Málaga

El primer recuerdo de Martin O'Connor (Buenos Aires, 1966) asociado al mundo del espectáculo se remonta a su infancia. El cantante, perteneciente a una vieja estirpe de artistas con siete generaciones a sus espaldas, se subió encima de un escenario con seis años. "En el momento que yo nací, mi padre no pudo estar en la sala de partos porque estaba actuando", cuenta el miembro de Les Luthiers durante una entrevista telefónica con EL ESPAÑOL de Málaga. 

"Toda mi vida pasa por el arte. El teatro es mi casa", asegura. Así ha sido siempre. O'Cononor empezó a estar ligado al grupo de humor argentino hace ya una década en condición de sustituto, y tras la muerte de Daniel Rabinovich, en agosto de 2015, pasó a actuar de modo fijo en el conjunto. "Él era mi ídolo desde pequeño y un amigo, además de mi referente en la vida humorística. Lo admiraba mucho", señala. 

Les Luthiers, ahora inmersos en una gran gira en España, interpretará sus mejores gags el fin de semana y el lunes en el Teatro Cervantes. Lo harán dentro del Festival de Teatro donde presentarán el espectáculo Viejos Hazmerreíres. Bajo el hilo conductor de Radio Tertulia, "donde un dúo de periodistas hacen un programa de radio sin saber de nada pero opinando de todo", el grupo hará un recorrido por algunas de sus números más celebrados y aplaudidos. 

En primer lugar, ¿qué tal ha pasado estos casi dos años de pandemia?

En lo personal, estoy bien de salud. Por suerte no tuve problemas, ni cogí el Covid en estos dos años. Aunque muy angustiado por el tema laboral, por amigos que he perdido y por familiares que han enfermado. La situación en el país se complicó mucho. Sentí mucha incertidumbre pensando en si algún día iba a poder volver a trabajar. Lo más angustiante de todo era no ver el final del túnel. Eso es muy angustiante, como ir a ciegas todo el tiempo. Es complicado para los que ya pasamos los 50. La juventud no lo ve en ese lugar. Cada año que uno va perdiendo en la vida sin hacer nada, a esta edad, es complicado. Fue bastante difícil. Por suerte, si dios quiere, esto está pasando lentamente y estamos empezando a tener una vida casi normal.

Los artistas se han reinventado a raíz de la crisis sanitaria. ¿Cómo el directo y el calor del público en un teatro no hay nada, no?

No hay nada. Mucha gente ve nuestros espectáculos a través de los vídeos de Youtube. La experiencia de ver Les Luthiers en directo no tiene comparación con nada. Eso es otra cosa. Todo lo que vean en vídeo no se puede comparar con el fragor de estar en un teatro. El calor de la gente, el humor y la música en directo, la calidad de la puesta en escena. Nada se puede comparar al directo por más que un vídeo tenga calidad.

Ni mucho menos con el metaverso este del que tanto hablan...

No, ni hablar (ríe). Ni punto de comparación. Todo suma. No nos olvidemos que el ser humano es otra cosa. El ser humano es contacto, es diálogo, es mirarnos a los ojos y escucharnos. Es también prestar atención y darnos un apretón de manos aunque ahora no se pueda. Esas cosas nunca dejarán de existir y de ser necesarias para el ser humano. 

Pero el móvil está cambiándonos como seres humanos.

Fíjate la incidencia que tiene esto en los accidentes. Muchos cruzan la calle sin mirar o conducen mirándolo. El móvil se ha convertido en una prolongación del brazo hoy día. Lamentablemente todos hemos caído en esa trampa porque la sociedad te lleva a eso. Cuando intentas evitarlo también te sientes fuera de la sociedad. Es un equilibrio muy difícil de conseguir.

Vivimos un momento de crisis en todos los sentidos: de valores, económico, sanitario. ¿Cree que la gente ahora más que nunca necesita reír?

Absolutamente. Hoy la risa es algo absolutamente necesario, curativo y que va a reflejar el alma. La gente siente mucha angustia. Hablamos de una angustia que va a durar. Supongamos que en el mejor de los casos la pandemia acaba en tres meses y podemos tener una vida normal. Igualmente, el coletazo psicológico será muy grande. La gente quedó muy mal: ha perdido familia, amigos, trabajo, inversiones. La risa es un bálsamo para el alma. El hecho de reírse y olvidarse de los problemas durante dos horas es muy sano para la salud mental de la gente. 

¿Cómo afronta Les Luthiers, famosos por su humor familiar y blanco, esta época de corrección política?

Como generalmente nunca no nos hemos metido con la política o con cosas puntuales. Siempre hemos acudido a situaciones imaginarias que cada espectador puede llevarlas para su río, para su campera. No tenemos muchos problemas. Tratamos de cuidar el lenguaje y ciertas situaciones que por algo hoy día, más allá de la política, tienen que ver con movimientos colectivos o situaciones más sensibles. Si molestamos a alguien, quitamos el chiste. Nuestro humor siempre ha sido muy sano. La historia de Les Luthiers lo marca así. Nunca hemos ofendido a nadie y no lo haremos en un futuro.

El público irá a ver a un grupo de hombres haciendo humor. ¿Cuándo incluirán a una mujer en su equipo?  

Es una pregunta recurrente. Las cosas cuando son concebidas de una forma tienen que mantenerse de esa forma por más que los tiempos hayan cambiado. Si hubiera una mujer sería bienvenida, podría trabajar con nosotros y funcionaría a la par nuestra de la misma forma. Nunca se pensó porque se gestó así. No hubo necesidad ni está en los planes. Nunca debemos decir nunca porque la vida va cambiando. En los planes cercamos no está esa posibilidad.

