Avanzamos, y ojalá sea así, hacia una sociedad denominada 5.0, una era en la que la frontera entre lo físico y lo digital se difumina. Una sociedad hiperconectada, basada en datos, llena de automatizaciones y de herramientas de Inteligencia Artificial, pero que, a diferencia de la anterior, la 4.0, centrada en lo puramente tecnológico, aspira a generar valor para situar al ser humano en el centro del progreso.

La medicina está viviendo una transformación profunda con la introducción de la inteligencia artificial y el uso de macrodatos sanitarios.

Los robots asisten en el quirófano y los datos del mundo real alimentan decisiones sanitarias a gran escala. Los algoritmos aprenden, diagnostican e incluso predicen, pero no sienten ni comprenden el sufrimiento ni el contexto. No asumen la responsabilidad moral de una decisión clínica.

Lo seguiremos haciendo nosotros, probablemente con más y mejor información y en menos tiempo, junto al paciente, garantizando que la tecnología se use a su servicio y a la del bien común y no a otros intereses económicos o de mercado. Una vez más, el verdadero desafío para la profesión médica no es tecnológico o científico, estas innovaciones acostumbramos a asumirlas de forma natural; es más de índole ética y profesional.

En este nuevo escenario, el papel del médico se redefine, no vamos a ser los únicos que interpretemos signos clínicos o un conjunto de síntomas, pero sí los supervisores y evaluadores del valor en resultados de salud de estas herramientas y, fundamentalmente, los garantes de que la medicina conserve su esencia: hacer el bien, cuidar del ser humano y velar por su dignidad.

Ciencia, datos y conciencia

Europa lo ha entendido así. La recién aprobada Ley de Inteligencia Artificial establece que todo producto basado en IA aplicado a la salud es de “alto riesgo” y debe tener supervisión humana.

Ya hemos conocido varios ejemplos de los riesgos de una inteligencia artificial sin suficiente control clínico. Algunos algoritmos de diagnóstico dermatológico han mostrado sesgos raciales porque fueron entrenados casi exclusivamente con pieles blancas. Otros modelos predictivos han infravalorado el riesgo cardiovascular en personas afrodescendientes o en base al género. Son errores invisibles, pero con consecuencias reales.

Otros modelos predictivos han infravalorado el riesgo cardiovascular en personas afrodescendientes o en base al género. Son errores invisibles, pero con consecuencias reales.

Otro gran cambio se está gestando con el Espacio Europeo de Datos Sanitarios. Por primera vez, millones de historias clínicas podrán utilizarse de forma anonimizada para investigación y salud pública de forma transfronteriza. La idea es ambiciosa y valiosa: transformar los datos individuales en conocimiento colectivo. Es un cambio de paradigma, pasar de una historia clínica que está concebida en la actualidad como un archivo personal de datos personales, a compartir estos datos para obtener un beneficio colectivo que podría retornar, de nuevo, en forma de beneficio individual.

Pero los datos no son sólo información; son fragmentos de vidas y no hay ningún otro tipo de dato que pueda ser más íntimo que uno sobre la salud. Garantizar la privacidad, la decisión personal de participar en este espacio de datos y la transparencia será esencial para que los ciudadanos confíen en este nuevo modelo. El médico puede y debe ser un agente activo que asegure que el progreso científico no se haga a costa de la confianza y la dignidad humana.

Supervisar no es frenar, es proteger

Algunos temen que la inteligencia artificial acabe sustituyendo al médico. En realidad, la amenaza sería que el médico se limite a aceptar sus resultados sin capacidad de crítica o de análisis. Si fuese así, seguramente convendría sustituirlo.

El médico debe ser quien supervise con inteligencia: interpretar, contrastar y decidir. Porque la IA puede procesar millones de datos, pero no siempre los algoritmos son reproducibles, ni mucho menos exactos, ni pueden entender el silencio de un paciente ni la intuición ante un signo sutil que contradice un algoritmo.

En realidad, la amenaza sería que el médico se limite a aceptar sus resultados sin capacidad de crítica o de análisis.

Ahora bien, para mantener esa capacidad crítica hay que adquirir nuevas competencias y habilidades digitales, hay que tener muy claro qué lugar ocupan estas herramientas en nuestra toma de decisiones. Nos enfrentamos a un cambio de modelo basado en el método científico clásico hacia otro basado en correlaciones entre innumerables datos que, a veces, no sabremos explicar. Precisamente por esto se hace necesaria más que nunca la supervisión del médico y esta necesidad exige una profunda revisión de la formación médica. Necesitamos médicos formados, críticos y comprometidos, capaces de guiar la tecnología sin perder el alma de la profesión.

La Organización Médica Colegial, consciente de esta necesidad, se ha involucrado intensamente en el proyecto UPRO, un programa formativo de competencias digitales impulsado por Unión Profesional y financiado con fondos europeos Next Generation, en colaboración con el Ministerio de Transformación Digital. El objetivo es formar a miles de profesionales de diversos sectores en herramientas digitales, inteligencia artificial, ciberseguridad y gestión de datos para afrontar la transformación digital en marcha.

Medicina del siglo XXI

El futuro de la medicina estará en consonancia con esa sociedad “superinteligente” 5.0, pero sin renunciar a su esencia. La innovación sin ética es riesgo. La ética sin innovación, estancamiento. Por eso, los médicos debemos ocupar un papel activo en esta transición: formarnos, participar en el diseño de las herramientas y defender que la tecnología amplifique nuestra capacidad de cuidar y de proteger la salud de los ciudadanos.

La inteligencia artificial puede ayudarnos a ser mejores médicos, pero sólo si seguimos siendo profundamente humanos. En la era de los algoritmos, el médico sigue siendo el garante de la salud y de la confianza y clave para esa Sociedad 5.0.

***Mª Isabel Moya, radióloga y vicepresidenta de la Organización Médica Colegial de España