Las sequías y las altas temperaturas están detrás de la muerte de pinares en bosques urbanos malagueños, según un estudio realizado por el Departamento de Ingeniería Forestal de la Universidad de Córdoba (UCO) y el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC). Por ello, los expertos inciden en la necesidad de adoptar medidas de gestión adaptadas a estas condiciones.
El cambio climático y el incremento de la población que vive en grandes ciudades están haciendo que zonas verdes como parques, jardines o calles arboladas sean refugios climáticos con capacidad de regular la temperatura en las épocas más calurosas, pero su capacidad para ser una alternativa frente al cambio climático no las excluye de sus efectos.
Según ha informado la UCO, a través de datos climáticos, índices de teleconexión, la teledetección e información obtenida a través de la dendrocronología, el equipo observó que las sequías invernales severas y prolongadas de los últimos años, fueron la causa de una marcada reducción en la cobertura y crecimiento, afectando de forma grave a los pinos carrascos de los bosques Gibralfaro, Morlaco, San Antón y Victoria.
Los pinos de mayor tamaño, que habían crecido en el pasado gracias a los periodos en los que habían obtenido más agua, no fueron capaces de mantener ese volumen hídrico y acabaron siendo los primeros en decaer y morir por fallo hidráulico. Los pinos más pequeños aguantaron mejor la sequía.
El estudio también identificó la orientación en la que estaba plantado el árbol como un factor importante que influye en la vulnerabilidad a la sequía y diferentes grados de decaimiento de copas.
"Los árboles que crecen en laderas orientadas al sur son más propensos a sufrir estrés por sequía que aquellos que crecen en laderas de umbría orientadas al norte", ha explicado el investigador de la UCO Antonio Cachinero Vivar.
No ocurre solo en bosques de Málaga
Esta realidad no es exclusiva de los bosques malagueños, sino que se produce también en otras zonas donde las sequías y las altas temperaturas son muy comunes y donde la falta de agua, agravada por las altas pendientes y suelos poco profundos provoca estrés en los árboles por la escasez de recursos disponibles.
Como posible solución, Cachinero-Vivar propone varias medidas, entre ellas la selvicultura adaptativa: una estrategia de gestión forestal que no sólo contempla la reducción de la densidad de árboles, sino también la introducción de especies arbóreas y arbustivas más resistentes a la sequía como algunas frondosas que se adaptan mejor al actual contexto de creciente aridificación.
