El pasado 14 de octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) presentaba sus “Perspectivas de la Economía Mundial” en su informe semestral correspondiente a otoño de 2025, conocido popularmente por sus siglas WEO (World Economic Outlook, en inglés).

Del informe, mediáticamente hablando, apenas ha trascendido la revisión al alza del crecimiento del PIB de España para 2025 hasta el 2,9%, siendo la primera institución que se suma a una cifra que algunos defendemos desde la publicación del PIB del segundo trimestre y que hemos comentado aquí (véase "Sorpresas en el PIB español") hace algunas semanas.

Pero, más allá de este dato —que es relevante porque nos sitúa a la cabeza del crecimiento de los grandes países de la OCDE— del WEO, que es el único que se atreve a hacer pronósticos hasta 2030, se derivan otra serie de mensajes relevantes tanto para la economía global como para la economía española.

Dejando a un lado el desafortunado cambio en el formato de su base de datos, que ha pasado de ser la más amigable para el usuario a una fuente farragosa y de manejo incómodo, el informe y su Database se convierten en una herramienta imprescindible para analizar las tendencias macroeconómicas en todo el mundo.

En la primera parte de este artículo, sin ánimo de ser exhaustivo, me referiré a lo más destacable, desde mi punto de vista, de la economía mundial, para hacer en la segunda parte un análisis sobre algunas cuestiones de la economía española, más allá de su crecimiento. En ambos casos hay buenas y malas noticias. Y no pondré, como hacen algunos, el foco en las segundas, ignorando las primeras, ni viceversa, como hacen otros.

El WEO y la economía global

Lo más llamativo es que, a pesar de las incertidumbres y los riesgos de todo tipo (geopolíticos, comerciales, tecnológicos), el WEO presenta un panorama de la economía mundial bastante estable, tal y como refleja el Gráfico 1. No sólo ha revisado las previsiones de crecimiento al alza con respecto al anterior informe de julio, sino que la economía mundial apenas se desacelera con respecto a 2024, el último año antes de la llegada de Trump a la presidencia de EEUU.

Gráfico 1: previsiones globales para 2025-2026. Fuente: WEO octubre 2025, FMI.

Toda la guerra arancelaria, las tensiones geopolíticas en Oriente Medio y el este de Europa y el conflicto de EEUU con China y otros países de los BRICS, además de México y Canadá, apenas se traduce en una moderación del crecimiento en una décima para este año 2025 y otra para 2026. Además, la décima del año que viene se explica exclusivamente por la evolución de las economías emergentes, dado que las economías avanzadas repiten crecimiento. Si situamos este crecimiento global medio del 3,2% para estos tres años en una perspectiva histórica, no se trata, para nada, de una "crisis".

En la Tabla 1 recojo los promedios del crecimiento real mundial desde 1980 hasta 2000, y de lo que llevamos de siglo hasta 2023. Es verdad que, desde 2000, la economía real aceleró su crecimiento hasta el 3,5% anual en promedio, pero en las dos décadas anteriores lo hizo al 3,2%, que es el mismo promedio de los últimos 3 años.

Tabla 1

Y un 3,2% anual en promedio, no es una mala cifra. La economía mundial se duplica cada 21 años, se multiplica por 4 en 42 años y por 8 en 63, que es inferior al horizonte vital actual. Multiplicar por 8 la renta mundial no es baladí.

Además de esta evolución global, resulta interesante la evolución de los dos líderes mundiales, EE.UU. y China, en los últimos años, así como el crecimiento esperado para el año que viene y siguientes. En la Tabla 2 recojo las previsiones para los 3 últimos años.

Para EEUU el FMI prevé una fuerte desaceleración este año de casi un punto, hasta el 2,0%, que se mantiene el año que viene, buena parte de ello por las políticas de inmigración, recorte de gasto y aranceles. Para China, el crecimiento se mantiene este año cerca del 5%, como en 2024. Pero en 2026 se recorta al 4%. Esto suele ser el comportamiento habitual de las predicciones sobre la economía china. Se termina el año anterior con un pronóstico mucho más bajo del que realmente tiene lugar, lo que obliga a hacer revisiones sucesivas al alza.

Tabla 2

Las previsiones sobre España y la eurozona las comento en la segunda parte del artículo.

