a un concierto en directo y ver a los músicos cantando de verdad. Aunque ahora todos aceptan ver a artistas cantando en playback como si fuera lo más normal del mundo. Milli Vanilli, que perdieron toda su credibilidad por eso, hoy día serían los reyes del mambo. No tendrían ningún problema en asumir y decir que no han cantado en su vida y en sentirse orgullosos de ello. Eso sí que me preocupa. Ir a directo es una cosa especial. Te reconforma el alma. No creo que se pierda nunca.

Empezaron haciendo música en plena Movida. Se presentaron con canciones como Mata a un jubilado, Mi almohada está preñada o Eres una estúpida. ¿Ahora se hubiera atrevido?

Ni de coña. Ahora hay una hipocresía mucho más grande de la que había entonces y una censura absolutamente brutal. Ahora toda se la coge con papel de fumar y sería imposible. Eso lo hicimos en el momento de mayor creatividad y libertad que ha tenido este país: los años 80. A partir de ahí son todo censuras. Llevamos muy mal la ironía. Internet se la ha cargado. Eso es terrible. Ahora para explicar que una cosa es irónica o pones caritas riéndote o la gente te toma demasiado en serio. 

Ahora impera lo políticamente correcto, más aún en la música.

Sí. Se ha perdido la ironía y eso me toca mucho las narices. Debes avisar de antemano de que vas a ser irónico. Una animalada como Matar a un jubilado no es real. Es una canción protesta. Hay que recuperar la ironía porque si no estamos perdidos.

Quedaron segundos en el Festival de la Canción de Benidorm en 1985. Increíble… 

Fue la bomba. El festival se estaba quedando anticuado. El país estaba cambiando a ritmo vertiginoso. Quisieron renovarlo y llamaron a grupos de pop y de rock para participar. Nosotros nos apuntamos. Aborrezco todo tipo de concursos de la televisión. Me da mucha rabia cuando me llaman de alguno. Es injusto. La música no es patatas ni zanahorias, sino cuestión de gustos. Es muy subjetivo. Cuando un grupo empieza tiene que jugar con esas bazas y presentarte a concursos. Aunque la mayoría están amañados. Salimos campeones de Valencia y nos fuimos a Benidorm. 

Y de ahí a llenar estadios en España y América Latina. También tocaban en Europa.

Llegamos a vender más discos de Nitroglicerina en Argentina y Francia. Fue un poco antes del fenómeno Chiquilla. Fíjate qué curioso. Había muchos grupos que habían empezado después que nosotros y ya habían llegado más alto. Empezamos en el 82 y estuvimos 10 años dando el callo.

Chiquilla tiene hasta un musical...

Sí. Ni nosotros nos lo creemos.

¿Cómo se fraguó ese éxito?

Está dedicada a una chica que luego fue mi novia. Entonces no lo era. La compuse a fuerza de estar jodido. En mi cabeza estaba cuando hicimos la primera gira en Francia donde estuvimos un mes dando conciertos en salas. Me dio la sensación de que hasta entonces no éramos más que un grupo de rock que a pesar de cantar en castellano nuestra música era anglosajona. El mismo rock and roll era una oportunidad de poder mezclarlo con cualquier cosa. Me gustaba mucho el punk y la rumba de Peret. Lo adoraba. Me pregunté: "¿Por qué esas dos cosas no se pueden compaginar?". Cuando volví a casa tenía que trabajar en la panadería de mis padres porque aún no era profesional. Cuando me iba a acostar por la mañana se me ocurrió. En 10 minutos, 15 como mucho, hice la letra y la música. Fue algo que no me ha vuelto a pasar en la vida. Muy fuerte.

Seguridad Social ha sido un fenómeno intergeneracional. ¿Cómo os sentís?

Unos afortunados. Estamos ahí no por ser famosos o ganar dinero, sino porque la música es nuestra vida. Así lo siento yo.

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