Mantener una conversación con Andrés García supone adentrarse en un mundo ordenado por la reflexión y el conocimiento. Es complicado encontrar en él una frase que no se construya sobre el poso del estudio y la experiencia que este profesor lleva a gala en su día a día. Desde las cofradías, a las redes sociales.

Sus inicios académicos se encuentran alejados de la Teología. Pese a su afición por las Humanidades y las Ciencias Sociales, el docente más joven del claustro de profesores de la Diócesis de Málaga decidió adentrarse en la Historia. “Me decanté tras hacer cálculos pragmáticos, pensando en la enseñanza”. Sin embargo, como él relata, finalmente, le pudo más “la pasión de la vocación”.

Tras un “análisis en frío”, se licenció en Ciencias Religiosas en el instituto San Pablo, con máster en Teología por la Universidad de Murcia y licenciado summa cum laude en Teología Fundamental por la Pontificia Universidad Antoniana de Roma. Ahora, el profesor de Filosofía en el León XIII y religión en La Colina presenta su nuevo libro (Echad las redes, editorial Loyola), que estará a la venta en septiembre.

Graduarse en Teología no parece que sea lo mismo que hacerlo en una carrera “al uso”. ¿Tiene que pesar el sentimiento hacia los colores?

En mi caso fue algo vocacional debido al deseo que siempre he tenido de profundizar en el misterio de Dios, de cimentar las razones de mi esperanza. Quizá pueda sonar un poco a la locura del enamorado: dejarte llevar por la pasión y no por el cálculo de probabilidades. Mucho menos pragmático. Sin embargo, ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida, tanto a nivel personal como académico. 

Su participación activa en varias hermandades le ha convertido en el teólogo de cabecera de las cofradías. ¿Cómo se gestiona esta actividad con su profesión?

Quizá sea un perfil de cofrade muy atípico. Normalmente, intento ir a lo nuclear, a la relación personal con Dios, algo que vertebra el seno de las cofradías. Intento mantenerme al margen de cuestiones secundarias. ¡Ojo! También tienen su valor, no quiero caer en el elitismo, pero es algo para lo que no me veo llamado. 

Pertenezco a la Archicofradía de la Esperanza, la Divina Pastora, la Salutación y las Penas, pero dónde estoy más involucrado es en las dos primeras. En el caso de la Esperanza, además de ser vocal de formación, he sido catequista de confirmación durante seis promociones. Algo, por cierto, bastante bonito ya que los catecúmenos han podido culminar su iniciación cristiana. Además, he organizado algunas conferencias o participado en el anuario. En esta nueva etapa, queremos crear y mantener unos momentos de oración en el seno de la hermandad.

Por otra parte, mi labor en la Congregación de la Divina Pastora se concentra en la parte doctrinal del proceso de coronación canónica. Mis esfuerzos están destinados a la organización de conferencias y enseñanzas que hay que recibir antes de este acto. En las otras dos, puntualmente, puedo dar algo, pero no tengo esa continuidad.

Hace poco más de un año publica su primer libro: La resurrección de Cristo.

Sí. Una autopublicación. El mercado editorial es difícil y me quise lanzar con una síntesis de mi tesis de licenciatura a través de Amazon. Fue una monografía enfocada al ámbito académico; un ensayo denso que requiere conocimientos previos ya que está planteada con un lenguaje más técnico.

¿Por qué la resurrección y no otro tema?

Fue una cuestión que empecé a estudiar en Ciencias Religiosas. Mi tesis trataba sobre la historicidad de la resurrección de Cristo. Cuando hice el proyecto en Teología Fundamental, sobre esa base, busqué ampliar el horizonte y me centré en la Unidad esencial del ser humano, la antropología cristiana, a la luz de la resurrección de Cristo

Mientras estaba en la carrera, fui profundizando y vi que algunos teólogos ponían en duda la realidad de este acontecimiento esencial de la fe, lo cual es algo capital. Como decía San Pablo: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe”.