Además de estas cifras de corto plazo, resulta interesante comprobar la evolución relativa de los dos gigantes en los últimos años. Hay varias formas de medirlo. Si se hace en dólares, la economía China es un 70% de la americana, aunque ese porcentaje depende mucho no sólo del crecimiento relativo (2-3 puntos de diferencia) sino de la evolución del tipo de cambio.

Otra forma de hacerlo es usando la Paridad del Poder de compra (PPP), es decir, expresar el PIB en términos reales, pero con los precios de cada país, que en caso de China son más bajos, por lo que el PIB del gigante asiático es más grande que el expresado en dólares. Esto lo recoge el Gráfico 2.

Usando las estimaciones del propio FMI, en 1980 la economía china apenas representaba un 2% de la economía mundial (por cierto, más pequeña que la economía española), mientras que el PIB norteamericano pesaba casi el 24% del PIB mundial. Es decir, EEUU era 12 veces más grande que China. A partir de 1990 se produce el despegue de la economía asiática, que, medido en PPP, logra alcanzar a su rival en el año 2016, en que ambas representan aproximadamente un 16% de la economía mundial. Según las previsiones del FMI, en PPP, la economía de EEUU representa en 2025 un 15% de la economía mundial, mientras que China llega casi al 20%. En los próximos años, según el FMI, este gap se ensanchará.

Gráfico 2.

¿Cuáles son las causas de este rápido avance de la economía china? Hay varios motivos, sin duda, pero uno de ellos es el dispar comportamiento inversor de uno y otro país, tal y como recoge el Gráfico 3.

Gráfico 3.

Mientras que China invierte, tanto en capital físico como tecnológico el 40% de su PIB (ratio al alza en las últimas décadas), EEUU apenas invierte el 22% de su PIB. Además, China tiene una capacidad de ahorro que le permite financiar toda esta inversión, cubrir su déficit público e incluso le sobra, invirtiendo en el exterior su superávit por cuenta corriente, que en promedio alcanza desde 1997 un 3,1% del PIB.

Por el contrario, EEUU tiene muy poca capacidad de ahorro y, pese a tener unas ratios de inversión la mitad de los de China, necesita acudir a préstamos del exterior para financiarlo, junto con su déficit público. Este es el verdadero motivo por el que EEUU tiene un déficit por cuenta corriente promedio del 3,4% del PIB, y no “que el resto de los países sean injustos con América”, como afirma el presidente Trump. Por cierto, el FMI vaticina que este déficit exterior norteamericano no sólo no va a reducirse de aquí a 2030, sino que va a aumentar hasta el 3,6% del PIB. Todo un logro de la política proteccionista…. 

La fortaleza relativa de la economía china está mostrando en los últimos años un síntoma de vulnerabilidad, tal y como recoge el Gráfico 4: la explosividad de la Deuda Pública.

Gráfico 4.

Según el FMI la ratio de deuda de la economía asiática era muy baja hasta el año 2015 en que superó el 40% del PIB. Los 20 años anteriores se había movido en el entorno del 20-30%. En 2015 la ratio de la deuda pública de EEUU era ya el 105%. Pero, en la última década, los dos países se han metido en una senda insostenible.

En 2026 el FMI pronostica que alcanzará un 130% en el caso de EE.UU., pero superará el 100% del PIB en el caso de China. Y seguirán creciendo hasta 2030, con unas ratios de 144% para EE.UU. y 116% para China, respectivamente. Esta situación no sólo es preocupante para los dos países, sino para el total de la economía global, dado que en su conjunto ambos representan el 35% del PIB mundial.

El WEO y la economía española

Como ya señalé en la introducción y recogí en la Tabla 2, el crecimiento del PIB real previsto para este año, el 2,9%, fue la noticia más destacada de la publicación del WEO en nuestro país.

Sobre todo, porque llega después del 3,5% de 2024, un récord de la última década tras el 4% de 2015, cuando estábamos saliendo de los 7 años de crisis financiera. Si comparamos con la economía global, en 2024 crecimos por encima, es decir, ganamos peso en el PIB mundial, algo que no es habitual, por ser una economía desarrollada. En 2025 cerraremos por debajo, pero con apenas 3 décimas de diferencia, y en 2026 se supone que volveremos a nuestro PIB “tendencial” del 2%, que es el promedio que alcanzamos desde que nos incorporamos al euro en 1999.

