En pleno centro de Madrid, en una de las calles colindantes a la Plaza Mayor, hay una tienda que lleva ahí desde antes que cualquier madrileño de hoy en día. Un comercio de barrio con un oficio de los que ya no hay, que en los casi 200 años que tiene de vida en lo único en lo que ha cambiado ha sido en el nombre.
Ahora lleva el apellido de quien lo compró por última vez, en 1973: Beltrán Medrano. Actualmente, su nieto, Héctor Medrano, es quien ha heredado el histórico establecimiento. Tercera generación tras su padre, lleva en el negocio desde hace 12 años.
Cargan con el peso de ser una referencia en el mundo de los sombreros. Y es que son nada más y nada menos que la sombrerería más antigua de España.
Se originó en 1832, fundada por Bernardino Abial y Roda. Los Medrano son la tercera familia por la que pasa. "Mi abuelo se la compró al anterior dueño cuando se jubiló. Era sastre de sotanas y se estaba acabando el negocio". Tenía su local justo en frente y conocía al sombrerero -un tal Celada, en ese momento- porque también trabajaba para los curas.
Ahora, continúan con el taller y las elaboraciones artesanales, pero las compaginan con los modelos de producción industrial, sobre todo para la venta del día a día en la tienda (tanto online como física). Aunque en este último caso, siempre "de fabricación española o europea".
Héctor con uno de los modelos para hombre.
Los diseños hechos a mano, sobre todo, son productos de encargo. Pedidos para el mundo del cine, del teatro o de la televisión.
En las paredes de la tienda, cuya fachada recuerda a antaño y el interior se compone de baldas repletas de sombreros de todo tipo, descansan diversas fotografías de personajes célebres que han pasado por allí.
El actor José Sacristán es uno de los clientes de la tienda, así como los bombines de los Payasos de la Tele también son suyos.
Sobre todo, actores como Pepe Viyuela, Marta Hazas o Emilio Estévez. Algunos históricos sombreros del imaginario de la farándula son suyos. Es el caso de los famosos bombines de los Payasos de Tele o para el cantante Joaquín Sabina.
"Actualmente, estamos haciendo muchos para el musical de Los Miserables y El Conde de Montecristo, que va a salir ahora", explica Héctor. También recuerda otros títulos donde salieron sus creaciones, como la película del director Alejandro Amenábar, Mientras dure la guerra; la serie El Ministerio del Tiempo o, a nivel internacional, el filme Ché.
Un negocio artesanal
Héctor aprendió el oficio de su padre, que a su vez lo adquirió de su abuelo. "La forma de trabajar no ha cambiado nada", dice señalando a unas imágenes que se encuentran bajo el mostrador de la tienda. "Este es el catálogo de 1840. Son las mismas herramientas que seguimos utilizando en el taller para hacer los sombreros. Y el proceso es el mismo: dar vapor, meterlo en el molde, planchar con presión o estirando y dar forma a mano al sombrero".
De todas formas, asegura, que "cada artesano tiene su secreto; su manera de hacerlo". Asimismo, ellos en cada elaboración tardan de uno a cuatro días.
Trabajan materiales de calidad. En invierno, lana, cachemir, pelo de conejo... Y en verano, sobre todo, dentro de la paja, una modalidad llamada toquilla.
Una ventaja que usan en la competencia las grandes empresas de fast fashion (o moda rápida), que en los últimos años han proliferado enormemente. "Se ha notado. Desde que entré he visto un cambio radical en lo que pide el cliente. Antes la gente nos pedía que fuera barato y ahora que esté hecho en España".
Uno de los sombreros de mujer hechos a mano.
El perfil de gente que acude a la tienda, por tanto, es el que busca "que esté bien confeccionado". "En ese sentido, ha habido un cambio importante de mentalidad". Sin embargo, afirma que en cuanto a edades, nacionalidades o géneros, no tienen un target. "Tenemos modelos tanto para hombres como para mujeres. Vienen tanto personas mayores como jóvenes de 25 años. Hay de todo".
"Tenemos muchos clientes habituales. Gente que conocía a mi abuelo". Así como desde personas que acuden a la tienda a posta a otros turistas que la encuentran por casualidad. Pero, lo que es indiscutible, es el flujo de gente que entra y sale, o se queda mirando el escaparate. "Tenemos muchas más compras en físico que online. Sobre todo, por Internet, vendemos mucho al extranjero". Entre países, destaca Estados Unidos.
Un medidor de sombreros sirve para conocer la talla exacta.
Los precios dependen, precisamente, de la forma de elaboración y de los materiales empleados. Así, en la tienda pueden ir desde los 19 euros para las boinas más sencillas, hasta los 200 euros para los sombreros artesanos más elaborados.
Y es que existen al menos 700 moldes diferentes para sombreros de señora y de hombre. Estos últimos con menos variedad. Héctor explica que la moda va variando, por lo que conservan algunos modelos antiguos y otros diseños nuevos que van creando.
"Hay que adaptarse a lo que viene. Cada temporada exige unos cambios, además de los clásicos (el sombrero de Panamá en verano o los gorros en invierno), que se llevan siempre. Todo ha tenido épocas. Por ejemplo, la boina hubo un tiempo que no se llevaba. No había tantos colores, entonces tampoco estaba tan abierta al mundo femenino. Era como algo de fuera", dice el actual sombrerero.
Por ahora, Héctor, a sus 33 años, sigue conservando un oficio que no está perdido. No sabe qué ocurrirá después de él (por ahora no tiene un relevo), pero asegura que le queda "mucho por hacer todavía".
