La Reserva Federal en EEUU (Fed) se enfrenta actualmente a una presión política significativa por parte del gobierno. La agenda de Trump, además de los aranceles y los recortes de impuestos, ha incluido de forma reciente el intento evidente de influir sobre la política monetaria estadounidense, es decir, sobre la autoridad monetaria más relevante a nivel global.

Algo poco habitual en los tiempos que corren, incluso en los países emergentes, en los que la falta de independencia de los bancos centrales fue el talón de Aquiles en los años ochenta y que llevó a muchos de ellos a atravesar por procesos hiperinflacionistas y crisis de deuda severos.

Si una lección nos ha dejado la evidencia empírica es que la independencia de los bancos centrales es un pilar fundamental en la percepción de una institucionalidad saludable del país.

La academia ha demostrado de manera consistente que dicha independencia constituye un factor clave para mantener la estabilidad de precios (Alesina & Summers, 1993; Dincer & Eichengreen, 2014) y que la presión política sobre la Fed deteriora las expectativas del mercado en torno a la orientación futura de la política monetaria (Bianchi et al., 2023).

Más recientemente, Dreschel (2025) documenta que los episodios de presión política observables en el período 1933-2016 han elevado de forma persistente el nivel de precios sin generar beneficios en términos de crecimiento o empleo.

Trump quiere tipos bajos para incentivar la actividad económica y, con ello, mantener una creación de empleo elevada. La Fed, en cambio, atendiendo a su mandato dual, además de por la actividad, sigue velando por el control de la inflación. Por ello, la Fed quiere seguir protegiendo el poder de compra de los consumidores estadounidenses.

Trump ha criticado públicamente al presidente de la Fed, Jerome Powell, denominándolo “el señor demasiado tarde” por no haber recortado tipos desde diciembre

En este contexto, Trump ha criticado públicamente al presidente de la Fed, Jerome Powell, denominándolo “el señor demasiado tarde” por no haber recortado tipos desde diciembre, cuando se detuvieron en el 4,5 %. El pulso macroeconómico así lo requería y es ahora cuando la Fed considera que se dan las condiciones macroeconómicas adecuadas para reiniciar el ciclo de bajadas.

No es fácil “capturar” una institución como la Fed, para que tome decisiones sesgadas. Lo que quiere hacer Trump es configurar un órgano de gobierno con la mayor cantidad de consejeros votantes con los que tenga una afinidad política o un claro sesgo dovish (es decir, que prefieran, de forma estructural, condiciones monetarias laxas). El comité se conforma de doce consejeros con derecho a voto, de los cuales cuatro son autoridades regionales que rotan cada año y uno es el presidente de la Fed de Nueva York (permanente).

Es sobre el resto de los gobernadores (siete) sobre los que Trump pretende influir. Estos siete miembros, además, son los encargados de confirmar a los regionales rotativos. Por lo tanto, contar con el apoyo de cuatro de esos siete miembros le ayudaría a conformar un Comité con mucha afinidad política y sesgo dovish.

De momento, cuenta con tres afines, nombrados por él, y va en busca de uno más. En este marco, el intento de despido a Lisa Cook cobra especial relevancia. La ha acusado de fraude hipotecario para que deje el cargo, aunque la justicia acaba de desestimar esta posibilidad. En todo caso, el conflicto y la ofensiva de Trump no ha acabado.

Hasta el momento, los mercados se han mantenido bastante complacientes ante el conflicto con Cook. La prima por plazo (compensación que exigen los inversores por mantener deuda estadounidense a largo plazo, en lugar de a corto) ha aumentado, pero de forma moderada. La calma aparente indica que los inversores aún confían en la resiliencia institucional de EEUU.

Sin embargo, si el conflicto con Cook se extiende o el proceso de reemplazo de Powell (termina en mayo) que ya ha comenzado adopta un tono de presión política más agresivo, cristalizará en una mayor volatilidad financiera y una prima de riesgo más elevada sobre la deuda estadounidense.

El riesgo de fondo va más allá de la política monetaria: la erosión institucional compromete el Rule of Law, mina la credibilidad de la política económica y, en última instancia, cuestiona el estatus del dólar como ancla del sistema financiero global.

*** Luciana Taft es profesora de Afi Global Education.