El FMI nos pronostica un crecimiento muy bajo para 2027-30, de un 1,6% de media. Pero esto equivale casi a vaticinar una recesión para España que no resulta coherente ni con el crecimiento mundial, ni con el de la eurozona. En efecto, tal y como señala la Tabla 2, España creció cuatro veces más que la eurozona en 2024, 2,5 veces más en 2025 y casi el doble en 2026. No tiene mucho sentido que en el final de la década vayamos a crecer lo mismo, cuando la tendencia pintada para la eurozona y la UE es al alza.

Más allá del crecimiento económico, lo más llamativo y positivo para la economía española es el saldo por cuenta corriente, que ha sido su “Talón de Aquiles” histórico (véase el Gráfico 5).

Gráfico 5.

Dicho saldo ha sido habitualmente anticíclico, empeoraba en las fases de boom y mejoraba en las crisis, pero con una media negativa. En la burbuja inmobiliaria y de crédito, la “falsa bonanza”, alcanzó un récord negativo, de casi el 10% del PIB y, con el ajuste posterior, volvió a ser positivo. Ahora, durante el boom económico, ha mantenido su signo positivo. Y ni siquiera la crisis energética por la invasión de Ucrania lo llevó a terreno negativo.

¿Estamos ante un “cambio estructural” en la economía española que nos ha llevado a corregir uno de nuestros desequilibrios fundamentales? El FMI parece responder que sí, pues nos mantiene el saldo exterior positivo en todo el horizonte de previsión, aunque con la incoherencia de que lo reduce, pese al menor crecimiento económico anticipado. 

En el lado de las malas noticias está la debilidad inversora de España, que no parece haber mejorado pese a nuestra capacidad de financiación frente al resto del mundo. Esto lo recoge el Gráfico 6, en el que comparo las ratios de inversión de España y del conjunto de la UE, un área que tampoco debería servirnos de referencia, dado su crecimiento tendencial. 

Gráfico 6

España siempre ha tenido una ratio de inversión inferior al de la UE, salvo en las burbujas inmobiliarias, pues la construcción residencial se considera parte de la inversión, pese a no ser productiva. Así, la burbuja de 1988-92, la gigantesca de 1998-2007 y quién sabe si la incipiente de 2026. Incluso en los años recientes de boom económico, no hemos mejorado el porcentaje del PIB que dedicamos a invertir en capital físico productivo, en capital tecnológico y en capital humano.

Eso hace que nuestro ritmo de crecimiento económico actual del 3% no sea sostenible, por no ir acompañado de una mejora sustancial de la productividad. Hemos corregido el déficit exterior, pero no el déficit inversor, pese a tener más capacidad financiera frente al resto del mundo.

Otro factor de vulnerabilidad es la situación de las cuentas públicas, que también refleja el WEO. No es cierto, como señalan algunos, que nuestro crecimiento económico reciente se haya debido al gasto público. Pero sí que tenemos un déficit público estructural que el FMI estima en 3,2% del PIB en promedio desde 1995 y que ahora lo sitúa en 3,1%. Nunca hemos tenido superávit estructural.

Lo más cerca fue en los años de Zapatero, con un saldo estructural del -0,3% y -0,1% en 2005 y 2006, respectivamente, en unos años de superávit fiscal sin ajustar por ciclo. La consecuencia de todo ello es el preocupante perfil de nuestra deuda pública, que recojo en el Gráfico 7.

Gráfico 7

En los últimos años se ha corregido el necesario aumento de la deuda pública asociado a la pandemia, primero, y a la crisis de Ucrania, después. Pero no es de recibo que nos situemos todavía en el 100% del PIB, donde estamos desde 2013, siendo Rajoy el presidente del gobierno. Sólo bajamos puntualmente en 2019, hasta el 98%, pero de forma efímera, pues la llegada de la COVID-19 la volvió a disparar.

Muchas veces se achaca al gobierno central de turno la evolución de la deuda pública. Pero eso es falso. Sólo el 40% del gasto lo lleva a cabo el Estado y la gran mayoría es responsabilidad de las CCAA. La reducción del déficit hasta conseguir superávit (ni siquiera tenemos superávit primario, es decir, el que resulta de descontar el 3% del PIB que pagamos en intereses. 

Alguien dirá que la nuestra no es una situación tan preocupante como la de EEUU y China. Pero nosotros somos un país pequeño y, por tanto, mucho más vulnerable de cara a los mercados financieros o las instituciones multilaterales. Entre ellas, el FMI.