Málaga

Pedro Casablanc (Casablanca, 1963) es uno de los rostros más poderosos del cine español actual. También se ha convertido en el villano por excelencia en series y películas. Todos recordarán su soberbia actuación en B, la película donde interpretaba al polémico Luis Bárcenas. También ha destacado como intérprete de teatro. Sus inicios están íntimamente ligados a clásicos como El rey Lear o Antígona.

El actor se licenció en Bellas Artes en la Universidad de Sevilla. Fue allí donde inició su trayectoria actuando en la compañía Teatro de la Jácara y en el Centro Andaluz de Teatro CAT. Ha llegado a trabajar con directores de la talla de Steven Soderbergh en Guerrilla; Jean-Jacques Annaud en Sa majesté Minor; e Imanol Uribe en Días contados.

El artista rodará una película en Casares a principios de junio inspirada en Sacrilegio, una de las piezas cortas del Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte de Valle-Inclán. El corto contará una historia de redención protagonizada por unos bandoleros andaluces. El intérprete, colaborador habitual del realizador malagueño de documentales José Antonio Hergueta, se pondrá detrás de las cámaras por segunda vez después de su debut como director con Burbuja en 2009.

Primer ensayo con la escuela audiovisual malagueña School Training.

"Hablando de algo muy local como el bandolerismo español a finales del siglo XIX en la sierra de Ronda te abres a un mundo que habla de la debilidad del hombre ante lo desconocido y de la muerte", destaca durante una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga antes de su visita a Casares este sábado junto al equipo de producción, conformado en su mayoría por profesionales de la tierra.

Casablanc también disfrutará estos días de su querida Málaga. "Iré a comer a la playa pescaíto, pasearé, visitaré el cine Albéniz e iré a ver a amigos como Pepón Nieto al Teatro Cervantes. También quiero disfrutar de 'Company' en el Teatro del Soho. En Málaga hay muchísimos planes por hacer", reconoce.

Se pondrá detrás de las cámaras por segunda vez después de su debut como director con Burbuja en 2009. ¿Qué tiene de especial esta historia de bandoleros y redención?

Tiene muchas cosas. Hace bastantes años trabajé esta obra corta en una función. He sido un devoto casi de Valle-Inclán y siempre vi la posibilidad de convertirla en una película. El tema de que un gallego como él tratase el tema del bandolerismo andaluz me llamaba mucho la atención por cómo utilizaba el lenguaje. Quiero respetar al máximo el lenguaje de Valle-Inclán. Ese lenguaje andaluz. Yo soy andaluz. Mi abuela es de Ronda y mi padre de Granada. Toda la iconografía alrededor de ese lenguaje con tantas imágenes me interesaba mucho. Luego, la alevosía religiosa y la ceremonia sacrílega que se desarrolla durante la acción de la obra me conmueve. Ni soy creyente, ni soy religioso practicante. Me fascina mucho lo religioso, la Iglesia, los cementerios. 

Su abuela le contaba historias de sacamantecas y bandidos. Forman parte de su memoria sentimental. ¿Qué cosas más cosas de Andalucía le inspiran?

Yo he vivido mucho tiempo en Sevilla y también en Málaga. He estado en Granada. Conozco la Semana Santa. La gastronomía y el folclore me han fascinado mucho. Llevo bastantes años viviendo en Madrid y siempre echo de menos todo ese mundo, el contacto con el Mediterráneo. Algún día haré una película sobre el mar y la vida de los pescadores. Eso no se ha tratado prácticamente en el cine español. El mundo del campo y la agricultura esconde muchos personajes atractivos. Ese contacto directo con la naturaleza y lo telúrico que te acerca al más allá. En mi entorno, mi familia ha sido religiosa. Yo he sido un niño de misa y comunión. Mi fascinación por las imágenes religiosas la quiero contar en esta película.

Estéticamente son muy seductoras. 

Esas historias de cristos que lloran lágrimas de sangre o Santa Olalla y el corte de los pechos. Toda esta iconografía es muy rica. De niño lo he vivido. Mi abuela, la madre de mi padre, era una persona bastante culta y religiosa. En mi casa siempre había curas. Eso me ha hecho descreído. Como Buñuel "soy ateo, gracias a dios". Al mismo tiempo, hay una fascinación artística hacia todo ese mundo, que es muy interesante reflejar. De pronto la obra de Valle-Inclán me daba el patrón: gente de campo, forajidos, que se están buscando la vida delinquiendo en una sociedad de hambre y necesidad tremenda. Un ajuste de cuentas, una ejecución sumaria. Sobre eso sobrevuela la fe. Hablamos de hombres sin formación académica que se enfrentan a lo religioso con una devoción mística y con temor. 

Alfonso Zurro me dijo en una entrevista que "si algún dramaturgo escribiera como Valle-Inclán, hoy día lo denunciarían". ¿Está de acuerdo?

