Mabel y su hija han marcado para siempre el 3 de septiembre como el día en el que ambas volvieron a nacer. Durante un viaje turístico en Lisboa, sobre las seis de la tarde, estuvieron a punto de subir al emblemático funicular de Gloria, uno de los más populares de la ciudad.
Sin embargo, el vagón iba hasta los topes y su hija de 16 años, que estaba algo cansada, le pidió esperar al siguiente para conseguir un asiento, así que lo dejaron pasar. Esa pequeña elección acabaría cambiándoles la vida.
Uno de los vagones del funicular en el que estuvieron a punto de montarse descarriló minutos después, chocando contra un edificio y generando una de las tragedias más dolorosas de la ciudad lusa, con 16 muertos y más de una veintena de heridos.
Antes del descarrilamiento, ella y su hija vieron cómo el vagón que estaba en la parte baja de la calle retrocedía "un metro y medio o dos", lo que provocó gritos y caídas entre los pasajeros que iban de pie. Su hija, desde la parada, le dijo: "Antes porque no iba a ir de pie... y ahora con esto que ha pasado sí que no me subo".
Apenas unos segundos después, madre e hija escucharon un chirrido brutal en el otro extremo de la calle. Miraron hacia arriba y vieron que el segundo vagón estaba dando vueltas de campana.
La gente empezó a correr y a gritar que se apartaran y se produjo una pequeña avalancha entre tanto nerviosismo. “Yo pensaba que el vagón se nos caía encima”, recuerda, agradeciéndole a la vida la existencia del muro que lo frenó, que les permitió huir corriendo.
Sin aquella curva, Mabel está convencida de que hubiera fallecido muchísima más gente, quizá hasta incluso ella, ya que el vehículo, a la velocidad que iba, hubiera llegado hasta la carretera por donde circulan autobuses, coches y taxis, y que está rodeada de aceras que llevan al centro de la ciudad.
En medio de la estampida Mabel sufrió una lesión en la rodilla. Cree que se trata de un esguince, porque no puede doblarla y le duele mucho. Está tomando calmantes, pero prefiere no ir al médico en Portugal para no interrumpir las vacaciones de su hija. Ha decidido aguantar hasta regresar a Málaga, donde irá a urgencias el próximo sábado.
En lo emocional, la peor parte, admite, se la ha llevado su hija, que pasó casi una hora y media llorando tras el suceso. Fue testigo de cómo un hombre salía disparado por la ventana y no consigue olvidar los gritos de los niños atrapados en el funicular. "A ella le gustan mucho los niños y quiere ser profesora, por eso le afectó especialmente", lamenta.
Mabel, en cambio, intenta mostrarse fuerte para protegerla. “No he soltado una lágrima porque no quiero que ella me vea llorar”, confiesa.
El viaje, que debía ser una experiencia alegre y bonita recorriendo varios puntos de Portugal en autobús, se torció por completo. Con la rodilla dolorida, Mabel apenas puede caminar y en cada parada se sienta en el primer banco que encuentra. Solo piensa en volver a casa, que no es poco, después de haber visto su vida peligrar hace tan solo unas horas.
