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Las claves

Agata Znyk llevaba años trabajando como entrenadora personal. Primero, de monitora en gimnasios; y después, acudiendo a casa de sus clientes. “Estaba especializada en mujeres embarazadas, preparto y postparto, y con personas mayores con las que hacía pilates”, cuenta en conversación con EL ESPAÑOL. Sin embargo, al tener a su hija, decidió dejarlo todo y abrir una cafetería kids friendly: 'El bosque de Acacias'. O lo que es lo mismo, un local donde los padres pudieran tomarse algo tranquilamente mientras sus hijos juegan solos o con otros niños.

Y, por el momento, no se arrepiente del cambio. En pleno Pasillo Verde, en el madrileño barrio de Arganzuela, no hay día desde que abriera a principios de julio en que su cafetería no se llene de pequeños con ganas de juego. “Hemos ido de menos a más. El verano fue flojo, pero desde septiembre hay mucho movimiento y la tendencia es positiva”, explica.

A las 12:30, ya pasada la hora del desayuno, Agata se sienta a charlar tranquilamente con este periódico mientras el último padre que quedaba se despide. La cafetería se queda huérfana de risas, lloros y, en definitiva, de ruido. Ya no queda nadie. Ella recoge los juguetes desperdigados por el suelo y lo prepara minuciosamente para la batalla de la tarde. “Ahora mismo tengo de todo para que los padres no tengan que traer nada: fruta, snacks saludables, potitos...”, cuenta.

P.—¿Por qué decidió cambiar de vida?

R.—Pues porque me quedé embarazada hace tres años y me di cuenta de lo duro que es tener un hijo pequeño en una ciudad tan grande. Yo aquí no tengo familia y mi pareja tampoco, y me sentía bastante sola. Y al final, la monotonía de ir al parque, después a casa... Se me hacía un podo duro. Al final, te das cuenta de que todo es la niña y que apartas tu propio yo.

Así que empezamos a ir a sitios especializados donde podíamos estar como en los viejos tiempos, con personas adultas, pero a la vez tenía la posibilidad de ir con mi hija. Me inspiré en esos lugares y dije: igual es el momento de que lo haga yo mismo. Así nació la idea.

De Polonia a España

Agata nació en Varsovia (Polonia) y nunca había "puesto cafés". Allí, había trabajado ayudando a su madre en el negocio familiar, una tienda de ropa de cama, y como entrenadora personal. Pero siempre había tenido en mente cambiar de país y aprender otro idioma. Y España lo conocía por su hermana, que había estado de Erasmus en Murcia.

“Yo soy de ese tipo de personas que sienten que les falta algo si se asientan en algún sitio. Me gusta tener retos y, hasta cuando me va bien, busco problemas donde no los hay para ‘vivir la intensidad de la vida’”, bromea. Por eso, a sus 28, decidió dar el salto y trasladarse a Madrid. “Quería abrir mi negocio y quedarme en España”.

Los primeros siete años los gastó trabajando de monitoria en diferentes gimnasios y, después, decidió hacerse autónoma y ejercer como entrenadora personal a domicilio. Y le iba bien. Hasta que tuvo a su hija y entonces decidió dar un vuelco a su vida. “Pero con la intención de volver, eh”, aclara.

Agata Znyk, en la barra de su cafetería 'El bosque de las Acacias' David Morales EL ESPAÑOL

P.—¿Qué dificultades encontró a la hora de emprender?

R.—Falta de comunicación y ayuda por parte de la administración, además de la lentitud.

P.—¿Cuesta mucho emprender en España?

R.—Sí, cuesta mucho. Mi sensación es que tienes que ser rico para poder emprender. Una persona como yo necesita pedir un crédito. Para la clase media es muy difícil.

P.—¿Faltan restaurantes y cafeterías donde los padres y madres puedan estar a gusto con sus hijos?

R.—Yo me sentía un poco discriminada. A veces, iba a algunos sitios y sentía que me miraba mal si entraba con el carro —porque no sabían dónde ponerlo—, o si tiraba el pañal a la basura, o si mi hija se ponía a llorar. Sentía que molestaba. Aquí si lloran no pasa nada, es lo normal. Todo el mundo asume a lo que viene. Se habla de niños, de la familia... y no pasa nada. Así que sí, faltan sitios.

P.—Decrece la natalidad y, sin embargo, ¿da la sensación de que a la sociedad le estorban los niños?

R.—Sí. Yo me he sentido un poco excluida. Es cierto que la vida cambia y hay que asumirlo, pero sigues siendo tú. Pero bueno, a veces sí que tengo la sensación de que no me tienen en cuenta para ir a determinados sitios porque tengo una hija. Me han apartado sin querer y es un poco triste. Puedo decir que sí que se aparta a los niños.

Aunque a veces la culpa la tienen los padres. Por ejemplo, si tú traes aquí a tu hijo, tienes que estar pendiente. No puedes dejar que haga lo que quiera. Si no, como me paso el otro día, uno de ellos entra en la barra y me tira todo. Pues eso no está bien. Por eso digo que hay que valorar quién tiene la culpa de que no se quiera a los niños, si los prejuicios o la falta de cuidado de algunos padres.