¿Qué opina sobre el ejercicio de echar la vista atrás en cuanto a humor, números cómicos?

El humor siempre es humor y hay que tomarlo como tal. Hay que estar atento cuando alguien dice algo en serio y puede lastimar a alguien. Cuando es humor hay que tomarlo en el contexto que se hace. Luthiers tiene un humor muy característico desde hace 55 años. No hemos necesitado cambiar la filosofía de humor por más que el humor haya cambiado en todo este tiempo. Nosotros no hemos necesitado cambiar. Es parte del éxito: no haber sucumbido ante la tentación de cambiar el estilo de humor para hacer uno más fácil, directo y grosero, que en su momento vendía mucho más. Nos mantuvimos en un humor más inteligente, pensante, sutil y hasta más inocente. La gente siguió eligiendo eso. 

Si algo os caracteriza es el uso de disparatados instrumentos fabricados por vosotros mismos. ¿Qué lugar ocupa la imaginación en vuestra vida? 

En mi caso, la imaginación es una especie de motor. Nos hace todo el tiempo tratar de ver de que forma podemos llegar al público de la mejor manera, como podemos hacerle sentir bien o hacerle reír. La imaginación es una parte fundamental de nuestro trabajo. 

He leído en una entrevista que se plantean meter reguetón y trap en sus números. ¿Escuchan estos géneros habitualmente?

En este espectáculo hay un rap al final del show, en el bis. Aclaro que no porque me guste, sino porque tengo hijas adolescentes que escuchan esta música. No tengo más remedio que escuchar reguetón durante un viaje de seis horas en un auto. Mi salud todavía aguanta (ríe). 

En su espectáculo, bajo el hilo conductor de Radio Tertulia, un dúo de periodistas hace un programa sin saber de nada pero opinando de todo. ¿Por qué está tan poco valorado el conocimiento en nuestros días?

No sé si los ignorantes ganaron la batalla. Es muy difícil opinar de esto porque si no caes en esa cosa que en Argentina llamamos vejestorio. Me refiero a la gente mayor que dice que lo de antes era mejor y que antes estábamos más preparados. Todo se ha vuelto un poco más simple. La gente está menos preparada y llega un poco más rápido a ciertos lugares donde a alguien antes le costaba mucho más camino recorrer para llegar a un lugar de exposición y privilegio. Para llegar a ese lugar tenía que adquirir conocimientos, ser un profesional, y trabajar y estudiar muchísimo. Hoy se llega por otros caminos y cuando están en ese lugar, si tú ves un cuadro y le pasas el dedo, lo descascarillas fácilmente. Esa parodia que hacemos nosotros es parte de lo que a veces se puede ver: gente que está ocupando lugares y no sabe de lo que está hablando. Y tienen muchos minutos de tele y radio. Lo mismo pasa en la música. Hay gente vendiendo discos de platino y ganando fortunas millonarias que no está formada. La sociedad de consumo es así. 

En Chist, escrito en los años 90, hablan de políticos corruptos que le pedían a un músico cambiar un himno. ¿Los políticos de hoy son más corruptos, populistas e ignorantes que entonces?

Te voy a ser muy franco. Yo de política prefiero no hablar. Cualquier opinión a favor o en contra no le va a cambiar la vida a nadie. 

Recibieron el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2017 por ser un "espejo crítico y un referente de libertad en la sociedad contemporánea". ¿Alguna vez os han vetado en Argentina? ¿Y en otro país?

No. Nunca nos vetaron ni nos censuraron. Les Luthiers siempre ha cultivado el espíritu crítico desde el humor sano. Nunca fue un humor con nombres y apellidos, contra a alguien en concreto. El que esté libre de pecado que tiré arroje la primera piedra. Las épocas van cambiando y los sketches son los mismos. Parece que los hubiéramos escrito ayer mismo. Algunos de los números tienen más de 20 años.

¿A pesar de los avances y las nuevas tecnologías, los seres humanos no hemos cambiado tanto?

La sociedad va cambiando en cuanto al progreso global y tecnológico, pero el ser humano sigue siendo el mismo con las mismas miserias de siempre. 

En el año 2012 empezó a estar ligado a Les Luthiers, en condición de reemplazante, y tras la muerte de Daniel Rabinovich, en agosto de 2015, pasó a actuar de modo fijo en el grupo. ¿Cómo se sintió ante tal desafío?

Para mí fue muy difícil. Daniel era un amigo y mi ídolo desde que era pequeño. Lo admiraba profundamente. Mi referente en la vida humorística fue él. Ser su compañero y reemplazante fue un honor. Finalmente, tener que ocupar su lugar para mí fue un privilegio y un orgullo muy grande. Intento hoy día honrar ese espacio sin tratar de parecerme en lo más mínimo a él para no faltarte el respeto a nadie. Ser Martin O'Connor. Es un esfuerzo diario. Ha sido un pilar fundamental de este grupo y está en el recuerdo de todos su figura inolvidable.

Viejos Hazmerreíres es un divertido recopilatorio de vuestros mejores gags. ¿Le ha removido por dentro o le ha recordado aquellas primeras carcajadas?

Sí. Todos los espectáculos que me ha tocado hacer con Les Luthiers me han recordado momentos de mi vida cuando era pequeño y escuchaba sus discos. Todo lo que estoy haciendo en el escenario lo he visto como espectador. Estar encima de él interpretándolos y viendo que la gente se ríe a mí me llega al alma. Me reconforma muchísimo y me hace sentir un ser humano privilegiado.

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