Es posible. Era un personaje muy outsider que llegaba a los estrenos y los reventaba. No le importaba pegar dos gritos en un estreno y decir: "Eso está mal hecho". No era desde luego un autor políticamente correcto para su época y, desgraciadamente, para la que nos viene. Denunció la monarquía y la corrupción política. También se metió mucho con la religión a pesar de ser un tipo bastante religioso. Tiene un libro, La Pipa de Kif, donde cuenta su relación con la literatura a través de lo místico. Tendría que tener mucho cuidado en la época que estamos. No me interesa tanto el tema de denuncia, sino más bien mi relación emocional con esa iconografía barroca y religiosidad.

Otra de las imágenes del ensayo.

Ha estado de gira recientemente con Torquemada, una obra donde interpreta al famoso usurero de las novelas de Pérez Galdós. ¿Quién sería hoy día Torquemada en la España de hoy?

Son las instituciones. Galdós es interesantísimo. Se le ha adaptado más que a Valle-Inclán. Torquemada son hoy día los bancos. Está claro. ¿A dónde estamos todos hipotecados? A los bancos. No tenemos salido. Se lo han montado tan bien que nos tienen cogidos por todas partes (ríe). 

Es imposible olvidar su papel de Bárcenas en B, la película. ¿Ha llegado a conocerlo?  

No hice un trabajo de campo previamente. Interpreté al personaje intentando captar su esencia. Le gustó tanto la película que acabó invitándonos a conocerle y a tomar un vino. Estuvimos charlando un buen rato. Fue curioso conocer a la persona más allá del personaje. 

¿A qué personaje corrupto le gustaría interpretar próximamente?

Intentamos hacer una cosa sobre Villarejo con Alberto San Juan en el Teatro del Barrio. Estuvimos un tiempo. Llevo una carrera de personajes corruptos y policías corruptos, así que creo que me voy a dedicar a algo más honesto... O religioso.

Ha llegado a interpretar a un cura.

Ah, sí, de arzobispo. 

¿Está cansado de que le den tantos papeles de malo en cine y televisión?

Me van llegando otros papeles. No te puedes cansar de un trabajo como este. Quizá los personajes malos han sido siempre más atractivos y ricos. Al principio era más claro que mi físico me llevaba a hacer ese tipo de personajes, pero con la edad uno se va endulzando y va relajando esos caracteres duros. 

También ha hecho de grandes como Goya en El ministerio del tiempo. No se podrá quejar…

Ese personaje histórico es fantástico. Y no tenía ninguna mala intención (ríe). 

Conoce al malagueño José Antonio Hergueta desde hace tiempo. Con él ha hecho La fabulosa Casablanca y Paraíso en llamas. ¿Cómo va el rodaje de Caleta Palace?

Si hubiera echado a andar ya te hubieras enterado. En breve tendremos noticias. José Antonio sigue teniendo la intención de seguir eso adelante. Es un documental donde interpretaba a un personaje histórico, Arthur Koestler, en la Málaga republicana y herida de la Guerra Civil.

He leído que está cansado del cine actual. Imagino que no le irá mucho eso de los planos hechos con drones y del efectismo.

Este corto que vamos a hacer en Casares es cine que no necesita efectos especiales o donde no vamos a hacer nada con ningún croma. Me gusta ver películas donde sé que lo que estoy viendo es artesanal, está ahí. Estoy pensando en títulos de Herzog o de Coppola. Me gustan las películas donde el hecho de rodar sea una aventura, donde no te tengas que encerrar en una sala con unos ordenadores a crear todo un mundo. Sería feliz rodando en las cataratas del Niágara mientras me cae agua. Soy más partidario de John Huston, que se iba a rodar a las montañas. Los que hacemos cine estamos ahí para pasarlo bien. El cine rápido para las plataformas adolece del trabajo artesanal: está todo hecho dentro de salas, con ordenadores. No es igual subir un barco por una montaña como hacía Herzog. Estaban ahí. Siempre he sido muy forofo de las películas antiguas, y sobre todo de aventuras, donde todo se hacía de verdad.  

Si hablamos de cine de aventuras es imposible no nombrar El hombre que pudo reinar

Mi padre tenía una sastrería y había detrás un patio que conectaba con la cabina de un cine. Me hice amigo, como el niño de Cinema Paradiso, del tipo de la cabina. Estuve durante mucho tiempo yendo con él y proyectaba esa película. La he visto muchísimos de veces. Es una de mis referentes, una película hecha en el lugar que se tenía que hacer. Michael Caine y Sean Connery están fantásticos.

¿Fan del cine en pantalla grande o en casa con las pantuflas?

Yo siempre he sido un asiduo al cine en pantalla grande. Hay que ir a las salas por muy grande que tengas la televisión en casa. Nunca he tenido miedo a que eso pueda terminar de alguna manera. Por ejemplo, soy actor de teatro. El teatro siempre ha estado en crisis y nunca ha caído. La gente siempre va al teatro y más ahora cuando necesitamos ver a la gente en directo. Siempre habrá locos que queramos seguir haciendo cine y que se vea en pantalla grande. Sacrilegio es una película para verse en pantalla grande. 

Usted nunca se ha cortado en hablar de la precariedad en la industria del cine. ¿Cómo ve la situación actual, en medio de una pandemia?

Hay mucha demanda porque hay muchas plataformas. Es una situación positiva precisamente por eso. Creo que hay trabajo y ganas de innovar, de hacer cosas muy diferentes. 

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