Se podría decir que era una forma de dar la batalla cultural en clave interna.

Contrarrestar esa influencia, sí (bromea).

En septiembre saldrá a la venta Echad las redes: teología para principiantes.

Es un libro que nace de mi experiencia como docente y como catequista. Pero también mi experiencia durante estos años en Twitter. Hay una cuestión que me persuade; esa idea de que el Espíritu Santo nos impulsa al océano digital, a echar las redes, como decía Jesús. Para mí, una red como Twitter es como un nuevo areópago, similar a San Pablo en Atenas, donde predicó sobre el Dios desconocido.

Twitter ofrece posibilidades nunca vistas de cara a la evangelización: podemos llegar a cualquier rincón y confrontar con otras sensibilidades, dudas o perplejidad ante ciertos temas. En mi cuenta he ido escribiendo mis hilos teológicos, con una acogida muy buena. Las vigas maestras que desarrollo en el libro están trazadas ahí. 

En las redes, cada uno se sitúa como quiera, afín a sus causas. En el mío, la presencia que mantengo es religiosa, pues creo que no sabría estar de otra manera. La práctica totalidad suelen ir enfocadas a reflexiones, diálogo con la cultura, divulgación… Me ha permitido ir creciendo en número de seguidores (suma casi 16.000).

Twitter se ha caracterizado por la tensión y ciertas dosis de crispación. ¿No resulta difícil sembrar en un terreno que podría estar formado por piedras?

Es la resistencia (ríe). El papa Benedicto XVI y Francisco, en sus alocuciones con motivo de las jornadas de las redes sociales, siempre animan y alertan a que el cristiano tenga presencia evangélica, prudente, de testimonio. Hay que resistir a las voces estridentes que llevan a una constante confrontación, siguiendo el estilo de Jesús: “Firmeza en las convicciones y ternura con las personas”.

Juzgar los hechos y no a los hombres.

Exacto. Estamos llamados a juzgar actos, pero el interior de la persona no. Es algo que solo le corresponde a Dios y a veces lo usurpamos con juicios temerarios. Tenemos que regirnos por la caridad, y no por correcciones fratricidas que pueden llegar a enmascarar bajas pasiones.

Su libro lleva la coletilla Teología para principiantes. ¿A quién va dirigido?

A todo el mundo. Está dedicado a todos aquellos que tienen inquietudes y quieren profundizar, aunque no tengan una formación teológica previa. He buscado el equilibrio entre tecnicismo y divulgación para que cualquiera se adentre en él y conozca respuestas a temas recurrentes: ¿María siempre fue virgen? ¿Existe el infierno? ¿Los perros van al cielo? 

Subyace ese concepto de religión como fenómeno cultural. 

Las cuestiones que se plantean responden precisamente a consultas que me han hecho, o me he hecho, a lo largo de mi trayectoria como catequista y profesor. Preguntas que comienzan en lo general (¿Tiene sentido la vida? ¿Y el universo? ¿Por qué estamos aquí? ¿Ciencia y fe están enfrentadas? ¿Se puede hablar de Adán y Eva?) y que evolucionan hacia temas más concretos. 

Precisamente, todo lo que engloba a Cristo es uno de los capítulos que más demanda de información genera. La cuestión entre el Jesús histórico y el Señor de la fe, el motivo de su muerte o la propia existencia de los milagros son algunos ejemplos. 

No pocas veces entendemos mal todo esto, dando lugar a una imagen desfigurada, pero asimilada. En muchas ocasiones, la gente niega a Dios. Y lo hace con razón porque lo plantean desde una visión tan deformada que no tiene nada que ver con el mensaje de la revelación. Esto puede tratarse de una falta de conocimiento o malas experiencias con la Iglesia. Están luchando contra fantasmagorías, desbrozando un jardín irreal. 

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