“Tiene la mandíbula inflamada y el tobillo hinchado. Anímicamente está muy afectado. Algún día va a pasar algo y nos vamos a tener que lamentar todos”. Son las palabras con la que el presidente de la Asociación Unificada del Taxi (Aumat), Miguel Ángel Martín, se refiere a la agresión que sufrió ayer un conductor en el aeropuerto. Según relata, los hechos se produjeron por la tarde, poco después de que el herido avisara a una clienta de que el servicio que iba a usar era “ilegal”. 

“La señora iba a subirse al coche de un pirata. Mi compañero se lo dijo y, sin mediar palabra, le agredió”. Al parecer, el chófer del vehículo sin licencia le empujó y arrastró por el suelo, provocándole daños en la cara y en la pierna: “Le agredió brutalmente. Hablé anoche con él, pero todavía no sabemos las lesiones que tiene”, relata. 

El taxista no pudo poner la denuncia pertinente en la comisaría del aeropuerto, pero sí en las dependencias centrales de la Policía: “Le dije que lo hiciera para que esto no caiga en saco roto”. La situación vivida este miércoles no es nueva. Martín subraya que “estos piratas” son cada vez “más agresivos”, repitiéndose de forma habitual episodios de amenazas: “Te dicen que te van a quemar el coche, que saben dónde aparcas o a qué colegios van tus hijos. Las autoridades tienen que trabajar, porque un día va a pasar algo y no vamos a saber a quién pedir responsabilidades”. 

Este suceso ha provocado una oleada de indignación dentro del sector, que anoche se desplazó hasta el lugar dada “la gravedad del asunto”. Así, unos 200 taxistas se personaron en el aeropuerto de manera espontánea, manifestándose durante media hora para reclamar cambios y apoyar al compañero herido. 

“Priorizamos los viajes de ancianos, familias con niños y discapacitados. Después de ese rato, el servicio se reanudó con normalidad aunque, según me han informado, el pirata seguía ahí”, subraya.

Demandas del sector

Desde Aumat reclaman una modificación en la legislación estatal para que todo aquel que entre en el espacio del aeropuerto para realizar algún servicio tenga que estar acreditado o cuenta con una autorización oficial.

Además, se quejan porque el espacio de recogida se ha quedado pequeño; demandan que se habilite un nuevo entorno para esta función. No es la única petición que hacen respecto de las infraestructuras: “La cantina, donde solíamos almorzar y desayunar, está cerrada. No podemos tomar un café; los baños los usamos porque estamos pagando”, se lamenta.







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